CAPÍTULO 10 – EN LA OTRA ESCENA: SUEÑOS Y SÍMBOLOS

LOS SUEÑOS

Los sueños han ocupado un lugar predominante en todas las civilizaciones, siendo objeto de preocupación e interés por parte de las mismas. Éstos aparecen en forma reiterada y profusamente en toda la documentación existente. Como tales, los sueños siempre han existido, ya que, desde que el hombre es hombre, (cualesquiera fueran sus atributos), el inconsciente formó parte de su estructura.

Y, no es acaso el sueño, una de las principales producciones del inconsciente? Pieza maestra. “Vía regia”. Piedra que, tallada de una y mil formas nos “habla” para decir de sí, en su tan propio lenguaje.

Lenguaje – jeroglífico

Lenguaje – trampa

Lenguaje de un más allá siempre ambiguo, incierto como aquel que “dice” al mito.

Lenguaje de los etcéteras; algo así como una sucesión de palabras “ad-infinitum”, dada esa principal característica del significante, su polivalencia.

De ese lenguaje, dan cuenta los sueños de la humanidad a veces como tales, a veces como arte.

Arte (del latín, “ars”), que tiene conexión con la palabra griega “artao” (literalmente, juntar), referido a la artesanía vinculada a la herrería o trabajo manual. Artesanía que estaba relacionada a una “fuerza” activa y al poder“ (…) “Hoy en día la diferencia principal entre el arte y la artesanía es, poco más o menos, que de la artesanía esperamos objetos útiles y del arte efectos placenteros” (Podemos añadir a lo señalado por Graves, eso que se desea de la pieza de arte: su inutilidad, objeto de pleno goce, de una necesidad fallida). “Con el tiempo se convertiría en maestro (el oficial), sometiendo a inspección de los maestros decanos de la Hermandad una pieza de artesanía hecha por el mismo. a esta pieza se la llamaba “pieza maestra” (R. Graves. 1984)

Por otro lado, el sueño “desea” ser escuchado, ya por el oído del mismo soñador, ya por la “oreja analítica” que intentará descubrir su oculto significado. También su interpretación pertenecerá al orden del arte. Arte de traducir ese juego de luz y sombra, vigilante y ladrón, encubridor y descubridor. Juego de contradicciones lógicas que para el inconsciente carecen de importancia. Su lógica seguirá otras reglas.

En la historia del soñar, (de haber tenido la posibilidad de conocer todos los sueños del hombre), habríamos podido descubrir otra historia,la del universo íntimo de la Humanidad. Tarea imposible, solo abarcable en ese aspecto que concurre en nuestra ayuda, en donde la repetición de ciertos temas (tal como en los mitos), motivos de nuestros deseos, hace su insistente aparición.

Un ejemplo, notable del interés por los sueños y su “adivinación” se encuentra en la antigua Mesopotamia. Ya en ;as tablillas cuneiformes que se refieren al arte de la adivinación, entran los sueños como otra forma mental a ser investigada, del mismo modo como el movimiento de los planetas, el comportamiento de ciertos y determinados animales, ciertos signos atmosféricos, etc. Este saber de la adivinación que estaba ya codificado, es conocido hoy en día, por los asiriólogos, como el “agujero”.

En estas adivinaciones, en la mayoría de los casos, el adivino tenía que interpretar las intenciones del dios consultado o actuante, por medio de pequeños e insignificantes signos que considerados como desviados de lo normal, “dirían” de lo oculto a ser descubierto. En otras oportunidades el elemento ya estaba codificado y se recurría a su interpretación simbólica en forma directa.

Existe un famoso sueño mesopotámico en el que los símbolos son manifiestos y de una más posible y fácil interpretación. Es aquel sueño de José, en el que se “da cuenta” (hace consciente los inconsciente), que los haces de luz y las estrellas son sus hermanos, indicando de este modo la supremacía de él sobre ellos. Por causa de este sueño propio, (y como tal, expresión de deseos, tomado premonitoriamente), José es fuertemente rechazado por sus pares. Otro sueño que adquirió enorme importancia, fue el referido al del faraón y los siete años de vacas gordas y siete años de vacas flacas.

Tanto en la Biblia, donde pueden confrontarse estos sueños, como en el Corán, libros sagrados, ricos en relatos sobre sueños, en los que, al pueblo por medio de profetas se les iba indicando modos de comportamiento, cuando no, se le ofrecía al soñante visiones, “revelaciones” de ciertos y determinados secretos y deseos divinos.

Dioses desconocidos que hablan lenguajes a ser descifrados.

Interesante es aquel otro sueño que goza de amplia fama no solo por su revelación sino por lo espacial: Jacob soñando la maravillosa puerta del Cielo. El acceso a Dios. Jacob soñando sobre una piedra, consagró a la misma y al lugar que la rodeaba como lugar sagrado, perteneciente a Dios. Un lugar en el que no se piensa. Solo se sueña.

Que todo el mundo sueña, es un hecho conocido y comprobado y que, cada uno de los individuos de nuestro género, sueña con su historia propia también lo ha sido. De aquí que un a de las características fundamentales del soñar, sea esa individualidad con lo que soñamos los grandes temas humanos.

Hubo también otros pueblos, como los mesopotámicos, en los que, los sueños han alcanzado una importancia trascendental. E.s de preguntarse el porque, de no haber sido tan importantes los sueños, el hombre de la antigüedad, se habría ocupado en guardarlos celosamente escritos, sino para el conocimiento de otros.

Entre estos pueblos, cercanos a los mesopotámicos, con una historia profundamente diferente, encontramos a los griegos. En este pueblo el soñar también tuvo asimismo otra historia. En la Grecia Antigua, “al comienzo se tenía frente al sueño una actitud religiosa, mientras que al final, el sueño se había convertido en una presa de los impostores que se encontraban por docenas en todos los mercados y en todos los festivales o fiestas rurales” (Coloquio de Royalmount, 1964)

Poetas, filósofos, médicos, hablaron desde sus respectivas perspectivas del sueño.

En casi toda la literatura antigua de los griegos resulta evidente que todos estaban convencidos de que los sueños eran mensajes de los dioses. El alma liberada del cuerpo podía conversar fácilmente con aquellos, idea que aparece sostenida también por los pitagóricos. Ideas que se pueden encontrar en Esquilo y Eurípides así como también en Píndaro y Jenofonte. “No es necesario decir que los sueños de tal dignidad deben ser observados e interpretados cuidadosamente, actitud que se refleja en el Prometeo de Esquilo, donde se dice que la interpretación de los sueños es uno de los inventos más importantes de Prometeo” (Coloquio de Royalmount, 1964)

Platón no crea ninguna teoría particular de los sueños, excepto que en su psicología se hace claro que el contenido de un sueño es determinado por parte de la Psiké que queda activa. Para Aristóteles, el sueño es el resultado de un afecto que en el corazón se presiente y que está durante la vigilia pero que durante ésta no se siente. En consecuencia un médico hábil puede predecir la enfermedad, su curación o la muerte por medio de los sueños. Los sueños acerca de personas que conocemos bien, según Aristóteles, también pueden ser verídicos o precognitivos, puesto que conocemos bien los motivos de esas personas y estamos conscientemente complicados en ellos de modo que, de ese conocimiento podemos sacar ciertas conclusiones que conciernen a sus futuras acciones. Al retornar a Aristóteles, encontramos con sorpresa lo que señala en “La Profecía del Sueño”: (De la adivinación por medio de los sueños).

El juez más hábil de los sueños es el hombre, que posee la facultad de descubrir semejanzas, pues cualquiera puede juzgar el sueño vivido por semejanza. Por semejanza quiere decir, que las imágenes mentales son como reflejos en el agua (…), si se da tal movimiento, el reflejo no es como el original, ni la imagen se parece al objeto real, (…) Como conocía ya, Aristóteles, el contenido latente y el manifiesto, la deformación, la condensación y el desplazamiento que se produce en el proceso onírico?

Aristóteles tomará parte por Diótica, paradójicamente ciando “atribuye origen demoníaco a los sueños. Agrega que su se los enviara Dios, se los concedería solamente a los hombres mejores y más sensatos, lo que no ocurre evidentemente”. Heráclito es quien afirma: “los que están despiertos tienen un común para todos, pero, cuando duermen cada uno de ellos se aparte de él y entre el suyo propio”. Otro filósofo que ya hacía diferencia entre mundo interno y mundo externo, tal como metodizó Freud en nuestro siglo. Heráclito continúa diciéndonos: “El suyo propio tiene que ser por tanto el mundo de su sueño en el que está completamente solo, en una situación primordial. En los otros mundos, el soñador, se encuentra en un reino mitológico y lo que sucede en él es, en realidad, una cosmogonía”. (Coloquio de Royalmount, 1964)

Pareciera ser que Heráclito, anticipándose en su tiempo, indicara ya, lo que Jung señaló como el “plano subjetivo del sueño”.

Siguiendo a los griegos, nos encontraremos con Artemidoro (citado por numerosos psicoanalistas), quien en sus cinco libros de “Onirocrítica”, resultado de la clasificación, evaluación y análisis de aproximadamente tres mil sueños, señala que:

  1. los sueños contienen relatos divinos,

  2. el dios si aparece íntegro es considerado favorable, pero basta el mínimo defecto para que sea siniestro,

  3. todos los sueños son vinculados a acontecimientos futuros,

  4. podrán ser favorables o desfavorables,

  5. el dios será masculino para la psique de un hombre y femenino para una mujer,

  6. los dioses pueden aparecer por sus atributos (“pars pro toto”),

  7. los dioses pueden hacer prescripciones médicas,

  8. hay dos clases de sueños:

a) los que después de ser soñados son vividos tal cuál y

b) los que son soñados con enigmas y de realización más tardía,

  1. los sueños de afuera y los sueños de adentro.

En el texto citado, Artemidoro, también dará reglas de y como interpretar los sueños.

Estas reglas tienen ciertas características contextuales.

Subraya Artemidoro: “Hay que conocer todo acerca de la vida del soñante, su carácter, el estado de ánimo, conocer l sueño eterno y no solo un fragmento; las costumbres de las gentes del lugar y recurrir a la etimología sobretodo en el caso de los nombres propios”. (Coloquio de Royalmount, 1964)

De este modo, podríase llegar a considerar al sueño en la antigua Grecia, tal como si fuese un verdadero oráculo.

Co-existe también otra tradición en que los Sueños, serían hijos de la Tierra (no Gea), sino “Cton” (lo subterráneo) con lo cuál se estaría apuntando al origen profundo de los mismos.

Se ha podido comprobar que ya en la antigüedad, los intérpretes de sueños han aplicado ampliamente la posibilidad de que una cosa, pueda representar en los mismos, su propia antítesis. Nosotros sabemos que, el sueño puede valerse de las contradicciones en forma harto singular; ya que, para el inconsciente no existe el No.

Será en los sueños donde Freud descubrió un paralelismo con una peculiaridad de las lenguas primitivas; ejemplos de estos paralelismos los encontraremos en los jeroglíficos egipcios en los que se han descubierto una cantidad de palabras con dos significados opuestos entre sí.

Si el pueblo egipcio no era un “absurdo intelectual”, tampoco era un pueblo poco evolucionado, sino una comunidad con alta moral, fuerte, organizado, justiciero, industrial y culturalmente tan elevado que aún hoy nos sigue asombrado (sus construcciones, sus matemáticas, sus cálculos astronómicos, etc.,); con una religión que ampliamente superaba a las contemporáneas de su tiempo, la que además, tanto influyó sobre Moisés para su dedicación a fumar la ley para el pueblo judío, como podría “haber llegado a utilizar este pueblo un lenguaje “arbitrario” (…) “ (Freud, l948)

Lo mismo nos sorprende en otras palabras compuestas, en las que aparecen unidos dos vocablos de significación contraria, formando un compuesto que posee tan solo la significación de uno de sus elementos constituyentes” (Freud, l948)

El hombre no ha podido conquistar sus conceptos más antiguos y más simples, sino es por contraposición a sus contrarios y solo paulatinamente ha aprendido a discriminar los dos elementos de la antítesis y a pensar el uno sin necesidad de una comparación consciente al otro” (Freud 1948)

Es en los jeroglíficos donde la escritura tomaba la ayuda de ciertas imágenes que acompañando al signo le otorgaban sentido.

Estos significados contradictorios también se pueden encontrar en otras lenguas, tales como las semitas o indoeuropeas.

Freud en “El Doble sentido de las palabras antitéticas”, cita los ejemplos:

del latín, altus (alto y profundo)

sacer (sagrado y maldito)

clamare (gritar) – clam (silencioso)

siccus (seco) – succus (jugo)

y continúa aclarando que otra característica del lenguaje era su inversión: “suponiendo (…) que la palabra alemana “gut” (bueno/a) fuese egipcia, podría entonces significar tanto bueno como malo, pudiendo pronunciarse tanto “gut” como “tug”.

Muchas de estas palabras se han podido hallar en otras lenguas arias y semitas.

Qué relación podría tener esto con el soñar? Una confirmación de una hipótesis freudiana respecto del carácter regresivo y antiguo para la expresión de ideas y pensamientos en el proceso onírico.

Será Lacan quién haciendo referencia al soñar dice: “Freud nos muestra como la palabra, a saber la transmisión del deseo, puede hacerse reconocer a través de cualquier cosa con tal de que esa cualquier cosa esté organizada como sistema simbólico. Ésta es la fuente de la naturaleza durante mucho tiempo indescifrable del sueño. Así como no se supo durante mucho tiempo, comprender los jeroglíficos, pues no se los componía en sus propios sistemas simbólico” (J.Lacán, 1984)

Es que el sueño está formado como si fuera un jeroglífico. Y podemos añadir, que idéntico proceso ha sucedido con los mitos, se los trato de descifrar siguiendo códigos que no coincidían con su tesoro simbólico.

A partir de este momento seguiremos por diferentes caminos a Freud, el gran descifrador e investigador de sueños de nuestra época. Mecanismos tales como condensación, desplazamiento, deformación, simbolización, discursos latentes y manifiestos, etc. se irán consolidando de manera diferente.

Dice este autor: “La formación de personas compuestas en los sueños halla ciertamente un paralelo en determinadas creaciones de nuestra fantasía la cual funde a menudo en una unidad elementos heterogéneos: así, los centauros y los animales legendarios de la mitología antigua y de los cuadros de Bröecklin, pero la fantasía creadora es incapaz de inventar nada y se contenta con reunir elementos de diversa naturaleza”. (Sigmund Freud, 1948)

Interesante punto de entrecruzamiento de sueños, fantasía y mito!

La condensación (indicada por Lacán como “metáfora”), puede llegar a producir efectos extraordinarios tal como el de reunir en un sueño (en su contenido manifiesto) – (descripción tipo leyenda), ahistórico, atemporal y arbitrario, dos series de ideas latentes por completo heterogéneas.

Tal proceso es encontrado en forma idéntica en el discurso mítico.

En el soñar todo aquello que aparecerá lógico, seguirá la lógica del pre-conciente, que le daría un cierto orden (introducir un cierto Cosmos en el Caos original), a los efectos de poder ser entendido, (previo paso de censuras); es decir hacerlo consciente y de este modo poder ser descifrado.

Pero no todo en los sueños es tan claro, diáfano, transparente.

Uno de los efectos de la condensación es esa complicación entre elementos latentes y elementos manifiestos, en el sentido de sucesivas transcripciones. Hay en esto un cambio estructural pero no de contenido; se tratará de una nueva formulación (transcripción) en un nuevo nivel. Esta condensación en los procesos oníricos y también mitológicos no va a seguir reglas conocidas sino más bien arbitrarias y no obstante ‘reconocidas” como reales.

Puede llegarse a decir que la condensación es un libre juego sujeto solo al Proceso Primario, un sin sentido? Quizás el sentido, esté dado por el mismo Principio de Placer, manteniendo a toda la estructura profunda en el menor nivel de excitación.

Este proceso de condensación es el primer efecto de la llamada elaboración onírica.

Será la “Traumarbeit” (literalmente, trabajo del sueño), la que hará posible la transformación del sueño latente en manifiesto. Su operación contraria será llamada interpretación, que como hemos podido observar se sucede a lo largo de la historia del hombre, ya por magos, adivinos, profetas, pitonisas, con el intento de dar cuenta debida de este producto regio del inconsciente.

Así como Artemidoro, también el Psicoanálisis al investigar un sueño, tendrá en cuenta los elementos que lo conforman y sus substratos. Estas relaciones se presentarán siempre como:

a) relación de una parte al todo

b) aproximación o alusión

c) relación simbólica

d) representación verbal plástica.

Nótese aquí la cercana vecindad con alguno de los puntos indicados por Artemidoro.

LO EXTRANJERO

Tanto frente a un sueño, como frente a una fantasía, como frente a un mito uno tiene la sensación de estar leyendo algo extranjero, de lo que poco sabemos. Algo que insiste en no declararse. Algún can Cerbero que no deja salir del reino de Hades aquello que entró como “muerto”, pero que sigue viviendo y escuchando los inquietantes sonidos que forman parte del universo horroroso de las Gorgonas, en ese lugar donde desemboca el agua del Estigia, reino de las tinieblas y el terror. Allí donde lo otro, es totalmente Otro. Cabría preguntar a Heracles, si ésto fuera posible que fué lo que más le Horrorizó, acaso el sonido de la flauta, (“Horrible, horrible es la música de esta flauta (“dáion, tóde dáion mélos epauleitai) “, canta el coro. Cuando cae en transe, Heracles sacude su cabeza u revuelve en silencio sus ojos extraviados, de mirar siniestro (“gorgopous kóras”)” (J. Vermant, 1986) o los ojos helantes de la Medusa.

Imágenes éstas que habrían aterrorizado al incauto “poeta” que generó el mito. Similares imágenes que forman parte de nuestros sueños, cuando éstos pasan al registro de la pesadilla.

Todo aparece roto, desconectado, ilegítimo.

Pero no es necesario, soñar para horrorizarnos, ya que nuestro inconsciente nunca duerme, también hay ciertas fantasías que en su interior contienen deseos que aterran a nuestra conciencia y también mitos, que nos sobrecogen con sus contenidos.

Respecto del material latente y manifiesto del sueño, podemos añadir que bien puede suceder que algunos elementos del sueño latente queden eliminados, que le sueño manifiesto reciba solo fragmentos del latente, o bien que, algunos elementos latentes que poseían rasgos comunes aparezcan confundidos en el sueño manifiesto. Este proceso de fundición es común en la metáfora poética, como los desplazamientos de las representaciones serán a la metonimia.

En la mitología estos desplazamientos estarán significados por los recorridos de Hermes (mensajero de los dioses), Iris (su versión femenina), siendo Afrodita con su contínuo estar al “lado de”, una diosa que insinúe lo metafórico.

Habitualmente, es en el contenido latente, donde podemos hallar la solución y/o el sentido de un sueño determinado. En realidad, lo latente y lo manifiesto se nos presentan como dos versiones diferentes de lo mismo, pero lo latente es algo así como un jeroglífico. En esa desconstrucción se deberá sustituir la imagen del soñante (ya que siempre se sueña con imágenes), por aquella palabra adecuada para su entendimiento. Esas condensaciones de las que hemos hablado, se nos manifestará cuando interpretamos, como algo claro y evidente, pero hemos podido observar, asimismo que la condensación es casi interminable, porque siempre hay una otra escena detrás de la escena que se nos aparece nítida.

Cuando de un sueño solo recordamos un fragmento, podemos observar aquí, el efecto de la censura, la que puede llegar a ser mayor y más amplia cuanto más tiempo pasa desde el soñar hasta el contarlo. Es obvio que los sueños se nos aparecen más nítidos y fieles cuando menor tiempo hubiese ocurrido desde su ocurrencia. Algo sucede cuando la censura (en disfraz de olvido) actúa. Tal como si las representaciones del soñar hubiesen bebido del la fuente Leto.

Señalamos anteriormente que por medio del proceso de las condensación se formarían un cierto tipo de personas colectivas y mixtas. Quizás aquí debiéramos recordar la serie de monstruos inventados por el hombre antiguo en sus relatos míticos: Equidna, Las Furias, Las Gorgonas, Pegaso, los Hecantóquiros, los Cíclopes, el can Cerbero, Las Grayas (Pemphredón, avispa voraz que cava hoyos en la tierra, Enio, La del chillido agudo en los combates), Gerión hijo de Crisaor, etc. en la mitología griega. Monstruos que pueblan sueños, leyendas, mitos. En estos lugares específicos lo real se va a manifestar en todo su obscuro esplendor.

El mito también muestra entonces la marca de la condensación.

Mito que para algunos autores será el Arcano de nuestra humanidad.

Si consideramos desde la óptica freudiana que los sueños son “realizaciones de deseos”, y que hasta el mismo super-yo “sueña”, será fácil reconocer en los antiguos sueños y mitos de la humanidad las realizaciones de deseo de esta instancia, la más de las veces terrible.

Serán en los sueños y en su estructura donde más podremos acercarnos a la novela neurótica, el drama “eterno’, atemporal, a la manifestación de lo esencial, sugiriéndonos a ese real que tan poderoso efecto produce en nuestras vidas y que tán escondido está hasta formar un camino laberíntico (Recordamos a Minos?), trás del cuál se encuentra otro laberinto.

Otra vez encontramos privilegiados, la fantasía del poeta, el mito y los sueños. Triple pivote sobre el cuál restalla el Deseo.

Es así que, podemos añadir a condensación y desplazamiento, un tercer elemento que es el de la transformación de las ideas en imágenes visuales y que cae dentro de la llamada “elaboración onírica”. No todos los elementos del contenido latente son transformados. Algunas ideas aparecen como tales o como conocimientos dentro del mismo proceso del soñar. Estas imágenes van a constituir lo esencial de los sueños. Muchas de ellas no podrán ser susceptibles de ser transformadas en palabras, tales como las representaciones de conjunciones, abstracciones, etc. En muchas ocasiones las mismas se hallan transportadas a situaciones donde se pueden expresar en forma deliberadamente alusiva. He aquí otra de características mencionadas por Artemidoro. También en los sueños vamos a encontrar situaciones que nos aparecerán con inversiones. dice Freud: “como si todo sucediese en un mundo al revés” (S.Freud, 1948) Tal el mundo de Alicia en el país de las maravillas, donde los sueños de la niñez se abrazan.

LO ESCONDIDO – LO MOSTRADO

Hay algo de los sueños que se muestra, y hay algo que se esconde y otro lado se deforma. Un sueño puede llegar a tomar otra forma distinta del original, efectuando otra transcripción, por efecto de una censura que se realiza al soñar. es el caso de los deseos (obviamente sexuales) que en él aparecen y que son inaceptables por nuestra conciencia moral. He aquí la atenta vigilancia de nuestro super-yo. Un Zeus que controla desde el Olimpo celosamente a toda su familia de dioses y al no tan amado mundo de los hombres, esa insensata creación de Prometeo, de quienes el supremo dios siempre receló. Un Zeus que periódicamente envía a Iris la de pies veloces para saber quién miente entre los habitantes de las olímpicas moradas. Aquel que miente es tocado por Estigia, quedando durante un año, sin respiración, sin gozar de la ambrosía ni el néctar, sin aliento y sin voz. En cuanto esta enfermedad finaliza, el tan dios, deberá afrontar pruebas cada vez más difíciles, alejado durante nueve años de los dioses siempre existentes, no interviniendo ni en banquetes ni asambleas de los inmortales. (Hesíodo, 1978)

Naturalmente, la censura no es solo el único factor que produce la deformación onírica. Un sueño no resultaría más inteligible si llegara a faltar la censura.

A partir del análisis de los sueños se pudieron desprender, por repetición de ciertos elementos que aparecen en forma constante en los sueños de diferentes personas que los que cada persona establece con el material de sus sueños y su posterior traducción es una relación simbólica, ya que estos elementos constituyen en sí un símbolo que sustituye a la idea onírica original. Recordemos que las relaciones de los materiales oníricos con lo que los funda, es decir su sustrato, comprende siempre una relación simbólica.

Relación ésta que el analista y el mitólogo tratarán de descubrir corriendo detrás de alguna verdad que el sueño y el mito contengan. Será en ese deseo de descubrir alguna verdad que nos encontraremos con su ocultamiento. Cuál podría ser la razón de su escondite y cuál sería éste? Para Lacán alguna verdad estará en el ir y venir entre aquellos que “dicen” (alternancia intersubjetiva). Verdad que será falsa mientras que no esté sometida a pruebas que la corroboren como tal. El método de la “sospecha” es uno de los caminos que podrías andar para descubrir lo que se oculta bajo las engañosas apariencias de lo que se nos muestra evidente. Lo verdadero puede llegar a ser reconocido gracias a ciertos indicios (indicadores del nivel de verdad), que se muestran tan extraños como singulares, tán extravagantes como aberrantes y que están insertos en el circuito de la lengua, ya como “decir” ya como “escrito”. La palabra, sobretodo, que actúa de consumo con cada uno de los hablantes, transformándolo en cada vez que éste dice, desde el momento en que el símbolo (siendo la palabra símbolo por excelencia), es constituyente, lo que hace que el hombre además, sea hablado. Palabra-símbolo que se nos impone con una carga funcional que nos sobredetermina. Si el hombre piensa dentro de un orden simbólico es porque está atrapado en las redes del mundo significante.

Es así que el inconsciente se develará (entregándose) en la misma literalidad del lenguaje, de modo tal que al leer un sueño accederemos a las metáforas y metonimias de aquello que pugna con insistencia por salir a la luz.

  • EL MITO ES UN HABLA

Si consideramos al mito como un habla, todo aquello que puede ser definido como habla podría llegar a ser mítico. Ésto podría ser así pero solo si sigue determinadas reglas y posee características que lo hacen un discurso diferente; aquel en que es imposible dejar de reconocer la impronta de alguna fantasía fuertemente determinante y continua (parricidios, matricidios, filicidios, incesto, habituales en todo el universo mítico), y que lo conforma como un lugar 1 en tanto cerrado, vuelto eternamente sobre sí-mismo.

Las mismas “cosas” de este mundo humano en tanto son habladas, se insertan y quedan capturadas en el incesante circuito del significante. Al denunciar la “inmortalidad” del significante, hacemos propia la intención de eternidad que se reconoce en el lugar del Otro, espacio virtual, sin tiempo lógico.

Al decir “habla mítica” inscribimos en ésta, también aquel otro tipo de signos que se forman a partir de la escritura (y que la conforman) y de las representaciones en donde el arte antiguo actúa como soporte privilegiado en donde la “acústica” de las formas y el color siguen ofreciéndonos un mundo saturado de significaciones en donde la conciencia significante pudo desprenderse del material que soporta la imagen.

Tal como en el sueño, la imagen requiere ser palabra. La representación mítica habla, porque nos hace hablar. Su presencia nos interroga desde su a-historicidad, aún aquella que hemos forzado a entrar en nuestro campo de significaciones posibles, porque, a mi entender, y a pesar de nuestros intentos de interpretaciones “plenas”, completas, quedará “residua” que se esconde bajo la alternativa de ser sospechada.

Residua que de seguir su huella hasta el final, nos hará tropezar con nada más ni nada menos, con los bordes de lo real, al que solo no haremos otra cosa, que bordear con afán incesante. Ese agujero matriz siempre un paso adelante de nuestros pasos.

Al igual que el sueño, el mito será un juego de luces y de sombras.

En el discurso mítico, no encontraremos contradicción entre el sentido y la forma, lo que da lugar a esa forma ambigua que lo constituye y que continuamente nos sorprende tal como la sorpresa que nos asegura esa detención del tiempo en todo discurrir del leyenda, “había una vez…” que de contínuo se actualiza. Todo sucede como la primera vez. Algo que lo acota, deformándolo y que de este modo lo contiene, lo hace perdurar, ya despejado del tiempo histórico (irremediablemente perdido). Habiendo perdido su historicidad, pasa a ser eterno, ya que todos los tiempos históricos obedecen a la mortalidad. Obvio es que, cuando interpretamos al mito, lo situamos en una temporalidad lógica nuestra, como si se tratara de un hecho histórico acaecido, pero ésto solo valdrá para aquellos relatos que puedan apoyarse puntualmente en datos que coinciden con la historia misma y la lectura cierta, comprobada de lo sucedido en estos tiempos. No obstante, la mayoría de los mitos superan con exceso nuestra interpretación. Será esa excedencia en términos de “residua” lo que vuelve repitiéndose una y otra vez y que nunca nos permite colocarnos en el lugar seguro de que cuando hacemos hablar al mito, le estamos haciendo decir su verdad. Tal lugar de seguridad no existe, como tampoco se puede referir a la seguridad de una interpretación de algún sueño que nos ilusione con su ‘verdad”.

En este lugar el mito no puede ser atrapado, no obstante haber cautivado a caso todas las ciencias. Es que el mito se despliega desde la más romántica superficie hasta la más barroca profundidad De este espectro de los espectros dá cuenta el mito, como un habla que no desea morir. Aquí el lenguaje poético le sigue a la zaga. Ambos se tocan en sus significaciones. Una significación a ultranza, una lengua “plus-ultra”.

El mito señalamos, es un decir, un habla, pero no cualquiera. Es un modo específico de significación. Es una significación sugestiva que posee una forma determinada por el mundo que declara, que denuncia. Un mundo siempre de un más allá, que habla de un saber que se presenta confuso, ilimitado, indeciso, nebuloso, en un sistema semiológico que tanto concuerda con el de los sueños, en el que a un significante le “suceden” múltiples significaciones. Algunos de estos significados insisten en repetirse en formas diferentes con lo cuál se hace más fácil de interpretar su intención. De este modo es posible observar que, no existen relaciones regulares entre el significante y el significado, pudiendo tanto en el mito como en el sueño, un significante poseer una extensión inconmensurable de significados.

De ahí las riquezas simbólicas de ambos productos. Símbolos que requerirán ser eviscerados del cuerpo cerrado que los contiene.

  • EL SIMBOLO

En la antigüedad, el símbolo designaba una acción, la de trenzar, posiblemente uno de los más primarios trabajos artesanales. También” symbolon” en la Grecia antigua, designaba la mitad de una tableta que se entregaba al huésped cuando éste se marchaba. Al despedirse por largo tiempo, quebrábase un objeto cerámico en dos partes y cada uno guardaba su mitad. Esas dos partes de la tableta quebrada, laguna vez volverían a encontrarse y a coincidir perfectamente, constituían la prueba de una amistad surgida de la hospitalidad nunca quebrada pese a la distancia y al tiempo. Aquí lo fundamental del “symbolon” estaba en reunir, coincidir (…) El “symbolon” permitirían un re-conocimiento”. (Estudios Latinoamericanos, 1986)

El símbolo es siempre un objeto sensible, que nos permite descubrir otra realidad distinta de ese objeto. Éste, no puede ser simbólico en sí, ni para sí, sino mediante la conciencia humana. El símbolo siempre posee un carácter plurivalente, expresando una multiplicidad de sentidos, por lo que puede ser comparado a una condensación. algunos autores llamarán a este carácter, polisémico, y por esta misma cualidad lo torna difícil de explicar.

el símbolo polarizará diversas significaciones con lo cuál nos mostrará la solidaridad entre los diversos niveles de la realidad, siempre apuntando a un más allá irremediablemente obturados. Por ésto el símbolo podrá ser descripto, contorneado desde varios costados, quedando siempre algo obscuro, sin resolver, algo del orden del “ad-infinitum” pero… “El símbolo, como decía Heráclito el Obscuro, del Apolo de Delfos: “No expresa claramente, ni oculta enigmáticamente, sino que señala”. (Estudios Latinoamericanos, 1986)

Es probable que solo por medio del simbolismo de un sueño podríamos bajo ciertas circunstancias, interpretarlo sin ni siquiera interrogarlo, pero el trabajo psicoanalítico sigue otras reglas más individuales y si bien se acepta la universalidad de ciertos símbolos, éstos son analizables dentro de la estructura simbólica personal.

Generalmente el símbolo que se nos aparece en sueños es un tipo especial de comparación. Los objetos que encontramos en relación simbólica en los sueños son lo bastante escasos en relación a lo universal; habitualmente se refieren al cuerpo humano, a familiares, a muertos, a situaciones de índole traumática (en donde se sueña, pro ejemplo el accidente sufrido, sin solución y en forma reiterada), a la desnudez y a muy pocas otras cosas más.

Notaremos que el agua representaría en forma simbólica, al nacimiento, los padres son soñados como figuras importantes, los viajes podrán estar vinculados con muertes, etc. Pero hay un campo en donde la riqueza de símbolos acorde con la teoría psicoanalítica, se hace evidente. Es en el campo de la sexualidad, en el que obviamente la mayoría de los símbolos son de naturaleza sexual. Pocos son los objetos, por lo tanto, a simbolizar y muchos los símbolos que los representan. Para el pene, hallamos toda clase de equivalencias simbólicas: árboles, bastones, paraguas, cuchillos, peces, lanzas, revólveres, canillas, martillos, etc. Lo equivalente al cuerpo tales como el pie y la mano o los dedos, o bien víboras, Freud nos recuerda que no solo es por sus valores formales sino también por sus funciones o cualidades. Cita el ejemplo de volar, como fundado en una excitación sexual general, ya que si bien hay zonas privilegiadas llamadas erógenas, generalmente zonas de bordes definidos, todo el cuerpo humano puede ser considerado erógeno.

Paralelamente, el órgano genital femenino es representado simbólicamente por todo aquello hueco tal como floreros, cacerolas, botellas, cavernas, cajas, cofres, caracoles, barcos, etc. Los senos hallan su expresión simbólica en balcones, melones, limones, pomelos. El vello púbico aparece generalmente como bosques.

Cuando en los sueños jugamos, se dirá que estamos manteniendo algún tipo de relación sexual, lo que también será encontrado en le danzar, andar a caballo, en las ascensiones y descensos de escaleras, montañas, etc.

Freud, refiriéndose a las fuentes desde las que se extraen los conocimientos dice que en los sueños, los mismos “los extraemos de diversas fuentes tales como las fábulas, los mitos, el folklore o estudio de las costumbres, usos, proverbios y cantos de los diferentes pueblos y por último del lenguaje poético y del lenguaje común (…), examinando estas fuentes una tras otra, descubrimos en ellas tal paralelismo con el simbolismo onírico que nuestras interpretaciones adquieren en este examen comparativo una gran certidumbre (…) En los mitos relativos al nacimiento del héroe, que Rank ha sometido a un análisis comparado (…) la inmersión en el agua y el salvamento desempeñan un papel predominante. Rank ha establecido que estas representaciones míticas del nacimiento son semejantes a las que el fenómeno onírico emplea generalmente. Cuando en nuestros sueños salvamos a una persona de las aguas hacemos de ella nuestra madre, o simplemente una madre (S. Freud, 1948)

En el mito baste solo recordase el acuático nacimiento de Afrodita. Así como en Babilonia, probable origen de esta diosa bajo el nombre de Mylitta, en Grecia llegada a Chipre, en Egipto con el nacimiento de Moisés (Moshe), cuyo nombre justamente alude a ser salvado desde las aguas, en casi todos los lugares del mundo, algún tipo de nacimiento vinculado con dioses y héroes, no ha dejado de existir en sus mitologías.

También los paisajes sirven para representar simbólicamente al aparato genital de la mujer. Al respecto dice Freud: “Acudid a los mitologistas y veréis cuán importantísimo papel ha desempeñado siempre la madre tierra en las representaciones y los cultos de los pueblos antiguos y hasta que punto la concepción de la agricultura ha sido determinada por esos simbolismos” (S. Freud, 1948)

Basta releer la Teogonía para observar las innumerables y diversas formas que adquiere la maternidad: de Zeus y Menmosina unida nueve noches, pasado el tiempo nacen las nueve Musas inspiradoras de toda noble y artística acción. Tierra, después de haber nacido Caos, esa sede de ancho seno perenne de todos los Inmortales que genera a Urano estrellado. De Caos nacieron Erebo y la negra noche, de ésta nacen Eter y Hemera (el día). Tierra poseída por Urano de a la luz a Océano, a Ceo, Crío, Hiperión y Jápeto. Madre también de Cronos y de los Cíclopes y de aquellos Hecatónquiros de triste destino. Tal parece ser que la maternidad tenía sexo. Tampoco los hijos eran siempre lo deseado como bello y bueno. Lo terrible, lo monstruoso, lo admirable, lo subterráneo, lo celestial, se fueron fundiendo para poder dar el hombre mítico debida cuenta de sus percepciones, tanto las que provenían del mundo circundante como las que devenían de su propia corporeidad. Cuerpo que, como tal, es el escenario natural de toda simbolización.

En la teogonía griega, todo el universo será una jerarquía de poderes, autoridad, dignidades, vínculos tanto de dominación como de sometimiento, que han sido instaurados por la intervención de agentes divinos pero sometidos luego a un poder único, en Grecia, Zeus que el mito lo proyectará como el monarca absoluto de toda esa sociedad divina.

Hasta los sueños de aquellos tiempos que nos han sido legados por diversos documentos, hablaban de la omnipresencia de estos dioses en lo más profundo del hombre. sueños que hoy podrían llegar a ser interpretados de otra forma y siguiendo otro tipo de simbolización.

Nuestro conocimiento acerca de las fuentes de relaciones simbólicas y sus características provienen de un análisis, cuidadoso y exhaustivo, aunque no por eso final ni terminal. Hemos podido reconocer fuentes como mitos, cantos, leyendas y los reconocidos símbolos de naturaleza sexual.

Todo el simbolismo que ha sido estudiado por el Psicoanálisis, también lo ha sido por la Mitología, el Arte y más tarde en el desarrollo de la Lingüística, tal como hoy la apreciamos.

Al señalar que existen simbolismos particulares, hacemos referencias también que el sueño es una experiencia individual y tan propia que, ahora, ser compartida por los otros. Para algunos autores como Jung, el soñar es un modo contínuo del ser. Para él, siempre soñamos, es decir que las “pequeñas psiques secundarias”, permanecen siempre en actividad, pero que en el “bullicio del día”, no se alcanza a oír el murmullo persistente de los complejos inconscientes. En este sentido, se acerca a lo señalado magistralmente por Aristóteles.

  • JUNG Y SUS MULTIPLES INTERESES

Jung, observó que siempre que un enfermo se hallaba en situación de conflicto que reflejaba en un plano individual, un conflicto humano general le sería paralelo. Los motivos del sueño también tendrían un aspecto universal, a lo que se ha podido encontrar tanto, en la mitología como en los cuentos para niños. Basándose netamente en su independencia del tiempo y ubicuidad, Jung ha llamado a esos motivos oníricos, “normas arquetípicas” y al estrato inconsciente del que surgen, el “inconsciente colectivo”.

Los arquetipos no representan algo externo, aunque por supuesto deben lo concreto de sus imágenes a impresiones exteriores, pero estas percepciones no pueden ser modificadas, ni poseídas individualmente, antes bien serán las mismas en el individuo que en la multitud y esenciales en todo.

Se puede observar en Jung, la corroboración de desarrollos psíquicos análogos en los ritos de iniciación de tribus primitivas, en las religiones de Oriente y en la obra de los alquimistas. Temas éstos que dieron origen a varias especulaciones que, salieron del marco psicoanalítico ortodoxo, hicieron que este autor, se vincule así, mucho más con cierto misticismo.

Para este autor, los sueños pueden interpretarse atendiéndolos a un paralelismo mitológico, en lo que pueden “ampliarse” un aspecto fragmentario del sueño, con la ayuda del conocimiento que de él tenga tanto terapeuta como analizando. Este método llamado “amplificación”, tiene la particularidad de que el que sueña pueda enriquecerse y expresarse con mayor cantidad de imágenes. Para ésto, Jung se vale de la elaboración de que el trabajo onírico deber ser considerado como “rasgo arcaico”, siendo igualmente inherente a los antiguos sistemas de expresión, ya letras o escrituras.

Para Jung, los sueños tendrían funciones compensatorias, advirtiéndole al soñante sobre los peligros de la vida presente, pudiendo anunciarles los mismos, muchos sucesos antes que ocurran en la realidad, sucesos que son consecuencia de crisis en la vida que tienen una larga historia inconsciente, yendo hacia sin “darse cuenta”. Jung aquí no se encontraría lejano a Delfos.

De la importancia fundamental de los arquetipos inconscientes se desprende según Jung, que éstos producen mitos, religiones, y filosofías a diferencias de los complejos personales que jamás producirían los tales. “Comúnmente se supone que en alguna determinada ocasión de los tiempos por algún inteligente anciano o profeta y que, en adelante fueron “creídas” por el pueblo crédulo y carente de sentido crítico (…), pero la misma palabra “inventar” deriva del latín “invenire” y significa “encontrar” y de ahí, encontrar algo buscándolo. En el último caso la propia palabra insinúa un cierto conocimiento (inconsciente), anticipado de lo que va a encontrar”. (K. G. Jung, 1966)

Un ejemplo de relaciones entre sueño, mito e historia, lo encontraremos en el libro hindú “Rig-Veda”, en el capítulo referido al fuego el que se encuentra figurado como un símbolo del amor y de la unión sexual. También en el mito del robo del fuego por parte de Prometeo, hallamos aún más claramente indicaciones de esta significación simbólica sexual del acto de encender fuego además de significar el conocimiento. muchas son las leyendas que vinculan el fuego con la sexualidad, entre las que resulta especialmente significativa aquella en la que el mago Virgilio vengándose de los desprecios de una bella mujer, apagó todos los fuegos de la ciudad obligando posteriormente a sus habitantes a irlo a encender nuevamente desde los genitales de la mujer que lo había rechazado.

A partir del fuego, muchos otros objetos en relación con él, adquieren por desplazamiento una significación análoga. Un ejemplo de ésto lo encontramos en las chimeneas. Otros ejemplos vinculados a la fecundidad lo encontramos en las herraduras, el trébol, la mandrágora.

Otro simbolo especialmente “ideado”, para la comprensión tanto en los sueños como en los mitos y las fábulas, es la referida a la representación de los padres, encarnada y proyectada sobre las figuras de reyes, emperadores o personas de alto rango.

De esta interrelación entre mito y sueño subraya Rank: “En lugar de una simple comparación del sueño con el mito, construye una teoría genérica, que permite concebir los mitos como los residuos deformados de fantasías optativas de naciones enteras, esto es como los sueños seculares de la joven humanidad (…). Como el sueño en sentido individual, representa el mito en sentido filogénico una parte de la perdida vida anímica infantil y el haber vuelto a hallar íntegramente en las tradiciones míticas de la época primitiva el conocimiento de la vida anímica inconsciente”. (S. Freud – 1948)

En este sentido inferir con el conflicto de la vida anímica infantil fundamental, el “conflicto familiar” , o “novela familiar, como deseemos llamarlo, es proyectado también en la figura de los dioses, con todas sus luchas, inconvenientes, realizaciones, hazañas, etc. y tal como hemos podido encontrar en toda la literatura mítica.

En muchas oportunidades se ha podido constatar por medio de la investigación psicoanalítica que muchos de los temas oníricos de pacientes, tienen vinculación con temas fabulosos en los que se revela un gran valor mitológico. Basta solamente soñar con figuras edípicas: Layo, Edipo, Yocasta, Etéocles, Polínices, Creonte, Ismena y la espléndida y trágica Antígona.

DEL ARTISTA

Cuando el psicoanálisis se concentra sobre el “decir”, lo hará de modo diferente al novelista, el que concentra su atención en lo que sucede, tal como una pasión, independientemente de que la pueda contener, y le otorga una forma de creación, en lugar de reprimirlas tal como harían los neuróticos. El Psicoanalista interpretará a la obra tratando de encontrarle algún sentido, pero siempre será el sentido que remita a lo inconsciente. Al poeta probablemente poco le importe el sentido, mucho más encontrará en el placer (tal como el niño) de poder “jugar” con el sentido. Juego en donde él, entre sus personajes, se confunde y funde de tal modo que obra y autor son casi una misma cosa. Es así que parece sospecharse una distinción radical entre neurosis y acto de escritura, ya que en aquella, leída por analista, muestra los efectos de la represión. En la obra literaria lo que debía ser reprimido, no lo es, muy por el contrario se inscribiría casi como un “redoblándose” .

A todo esto ocurre la sublimación, uno de los destinos privilegiados del instinto.

Tal como el niño el adulto juega, pero su juego será la fantasía, una liberación de “la tragedia de la vida”, un tiempo-espacio en donde las convencionales reglas represivas son elaboradas.

Otras veces las fantasías pasan a formar parte del gran marco cultural que el hombre produce. Muchos son los músicos que han interrelacionado el mundo de sus fantasías (su alma selvática) ya gratificantes, ya dramáticas: Saint Saens con su Carnaval de los Animales; Tartini con El Trino del Diablo tema musical principal de una sonata que asegura el compositor haber escuchado y visto en sueños tocar al mismo Diablo; Beethoven con La Pastoral, Schubert con el quinteto La Doncella y la Muerte; Wagner, con su famosa Tetralogía, amplio y profundo despliegue de toda la mitología nórdica; Berlioz con su Sinfonía Fantástica, Dukas con El Aprendiz de Hechicero … la lista es interminable). Que decir de las óperas donde la Música (Euterpe), la Danza (Terpsícore), la comedia y contenido al acontecer y suceder humano.

Le acompaña la pintura, desde aquellas primitivas ligadas al pensar mágico hasta la más abstractas de nuestra contemporaneidad que estarían indicando los nuevos tiempos – espacios en que vivimos. También se nos hace presenta la escultura para decir de la historia de las pasiones del hombre.

En cualquiera de los campos del arte que elijamos para ejemplificar a las fantasías, el inconsciente “maternizará” la obra, imprimiéndole su sello, aquel que dice de la realización de deseos. De ahí que devenga una singular familiaridad entre sueño, fantasía, mito y obra de arte.

Si bien hoy en día se lo piensa al artista de muchos modos, “el artista es al mismo tiempo, un introvertido que roza la neurosis. armado por impulsos extremadamente fuertes, quisiera conquistar honores, poderes, riquezas, gloria y el amor de las mujeres, pero le falta los medios para para procurarse tales satisfacciones. Es esta razón por la cual, todo hombre insatisfecho, se desvía de la realidad y concentra así todo su interés como su líbido en los deseos creados por su vida imaginaria, lo que fácilmente puede conducirle a la neurosis”. (S. Freud – 1948).

Podemos o no estar de acuerdo con tal taxativa afirmación, que al pretender ser universal, posee sus exepciones, pero así constata el pensamiento freudiano, que en todo artista persiste aún aquellos anhelos infantiles que, al no hallar expresión en la realidad, se buscan un mundo imaginario compensatorio donde encuentran alguna satisfacción. Los fantasmas, los ensueños, llevarán de cualquier modo, los rasgos, los trazos de su origen.

Algo similar habría en el mundo de los sueños. Tal como en el arte algo obscuro, resplandece. En cada uno de sus sueños el hombre, inscribe, compone, esculpe con una habilidad que podríamos suponer superior a la del artista, pero tal como éste, el soñador es dueño de su creación con mayor “libertad y al mismo tiempo con mayor esclavitud que aquél, ya que el soñante no puede “salir” fácilmente de su mundo onírico. En los sueños no solo el odio sino el amor, la tristeza como la alegría, la violencia como la paz, el uno como el todo, no contradiciéndose, casi de común acuerdo, formando increíbles alianzas, amalgamando lo dispar, uniéndose absurdamente, se conforma; tal como si Apolo y Dionisios se fundieron en un fraterno abrazo, en el sentido en que Apolo, resplandece por ser dios del sol e iluminará aquellas representaciones del soñar que solo se manifiestan en su apariencia y que son como tales, engañosas mientras que Dionisio hace de las suyas. Sabemos que del desentrañamiento de las mismas, devendrá lo verdadero ocultado trás de su deformación. Apolo regirá en los sueños como originariamente lo fué en el arte. Y que es el sueño sino esa “pieza maestra” de la que hemos hablado, que nos “habla” desde nuestros mitos más antiguos; los de nuestra infancia?.

Obra maestra cada vez que se realiza acuñando todo aquello de naturaleza instintual que no puede ser dicho de otro modo. Algo así como, las dos caras de la diosa Jano; Apolo pone freno pero no destruye a aquellos peligrosos elementos de la naturaleza. La relación que se puede establecer entre Apolo y el soñar es que ambos, Sueño y Apolo, permanecen inalterablemente ligados al ámbito de la visión y a sus principios. Podríamos afirmar que es, en la “infancia de la humanidad” en donde encontraremos las primeras huellas del mito, así como los fantasmas que pueblan mi vida infantil.

Huellas de fantasmas, patrimonio del hombre.

Fantasma – demonio.

Fantasma – dios / diosa.

Fantasma – monstruo.

Fantasma – etcéteras.

Acaso el hombre “primitivo”, no tendría esos fantasmas?

Acaso el hombre actual, no tiene esos fantasmas.

EL HOMBRE

El niño y nuestro hombre “primitivo” parecerían igualarse en las preguntas. Ambos intentarán por medio de las fantasías dar respuestas a este interrogante que hace a la vida.

Cuando Freud dice que es lícito establecer una correspondencia entre el niño que juega y el poeta que produce, en el sentido de que ambos utilizan a la fantasía como pivote para tal producción, bién podríamos llegar a afirmar que no solo pueda darse tal correspondencia sino también en lo que se refiere a la temporalidad. El niño toma en serio el mundo de sus juegos, el poeta a sus fantasías y el primitivo a sus mitos.

En todas estas producciones hallamos un tiempo que les es propio y común. El tiempo característicos del inconsciente.

Podemos sin más decir que el hombre “primitivo” es un niño?

Podemos también decir que el neurótico es un niño?

Todo el mundo ha fantaseado, todo el mundo fantasea y seguirá sin duda haciéndolo (a menos que se modifique substancialmente la naturaleza del ser humano, cosa por ahora, realmente improbable), encontrando en la base de esas fantasías, instintos que no han podido ser satisfechos, siguiendo su prerrogativa fundamental en la realidad y siendo de este modo obligados a recorrer un meandro que desemboca en un modo substitutivo, no por eso menos efectivo. Casualmente el efecto de esas substituciones (en donde se reconoce la impronta de la represión), entre otras cosas, lo que origina el devenir de la cultura.

  • La obra de arte.

Con la Obra, el autor daría garantías de su existencia, permaneciendo su nombre ligado “para siempre”, al pie de la misma.

De ahí que tomar “algo al pie de la letra”, sería encontrar el sello que originó el autor. Algo de su deseo. Algo de su vida. Algo de su Biografía.

En algunos poetas, el tema de sus obras puede bien llegar a provenir directamente de las estructuras de su biografía. Pero, en otros casos toma motivos ya conocidos. En este sentido podemos decir que, algunos provienen de sus mitos particulares y otros de los mitos populares.

La investigación en algunos casos pueden realizarse fácilmente, en otros se torna más difícil por causa de su interacción y profundidad con otras capas de la estructura psíquica, que como “cebolla”, dirían de lo mismo aunque en forma diferente, produciendo confusión en su lectura y en su comprensión.

La investigación de estos productos de la Psicología de los pueblos, es desde luego imposible; los mitos, por ejemplo, es muy probable que corresponda a residuos deformados de fantasías de naciones enteras, a los sueños seculares de la humanidad joven” . (S. Freud – 1948).

Es que en el discurso mítico hubo relaciones nuevas entre los sonidos y sus conceptos, que hoy no son cerrados y obscuros, casi como si fuera un sistema de retro – alimentación.

Hubo en los orígenes del relato mítico, tal como el sueño; desplazamientos, condensaciones, deformaciones de la realidad (por los motivos que fueran), y una rica fantasía.

En el relato mítico existe un cierto tipo de no – orden habitual, siguiendo no obstante, una forma particular del desorden. A mi entender, un orden de acuerdo a lo inconsciente.

Ese desorden de los sueños, que son ordenados en nuestro preconciente para ser entendidos. Nuevo ordenamiento que representa una leve forma de la represión. El desorden también de las fantasías que dieron origen al relato del mito que también (secundariamente) fueron ordenados para poder ser transmitidos (un ejemplo estaría por los llamados grandes sueños de la humanidad, a la que Freud y Jung, entre otros, hicieron referencia).

No solo los síntomas, obra de arte, sueños del hombre antiguo y del hombre contemporáneo han sido estudiados para tratar de conocer que tipo de hombre sería o es, sino también “los chistes eróticos y de otra índole que circulan en el pueblo son excelentes recursos auxiliares para investigar la vida psíquica inconsciente del hombre, tales como los sueños, los mitos y las leyendas” (S. Freud – 1948). Esta aseveración realizada por Freud en su carta al Dr. Krauss sobre la “Antrophyteia”, esclarece lo que pensaba este autor sobre las formaciones del inconsciente.

Es obvio que cuando consideramos a una obra de arte desde la perspectiva psicológica, diferiremos en algo de la de la ciencia y en algunos casos de la literatura.

Parece mucho mas interesante para el psicoanalista referirse a una obra literaria de dudosa procedencia y valor que a aquellas que como las novelas psicológicas, ya estaría todo indicado. No obstante podemos afirmar que, no todo está dicho de una vez y para siempre.

Dice Jung: “La apasionante descripción de hechos, que en apariencia renuncia por entero a la intención psicológica es precisamente del máximo interés para el psicólogo, pues la entera narración se edifica ante un trasfondo psíquico inexpresado que, para la mirada crítica se destaca tanto más pura y sin mezcla cuando mas inconsciente de su presuposición está el autor”. (K. J. Jung – 1984).

Cabe aclarar aquí, que se ha podido observar que los poetas en sus elaboraciones no hacen más que repetir motivos fundamentales que pertenecen en forma irresuelta a la esfera de su infancia.

Sobre esta nunca saturada línea de repetición se mueven los temas que luego mostrarán productos de literatura familiar, política, comedias, historias policiales, tragedias, lírica, etc. “cualesquiera que sea su forma artística, los contenidos de la creación literaria, musical, etc. es decir psicológica de arte, proceden constantemente del dominio de la experiencia humana, del primer plano anímico de intensivas vivencias” (…). “Inclusive el material psíquico de la vivencia no tienen en si nada foráneo, por lo contrario, es lo primordialmente conocido: la pasión y sus destinos, los destinos y su padecer, la naturaleza externa, sus bellezas y sus espacios” (…) Pero en la creación de la obra de arte que Jung, indica como “Visionaria”, todo lo anterior queda revertido, el material no es conocido, es foráneo, de naturaleza de trasfondo, como proveniente de abismos de etapas prehumanas o como de mundos luminosos u obscuros de naturaleza sobrehumana, una vivencia primordial a la que, la naturaleza humana amenaza sucumbir en debilidad e incomprensión” (…) “El valor y el peso se hallan en la enormidad de la vivencia, que emerge foránea y fría, o significativa y elevada desde profundidades intemporales por un lado de modo atornasolado, demoníaco, grotesco, volando valores humanos, bellas formas, un ovillo aterrador del eterno caos o un crimen “laesas majestatis humanae” para decirlo con Nietszche, por otro lado una revelación para ahondar cuya altura y profundidad (recordamos la palabra “altus”?), apenas basta la voluntad humana, o a una belleza para concebir la cual en vano se fatigan las palabras (…), se desgarra el telón sobre el que están pintadas las imágenes del cosmos, de abajo arriba y abre una mirada en inconcebibles profundidades de lo no llegado a ser (…). No podemos ni asentir ni negar” (K. G. Jung – 1984)

Más adelante Jung nos dirá que el poeta seguiría las huellas de una vivencia amorosa que no es compatible con lo moral y lo estético de su personalidad, por cuyo motivo, aquel se ve compelido a reprimir y hacer invisible (inconsciente), esta vivencia en forma global o al menos en aspectos esenciales. Como esta represión fracasaría el poeta se vería compelido a repetir en series infinitas de producciones.

De esta manera debiera entonces tener efecto la poliferante plenitud de figuras monstruosas, demoníacas, grotescas y perversas, por una parte, como substituto de la vivencia no aceptada y por otra, sirviendo a su mismo encubrimiento” (K.G. Jung – 1984).

Algo así como si de una falla de la represión, algo entonces neurótico, cuyo síntoma sería parecido, un símil de la obra de arte.

Otro acercamiento a la obra de arte seria la de aquella conceptualización de la misma, como si se tratara de un fetiche con lo cuál ésta quedaría enlazada a las estructuras denominadas perversas, por efecto de la renegación.

Pero para Jung la visión profunda de lo que produce la obra de arte, es una auténtica vivencia primordial; no es algo derivado, secundario o sintomático, sino un símbolo real; “esto es, una expresión para una entidad desconocida”. “En el sentimiento vivenciamos algo conocido; el presentimiento nos conduce empero a algo no conocido y oculto, a cosas que por naturaleza son secretas. Si alguna vez son conscientes, se encubren y disimulan a propósito y por lo tanto se les adhiere desde épocas remotas; el secreto llama a lo siniestro y al engaño. Están ocultas al hombre y el se oculta de ellas con terror, terror sacro, amparándose tras el escudo de la ciencia y la razón. El cosmos en su fé diurna, que ha de preservarlos de la angustia nocturnas del caos”. ( K.G. Jung – 1984).

Tal nos parece que Jung, por momentos se “ocultase” el mismo de ciertas razones que el psicoanálisis mismo ha descubierto. Pero tal es la historia conceptual de un hombre que trató de darle al psicoanálisis una visión más mística que científica. De hecho parece haberlo realizado.

Como hemos visto para el hombre “primitivo”, este elemento vivencial es fundante de la imagen que el tiene del mundo que lo rodea.

Para Jung el poeta observará por momentos algo de ese mundo psíquico vinculado con los espantoso y lo monstruoso que simultáneamente constituye algo de la esperanza del hombre de antiguas civilizaciones.

Hemos podido observar en estas antiguas culturas siempre la existencia de todo un sistema de enseñanzas secretas, de cosas obscuras y la enunciación de que hacer y como hacerlo (por medio de los rituales) respecto de todo lo que se sabe de ese otro mundo del más allá.

Pero, para el pensamiento junguiano algo escapará a esa imaginarización y esto será la vivencia primordial, la que carece de palabras y de imágenes, ya que para esta línea de pensamiento esa visión estará metaforizada como en un “espejo obscuro”.

En la vivencia de este fenómeno primordial, se admitirá que se halla en pleno esa imagen de lo inconsciente colectivo, estructura innata y particular, matriz de todo fenómeno psíquico y condición previa de la conciencia, la que según la ley de la Filogenia, se lleva al igual que en lo anatómico, las marcas de los grados ancestrales atravesados con anterioridad.

Este fenómeno se da en lo inconsciente, en el que se revelan, en el sueño, en las perturbaciones mentales, productos y contenidos anímicos que llevan en sí las marcas del pasado primitivo “no solo en su forma, sino también en el sentido de manera que a menudo se podrá opinar que fuese fragmentos de antiguas enseñanzas secretas. (K.G. Jung – 1984).

De hecho todo mito, para Jung podrá ser “transferido”, transmitido por esta instancia llamada inconsciente colectivo, tal como las enseñanzas antiguas, las que actuarían desde sus matrices primordiales en todos los hombres, siendo los poetas, los que por alguna fisura de la estructura censuradora, habrían tomado contacto más profundo, proyectando en sus obras los contenidos de los mismos. Entre estos, como señalamos anteriormente, estarían los temas mitológicos, los que se expresarían por medio de símbolos. Estos mostrarían un aspecto.

Cuando Freud, en el manuscrito Nº 2, nos señala que el mecanismo de la creación literaria es el mismo que el de las fantasías histéricas, ya desde ese tiempo, observamos el germen de lo que luego dará por resultado las substanciales diferencias que los separan de Jung.

Si aquí reflexionamos sobre lo dicho por Eliade, para quién el crear es vivencia primordial, resultando de este modo que en la creación literaria, (concretamente en la novela), o el cuento serio, observaremos que el tiempo de estos y el tiempo del mito coinciden.

Para ejemplificar lo antedicho, Borges nos presta la narración de algunos párrafos de “La Escritura de Dios” :

(…), era una de las tradiciones del dios, Este previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la creación, una esencia mágica apta para conjurar los males. La escribió de manera que llegará a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en que punto la escribió,

(Nosotros, nos la imaginamos escrita en el inconsciente)

Ni con que caracteres (…), en el ámbito de la tierra hay formas antiguas, incorruptibles y eternas, cualquiera de ellas podía ser el símbolo buscando. Una montaña podía ser la palabra de Dios, o un río (…) la montaña y la estrella son individuos (recordamos el sueño de José), y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz (…). Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres, quizá en mi cara estuviera escrita la magia, quizá yo mismo fuera el fin de mi busca (…) más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel texto (…) Un dios reflexioné debe decir una palabra y en esa palabra, la plenitud.

Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo (…) Entonces ocurrió lo que puedo comunicar, ni olvidar (…) El éxtasis no repite sus símbolos (…) Yo vi a una rueda altísima que no estaba delante de mis ojos (…) Sino en todas partes a un tiempo (…) era infinita. Entretejidas la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron (…) Vi el universo (…) Vi el dios sin cara, que hay detrás de los dioses (…) y entendiéndolo todo alcancé también a entender, la escritura del tigre. Es una formula de catorce palabras casuales (…) y me bastaría decirles en voz alta para ser todopoderoso”. ( J.L. Borges – 1974).

Habría alguien más habilidoso que el poeta para señalar el punto errático donde convergen la luz y las sombras?

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