La desesperanza o lo que dejo de existir

Los porqué de nuestra existencia y los para qué de la misma, conforman una partícula elemental e insidiosa de toda pregunta humana.

Las respuestas siempre son efímeras, inconsistentes y aunque por momentos pensamos que son las definitivas, una oculta prepotencia feroz las destruye y los paradigmas “verdaderos” pasan a una suerte de historia vieja. Un cuerpo oxidado posible de ser vendido al mejor postor.

Un derrumbe de la certeza, la que conforma el núcleo psicótico de nuestras sociedades.

 

Me parece que esto es por la velocidad, la que aparece como transparente, en el momento actual que atraviesa nuestra actividad como ser humano. Velocidad que es parte susbstancial de los conocimientos que hemos adquirido a partir de omnipresencia de ondas y signos que cada vez mas, nos sumergen en interrogantes que no cesan de sacudirnos con la angustia de la ausencia de alguna respuesta tranquilizante.

La causa y el efecto se autoconforman en una unidad indeleble, autodestructible, y asimismo inaprensible. Ni siquiera como la levedad de un “oxímoron”

El conocimiento en cuanto tal, pasa a ser distanciamiento del objeto y los mismos objetos se desvanecen en cuanto aparecen.

Las mismas redes sociales que aparentan escenas románticas son las enemigas del otro, “conec-tándome” con superficies tentadoras que son meros espejismos técnicos.

Aquí emergen las palabras carentes de significado como si habláramos un lenguaje sin vocales

El vacío Discurso que se publicita a un yo invadido de ilusiones sin futuro y fortaleciendo la inmediatez, las planicies del “ya” como un vestigio de lo que “ya” fue y no tiene consecuencias

Un Discurso que fortalece como soberana a la hibrida indiferencia.

Un infortunio desesperado que anuncia que, en cuanto tengo el algo, ese algo no existió y solo fue una de las tantas ilusiones disruptivas que se generan en el devenir del sujeto.

Continuas son las heridas al narcicismo del “yo se”, cuando el yo se vacía de lo que le es propio

Los “yoes” sin sustancia de las filosofías actuales muestran y asimismo esconden en forma constante lo escurridizo de alguna realidad posible

El infierno de lo vacío emerge sin angustia, ya que el afecto fundamental permanece entre las rejas políticas de la gran igualdad.

Hoy en día, al estar igualados, no hay distancia que permita la alteridad propia del Renacimiento o del Clasicismo. La exigencia de lo global, de la aldea globalizada nos sumerge en la ausencia del otro semejante, sin distancias, sin proyectos, sin despliegue. Un supuesto ilimitado de poder que se anula en el instante cuántico de su emergencia. La nube atrapa todo lo que necesita para ser “cloud”.

Todo al estilo particular de un caracol enemigo de si mismo.

No es que estemos cercanos al otro, estamos invisibilizados por un poder que deviene del panóptico que nos prepara para una unidad que se auto-destroza en el casi mismo momento en que nace.

De aquí que el amor a la ciencia, no existe como amor para que el otro despliegue, sino como enajenación narcicista en el campo de la ilusión de que, desde la ciencia misma todo va a tener una solución definitiva.

Esa es la Gran Mentira, a la que estamos “condenados” a creer como si fuera la Gran Verdad.

Hoy los mismos objetos que nos ofrecen la felicidad, son lo que la destruyen.

La religión del marketing tiene sobre cada uno de nosotros su marca, su impronta, su imprescindibilidad.

“No soy sino tengo” Es una ciega reflexión sobre lo que miramos sin ver.

He aquí el rol agónico de consumir con deleite la oferta de un mundo mejor. No pensar, no sentir no actuar es el subterráneo publicitario de nuestra sociedad deserotizada.

La muerte de la mente propia emerge como un destino inevitable. Destino del que se han apropiado los grandes centros del poder económico, el que tal como vivimos en la actualidad también tiende a autodestruirse. La misma “polis” se quebranta ´, y se destruye por los relatos de los mismos políticos.

El dinero enuncia en su esencia que sin el, moriremos sin haber vivido.

El engaño de la ciencia económica es necesario para la deshumanización de los vínculos personales. Hoy todos estamos juntos en una unidad negativa.

Solo tenemos que consumir aquello que se nos ofrece como el objeto deseado, mientras que el deseo humano esta politizado como la razón social o el Bien Común.

De aquí a la ilusión psicótica del bienestar general hay menos que un paso de hormiga.

En un lema atrayente por ser tan dorado como la superstición ideológica de ser más poderosos se nos indicaba que “pertenecer tiene sus privilegios”.

Inmediatamente nos preguntamos, pertenecer a que o a quien? A la totalidad del uno. Al uno que nos iguala?

Aquí es cuando se intercambia el afecto inherente a la condición humana por el “amor” por el objeto inútil, el que desaparece en cuanto lo consumimos.

La pornografía intenta vencer al valor del Erotismo. (Crs.La Agonia del Eros – Byung-Chul Han)

El “humanojeto” transita entre obscuridades y crepúsculos artificiales “como si” eso fuera la “alegría de vivir”. Un breve tránsito de la imposibilidad del Encuentro real.

La vida se nos ofrece como un escaparate que vende objetos discontinuos sin calidad alguna.

El gato de Chesire en “Alicia en el país de las maravillas”, tenía razón. Hay que dejar de ser uno para convertirse en miles de millones igualados, desvanecidos, desapegados de la costumbre de ser hombre y entonces nuestra omnipotencia narcicística tiene ya una realidad consistente.

Un narcicismo mortal.  Darse muerte sí, pero gozando amablemente. Lo importante es que estemos en “afanisis”, que concretemos nuestra desaparición, nuestros fantasmas para no aparecer, romper y o quebrar el cerrado sistema que le teme al individuo y sus singulares y particulares proyecciones en la condición de lo humano.

Mi responsabilidad de ser libre solo es una ilusión de un yo agotado hasta en su penúltima instancia. La última será simplemente la muerte del sujeto, la que también pasa a ser unos espejitos de colores en donde el “más allá” ya lo tengo ganado porque he pagado con creces el mismísimo hecho de no haber sido persona. Solo un resplandor muy leve de lo que es ser un ser humano (pero necesario para ser administrado por el Gran Poder)

Los robots (Cfr.El Golem –  J.L.Borges) pasan a ser amos de su propia esclavitud.

El “homus economicus” es victorioso, solo sobre los despojos que dejan el hambre, la injusticia, la guerra, la destrucción de principios y valores, la corrupción, el quebrantamiento del orden preciso de la naturaleza de nuestro planeta. La lista es numerosa e insistente.

El sistema actual no deja da pasar revisión al cercano y al lejano para ir con rapidez a allanar cualquier lucha que contenga la nobleza de la verdad y de la libertad.

Cuá les son los valores que se sustentan en la actualidad? Los busco y encuentro deformidades, desarticulaciones, inconsistencias, arbitrariedades en los que la substancia es efímera como una onda sin rumbo.

Líneas paralelas que se juntan en el punto 0 y además sin infinito.

Aquello de que el aleteo de una mariposa tiene sus consecuencias en algún otro lugar ignoto parece ser una estupidez metafórica. El descrédito y el deshonor luchan por sobrevivir en medio de miles de millones de corpúsculos sin consistencia que conforman el no-ser.

La última pregunta es aquella que no se puede preguntar porque nunca tendrá una respuesta cuando “ya” haya desaparecido el que la hizo.

 

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Jorge G.Garzarelli – ph.D

Profesor Emérito USAL

2020

Email-Psiquis42@gmail.com

 

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