Los porqué de nuestra existencia y los para qué de la misma, conforman una partícula elemental e insidiosa de toda pregunta humana.
Las respuestas siempre son efímeras, inconsistentes y aunque por momentos pensamos que son las definitivas, una oculta prepotencia feroz las destruye y los paradigmas “verdaderos” pasan a una suerte de historia vieja. Un cuerpo oxidado posible de ser vendido al mejor postor.
Un derrumbe de la certeza, la que conforma el núcleo psicótico de nuestras sociedades.
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