CAPITULO 3 – EL DIOS DE LOS INICIOS

Según Hesíodo en el comienzo de todo estaba el Caos, una extensión pura de espacio donde ya se encontraban confundidas la totalidad de las cosas de las que se originaría el Universo. ¿El Ser?.

Será en ese vacío, donde se esboza la primera de las realidades. La Tierra (Gea), será la base segura de todo lo que es. Seguido de la primera división de la Tierra en dos espacios, el Erebo (subterráneo en el que más tarde tendrán lugar los infiernos) y el Cielo, Urano estrellado que cubre enteramente a la Tierra, nace Eros, el Amor, que aparece como el principio abstracto del Deseo.

Es indispensable hacer surgir al Amor en los orígenes de la misma creación, pues éste será el motor universal de las uniones de todo principio cósmico.

Este Eros (como el hermoso Deseo), acompañará a la aúrea Afrodita, hasta la morada de los dioses. A partir de este momento no será nombrado más en la Teogonía, pero siempre estará presente cuando de uniones amorosas se trate; ya entre dioses, ya entre hombres.

No obstante, entre otros relatos, Eros aparecerá como hijo de Afrodita, hermano de Anteros (el amor correspondido), Deimos y Fobos (el Terror y el Temor) y de Harmonía.

Este dios tan poderoso, es nombrado por Apuleyo en la leyenda de Amor y Psique.

Afrodita celosa de los honores que los hombres rendían a Psique, había decidido vengarse. Fue, por lo tanto, a buscar a su hijo Eros para que inspirara en aquella un amor irracional por el más abyecto, humilde y feo de los hombres. Pero, cuando Eros ve a Psique se enamora y realiza todo lo posible para quedarse con ella. Interesante es este relato, en donde podemos observar que Eros, no solo tenía la propiedad de unir las cosas y los seres bellos y buenos sino también sus contrarios y aún amalgamar lo bueno con lo malo, lo horrible con la belleza.Dios de ls antípodas.

Como puede notarse, el mito de Eros siempre aparece ligado a la sexualidad y si bien éste, como otros relatos, dan cuenta de una ficción, ésta pertenecerá a la ficción de lo inconciente. Será el análisis científico, el que develará otro rostro, tras todo ese grupo de máscaras con que el mito da cuenta de verdades humanas que no podían ser dichas de otro modo. Freud sugiere la idea de que en toda creación mítica no habría otro hecho más que una variación disfrazada de un mismo tema psíquico, la sexualidad humana. A nuestro parecer sería éste un aspecto reducido en el pensamiento freudiano.El mito es mucho más que eso.

No obstante la sexualidad, formará parte de los relatos míticos, los que se encarnan en un mundo dramático, de poder y fuerzas en pugna; en un mundo de acciones emotivas, pleno de atmósferas de tristezas, alegrías, excitación, angustia. Angustia ésta que forma parte ineludible de todo acontecer humano y a la que el mito exalta bajo todas sus modalidades de aparición. Será Eros en el Banquete, quien, por medio de Sócrates, dilucidará la naturaleza del Amor.

Aquí Platón, como en el relato de Apuleyo, hará gala de la proyección de sus propias ideas fantásticas respecto del mito de Eros.

Fedro será el primero en tomar la palabra, reseñando que el Amor es un dios,.Un dios muy antiguo, ya que ni poetas ni prosistas han podido nombrar ni a su padre ni a su madre, lo que impide acceder a su origen. Se trata de un dios que favorece a los hombres porque no tolera la cobardía en los amantes, inspirándoles siempre una gran abnegación. Es un principio de orden moral que gobernará la conducta sugiriendo a todos los hombres la pasión por el bien. Acercándonos psicoanalíticamente a este discurso hemos podido observar que, el acento en el mismo, está puesto en el amor y en la pulsión en sí, sin hacer referencia al objeto.

De hecho parece ser que la diferencia más profunda entre la vida sexual de los antiguos y la nuestra residiría en el hecho de que ellos enfatizarían a la pulsión misma. Nosotros acentuaríamos al objeto. “Ellos celebraban la pulsión y estaban dispuestos a ennoblecer a ella incluso a un objeto inferior, mientras que nosotros menospreciamos el quehacer pulsional mismo y lo disculpamos sólo por las excelencias del objeto”. (S. Freud-1948)

A Fedro, le sigue Pausanias, quien corrige lo que de excesivo le parece en el discurso de su antecesor, colocando la teoría del amor bajo la lupa de la investigación filosófica. Si el amor no puede ir sin Afrodita, es porque no puede explicar sin referencia a la belleza. De acuerdo a Pausanias, el lazo más estrecho se dará entre el amor y lo bello. Siguiendo el discurso de Pausianas, en el que hace referencia a las dos Afroditas, la una antigua hija del Cielo y que no tiene madre, Afrodita Urania o Celestial y la otra, más joven hija de Zeus y de Dione, la Afrodita Pandemos; habría entonces, dos clases de amores, según que diosa actuase. Un primer amor legítimo y celestial, y otro sensual y popular, que no se dirigiría nada más que a los sentidos; amor vergonzoso que sería preciso evitar.

Podemos considerar la distinción entre estos dos amores como metáfora de lo que en la teoría psicoanalítica freudiana sería la diferencia entre desear y amar, o más puntualmente, desde la escisión entre las dos corrientes en la vida anímica, la tierna y la sensual. Será en el artículo “Sobre la generalizada degradación de la vida amorosa”, donde Freud señala que, debido a una fijación incestuosa no superada, ciertas personas se caracterizan por no confluir en ellas, dos corrientes cuya reunión es lo único que asegura una conducta amorosa plena y normal, la tierna y la sensual. Por consiguiente se observará la degradación en el hombre y/o la prohibición del mismo en la mujer. ¿Sería ésta la condición para el goce sexual?.

La vida amorosa de este tipo de personalidades, permanecerá escindida en las dos orientaciones que hemos considerado en el mito como amor celestial y amor terreno. Estos seres cuando aman a otro, no anhelan desde la sexualidad y cuando existe un deseo sexual no podrán integrar al amor dificil será el camino de la integración. Difícil pero no imposible..

Pausanias, continua, diciendo que, el amor legítimo y celestial se dirige a la inteligencia y de hecho al ser masculino, quien participa en los hechos de la vida con más inteligencia. Este amor es digno de ser buscado y honrado por todos.

Estas ideas, se pueden paralelizar con la teoría psicoanalítica, en los conceptos de homosexualidad, pulsiones sexuales coartadas en su fin y pulsiones sexuales que han seguido el derrotero de la sublimación. Será en el caso Schreber donde Freud, señala que los homosexuales manifiestos y entre ellos, aquellos que se resistirán al quehacer sensual, descollarán por participar en los intereses que hacen a la humanidad. Intereses que habrán surgido por la sublimación de los impulsos eróticos. Es en los “Tres Ensayos”, donde podremos constatar que, respecto de la sublimación en general, ya no vinculada a la homosexualidad, ésta ocupa un papel preponderante, desviando las fuerzas de la pulsión y orientándolas hacia nuevas metas (ya desexualizadas), son poderosos motores para el desarrollo de la cultura.

A Pausanias, le sigue en tercer lugar, Erixímaco, quien aceptando desde el principio la diferencia entre las dos clases de amores, va más allá que aquel, ya que para él, el amor no residiría, pura y exclusivamente en el alma de los mortales, sino que estará en todos los seres de la naturaleza. El amor, será considerado como la unión y la armonía de los contrarios. De tal modo que existirá en todos los elementos.Será necesario un acuerdo entre lo seco y lo húmedo, lo caliente y lo frío, para producir una temperatura moderada. Fenómeno similar sucedería con la música, en la combinación de sonidos opuestos, graves y agudos, lo lleno y lo sostenido. Erixímaco sigue enunciando que lo mismo sucede en la poesía, la adivinación, la religión. El amor estará en todo lugar; funesto y perverso cuando los elementos no se unen, bueno y saludable cuando se produce su armonía. El amor será la vida misma.

Un paralelo entre contrarios, se encuentra en “Más allá del principio del placer”, donde Freud, indica que Eros actuará desde el comienzo de la vida misma, tal como lo señala Hesíodo en su Teogonía. Pero este instinto que será una pulsión de vida entrará en oposición con la misma pulsión de muerte. Toda especulación psicoanalítica buscará de igual modo, resolver el enigma de la vida mediante la hipótesis de este tipo de pulsiones que luchan constantemente entre sí, desde los comienzos, como si una no pudiera estar separada de la otra.

Luego de Erixímaco, toma la palabra Aristófanes, quien para confirmar su teoría y dar pruebas nuevas de la universalidad del amor, imaginará una mitología original. Su relato mítico nos dice que en los tiempos primitivos, había tres clases de seres, unos que eran todo hombre, otros todo mujer, y unos terceros que se componían de ambos sexos, los Andróginos, especie ésta de naturaleza inferior a las otras dos primeras. Estos seres eran todo dobles, ya dos hombres unidos, dos mujeres unidas o un hombre y una mujer unidos. Esta unión se daba en la piel del vientre y tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en una misma cabeza vueltas del lado de la espalda, los órganos sexuales eran también dobles colocados en el mismo lado de la cara, a la terminación de la espalda. Estos seres así unidos, se amaban en plenitud, engendrando a sus semejantes, no por unión sexual, sino dejando caer una semilla de sí en la tierra. Con el transcurso del tiempo, esta raza de seres extraordinarios, se volvió orgullosa y tan osada que hasta intentaron escalar el cielo. Zeus intenvendrá para castigarlos y a los efectos de disminuir su poder, decidió dividirlos en dos. Apolo intenvendrá para curar la herida del corte pero para humillar a los ya declarados culpables, les volvió la cara hacia el lado por donde se había hecho la separación, con el objeto de que tuvieran frente a sus ojos el recuerdo de su osada aventura. Los órganos de la generación habían quedado del lado de la espalda, de tal modo que cuando las mitades separadas, se sentían atraídas sexualmente, se acercaban una a la otra, pero, no pudiendo engendrar la raza se perdería. Zeus interviene nuevamente y rectifica el inconveniente, pasando adelante aquellos órganos para que así, se pudiesen reproducir. Desde ese entonces, la generación se dá por la unión del macho con la hembra. No obstante aquellos primitivamente separados guardan el recuerdo de su antigua mitad, de ahí que, los hombres nacidos de los hombres dobles se pueden amar entre sí, como las mujeres nacidas de las mujeres dobles, se amen las unas a las otras. De este relato, se desprende aquella fábula de la “media naranja”. Media naranja que no sustentaría que sean los hombres exclusivamente para la mujer y la mujer para los hombres.

En la teoría psicoanalítica, este mito tan particular puede llegar a ser leído desde la perspectiva de las identificaciones, a partir de la cual el encuentro con el objeto o mejor dicho, reencuentro de objeto, seguirá diferentes caminos.

Para esto recordaremos que una hipótesis que indique que la inversión es innata, no podrá explicar su naturaleza.Será necesario precisar que es en ella innato, caso contrario caeríamos en la absurda explicación que cualquier ser humano, traerá consigo, un enlace de la pulsión sexual con un objeto que la satisfaga específicamente. Si bien en el animal, el objeto es determinado ya por el instinto, en el ser humano tratándose de pulsiones no hay un objeto predeterminado. El ser humano, nada sabe sobre el objeto. Es que el hombre nacido en una estructura significante, en un estado de prematuración que será superado a través de una identificación narcisista (formadora del yo), lo cual se nos aparece además, como engañoso; luchará permanentemente por hacer coincidir su imagen en aquello que le ha servido como espejo.El símbolo jugará un papel esencial.

Acá, sería posible paralelizar, a los Andróginos; seres que siempre buscan a aquel otro (similar), que los complete.

En el hombre, ese eterno juego, que no deja de ser angustiante, se hará a través del deseo, el que según Lacan es de carácter paradójico, desviado, errático, descentrado, incluso escandaloso por el cual no habrá en su mundo un solo objeto, sino varios, que habrá desplazamientos y desenlace entre un objeto y otro. Angustia que lo llevará a re-conocer que no hay un solo objeto del deseo. El deseo encontrará al objeto en su trayecto.

De este modo, entre lo anhelado y lo encontrado, se hallará siempre un recorte que marca una diferencia. Esta hiancia posibilitará el renacimiento del deseo. No se buscará, se encontrará. El Amor estará en cualquier parte.

No olvidemos recordar que el amor, en aquellas épocas, no seguirá las normas y reglas que “a posteriori” traerá el Cristianismo.

En el mito del Andrógino, por encima del amor entre el hombre y la mujer, estará prevalentemente el amor homosexual. Y en éste el amor del hombre por el hombre es considerado el más noble, verdadero y durable de los amores.

Desde la teoría psicoanalítica se nos subraya que ya que ,en la niña faltaría el motivo para que el complejo edípico sea demolido en su totalidad, el heredero de este complejo, el superyó, nunca devendrá tan implacable, como por otro lado se le solicita al varón. Al hombre se le exigirá la ley, la norma, la claridad y misterio, cuando no insiceridad convencional, característica, según Freud de la femenidad.

Para el psicoanálisis, cualquier teoría sobre la masculinidad y la femeneidad seguirán siendo construcciones de contenido incierto.

Volviendo a El Banquete, luego de otros oradores, Sócrates hace intervenir a Diótima, una “extranjera” que ofrece una versión completamente nueva.

Diótima, le dirá a Sócrates que el amor no es hermoso ni bueno en sí. Por consiguiente no será un dios. El amor es un ser intermedio entre lo inmortal y lo mortal. Será un demonio. Su función principal será animar la relación interpretativa entre los dioses y los hombres. Mantendrá la armonía entre ambas esferas y aproximará estas naturalezas de orden contradictorio. En unión con otros demonios es el lazo que consolida a todo.

Diótima relata que el amor fue concebido el mismo día del nacimiento de Afrodita, siendo hijo de Poros (dios de la abundancia) y de Penia, (diosa de la pobreza). Se explicaría así, su naturaleza semi-divina y su carácter doble. Eros tendrá como objeto lo bello y lo bueno. Platón identificará ambos caracteres con una sola palabra: la Belleza. De este modo amar lo que es bello, es desear apropiárselo y poseerlo para siempre, logrando de este modo la felicidad. El hombre aspirará a la producción en la belleza y como no se siente dichoso en plenitud, sino que con la seguridad de esta producción, que debe perpetuarse; se deduce que el amor no es más que el mismo deseo de la inmortalidad. Pero esta inmortalidad solo se conseguirá por el nacimiento de los hijos.

Estas ideas de Diótima, concordarán con el psicoanálisis, cuando, si nos referimos a las elecciones de objeto de tipo narcisista, una de ellas sería como alternativa elegir a la persona que fue una parte de sí mismo. Si Diótima le dice a Sócrates que este deseo de perpetuidad es la razón del amor de los padres, Freud dirá que se renuncia al goce. La retención de la voluntad propia no habrá de tener vigencia para el niño (Su Majestad, el Bebé) de tal modo que ese conmovedor amor parental de naturaleza infantil, no sería otra cosa que el narcisismo que ha vuelto, ha re-vivido en los padres.

Puntos de convergencia entre los mitos y las formaciones del Inconciente, ya como síntoma, sueños, etc., ya como estructura de las mismas; o bien formando parte indisoluble de las principales articulaciones de la técnica psicoanalítica, el amor en la dinámica de la transferencia.

El amor, tal como aparece en el mito de Eros, considerado una vez como unión de los semejantes y otra vez como armonía de los contrarios, es en todos los casos un profundo deseo de unidad. De tal modo es tomado como Instinto de Vida, o Instinto Erótico por Freud. Este autor nos señala que el amor es lo que el yo busca en cualquier objeto para alcanzar su ideal. Un ideal que es tal, porque se ha perdido y se trata inútilmente de recobrar. De ahí que se demande al otro. Toda demanda será demanda de amor, y en esa demanda habrá una búsqueda de unidad, de completud narcisista. Obvio, es reconocer aquí, que esta demanda desde nuestras estructuras no podrán ser satisfechas, por lo que el amor quedará solo, entonces, como una ilusión del yo. Yo que como estructura imaginaria, nos hará creer que ha conseguido su objeto. Yo que saltará de ilusión en ilusión. Tal el yo del enamorado, estado que en muchos casos se parece a una desrealización de la realidad psíquica del sujeto.

Tal como señalamos anteriormente, Eros, estará en todas partes, ya en el mito, acompañando a Afrodita y Deseo, ya luchando en forma simultánea con su contrincante Thánatos, dios de la muerte. Un Eros que no tiene ritos, como todos o la gran mayoría de los otros dioses.Un Eros que aparece como el más pequeño de los dioses de su tiempo, pequeño en su forma corpórea, pero grande ya en un poder que llega desde los mortales hasta todos los dioses, cumpliéndo en todos los ámbitos su cometido, las alianzas.

Ambos instintos aparecen siempre entrelazados en un abrazo que habla, dice de los contrarios y de su imposibilidad de separación. De tal especulación, obtiene el Psicoanálisis la fuente para dar cuenta del hecho de la vida misma.

El hombre aceptará la lucha de estas energías que subyacen constantemente en toda su actividad, energías que lo someten a su mortalidad y por cuya razón se angustiará. No sucederá lo mismo con los animales.

De esta relación entre el Amor y la Muerte, nos puede ilustrar el diálogo entre Lacan e Hyppolite.

Hippolite: “El animal está sometido a la muerte, cuando hace el amor, pero no lo sabe”.

Lacan: “Mientras que el hombre si lo sabe. Lo sabe y lo experimenta”.

Hippolite: “Esto llega hasta el punto en que es él quien se dá la muerte. Quiere por el otro su propia muerte”.

Lacan: “Estamos todos realmente de acuerdo en que el amor es una forma de suicidio”.

Obvio resulta aquí que el pensar psicoanalítico respecto del Amor y la Muerte seguirá durante mucho tiempo más provocando nuevos espacios de conocimiento y de discusión. Quizás nunca lleguemos a tener una definición universal para estos dos temas. ¿Sería necesario intentarlo?.

¿Qué pensarían los “antiguos”?.

Citando a Empédocles, leemos:

Fr. 9 “Cuando (los elementos), llegan al espacio lleno de aire mezclado en forma de o de cualquier especie de animal salvaje, de planta o de pájaro, entonces (los hombres), dicen que aquello ha nacido. Por otra parte, cuando (los elementos), se separan de nuevo (el hombre), lo denominan muerte llena de desgracia.

Llaman (a estos procesos), como no tienen derecho a hacerlo y yo acepto también esa costumbre”.

Es acaso el Amor una especie de iluminación esencial que cubre con su magnificencia todo el acontecer de la vida de los humanos incluyendo su propia e inevitable muerte?

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