CAPITULO 5 –  AFRODITA Y EL AMOR FEMENINO  /  EL DESEO FEMENINO 

Dos leyendas diferentes se refieren al origen de Afrodita. En la Teogonía, esta diosa nace como consecuencia del corte de los genitales de Urano ,ese feroz y temido padre arcaico. Un hijo suyo será “casualmente”, quien a instancia de su madre, Tierra, realiza la primera castración en toda la historia de la mitología.

El motivo de la venganza tiene su origen en el cansancio de Tierra en engendrar monstruos a partir de sus relaciones con aquel que ella misma había generado para protegerla y cubrirla durante las noches.

Tales monstruos fueron los Cíclopes parecidos a los dioses pero con un solo ojo Una de las transcripciones de “Cíclop” se refiere a “ojo circular”. Estos Cíclopes estaban dotados de fuerza y destreza extraordinarias, siendo una de sus principales características psíquicas, la sagacidad. Los otros monstruos fueron aquellos de los que hemos dado cuenta en el relato de Hades, los Hecatónquiros.

Fue desde aquella acción de rechazo de los Hecatónquiros, reprimidos, encerrados en el Tártaro brumoso, que la Tierra entristeció, meditando durante largo tiempo su venganza. Venganza de la que se hizo cargo, Cronos.

Este, con la hoz fabricada con tal motivo por su madre, corta los genitales de Urano cuando éste viene a poseerla y los arroja hacia atrás, la sangre del corte salpica a Tierra, la que, con el curso de los años, da nacimiento a las Erinias (también “a posteriori”, reconocidas bajo el nombre de Furias), a algunos gigantes y a las ninfas Melias (doncellas de los bosques).

Respecto de los genitales propiamente dichos, siendo arrojados al Ponto (mar), éste los retiene durante algún tiempo, produciéndose del “miembro inmortal” y de la espuma el nacimiento de la diosa.

Por lo que podemos observar, de este cruento hecho, hay un doble nacimiento, uno que producirá horror y uno que producirá belleza.

Este mito ejemplifica notable y primordialmente a uno de los temores básicos del hombre: la castración.

LO SINIESTRO

Vinculado a ésta, siempre encontraremos a un sentimiento siniestro, inquietante, espantoso, estudiado por el Psicoanálisis como lo “um-heimlich”, que en cualquiera de sus acepciones, siempre va a coincidir con aquel afecto primario por excelencia, la angustia.

Hay algo en lo “um-heimlich”, en lo siniestro, que siempre va a aparecer simultáneamente como familiar, ya conocido (“heimlich”), término que también se lo reserva para lo propio de la casa, lo íntimo, lo confidencial.

Estas dos palabras “heimlich” y “un-heimlich”, serán antónimos. Siendo ese prefijo negativo “um”, “el signo de la represión”.

Lo que aparecerá como inquietante en este mito esa castración de Urano, en virtud de la cual, emergerá del contacto acuático, Afrodita en todo su esplendor.

Será esta Afrodita la que actuará obturando una falta, al estilo de lo que aparece en el llamado fetichismo.Y como toda falta, producirá el Deseo. En este mito, el horror está instalado desde el mismo inicio.

Algo que debería haber quedado oculto, devino realidad, y en su novedad produce el espanto.

¿Habrá sido el espanto que producía la castración en los tiempos de origen de este mito?.

¿Será la angustia del poeta, compartida luego por su generación y posteriores generaciones, debido al horror universal que la castración produce, lo que dio origen a este mito?.

Cualquiera fuera, ya éstas, ya otras las posibles preguntas (lo que siempre en el caso del mito se refiere), su elucidación se pierde en el mundo de la fantasía y se re-encuentra en el relato mismo.

LA INSISTENCIA DE LO MISMO Y LOS DIFERENTES NOMBRES DE LA DIOSA

Algo insiste, algo retorna, desde lo reprimido mismo.

Algo que pareciese querer ser eterno, como si nuestro inconciente se resistiese a “asimilar la idea de nuestra propia mortalidad” .

Esta diosa tan singular, recibió diferentes nombres:

Afrodita: diosa nacida de la espuma y de frente coronada.

Citeres: por haber llegado a Citerea.

Ciprogenia: por haber nacido en Chipre.

Filomedes: porque surgió de órganos sexuales.

“El sexto himno homérico narra con muchos detalles su ulterior destino después de su nacimiento en el mar; el Céfiro, húmedo la impulsó con la suave espuma d las olas hacia Chipre, donde las Horas la recibieron con alegría y le impusieron vestimenta divina. Le colocaron una áurea corona y le colgaron, preciosos adornos en las orejas. Le adornaron el cuello y el pecho con collares de oro como los llevan las Horas cuando se dirigen al círculo de los dioses en la casa del padre. Así ataviada condujeron a la magnífica ante los dioses, quienes la saludaron con exultación y se enardecieron de amor”. (4)

Esta Afrodita nacida de la espuma se veneró en la antigüedad como diosa del mar y de la navegación, (Filodemo ant. Pal. 19,21), haciendo que los navegantes alcancen el puerto seguro (Ant. Pal. 143 y s. 10, 21). (5)

Afrodita fue llamada también, diosa de la feliz travesía y de los puertos siendo frecuente su veneración en ciudades marítimas. También aparece en la tierra, como diosa de la naturaleza floreciente vinculada a las Cárites, bailando con ellas, y haciéndose bañar y ungir y tejer su pelo por las mismas.

Afrodita esta casi siempre acompañada por Eros (quien aparece en la Teogonía, por primera vez como el primero de todos los dioses y en un segundo momento como hijo de la diosa), y por Deseo, concurriendo a la asamblea de los dioses. “Preside la charla familiar de las doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce encanto, la amistad, la ternura”. (Hesíodo-La Teogonía.l978)

Será esta diosa que aparece en la Teogonía, cumpliendo graciosamente, tarea de naturaleza sexual:

“Después que Zeus arrojó del cielo a los Titanes, la enorme Tierra, engendró a Tifeo por gracia de la áurea Afrodita”.(Hesíodo l978)

“Aetes, hijo del sol que alumbra a los mortales, desposó por voluntad de los dioses a Ida, de hermosas mejillas, hija de Océano, el río perfecto. Ella en la plenitud de su amor, le dio a Medes de bonitos tobillos por la gracia de la áurea Afrodita…” (Hesíodo-l978) “La hija de Océano, Calirroe, unida a Crisaor, de valeroso corazón, engendró por el amor que proviene de la resplandeciente Afrodita”. (Hesíodo-l978)

“A este hijo vigoroso y sensato (Faetón, quien era primitivamente el sol, pasando luego a ser la estrella de la tarde, ya que Apolo absorbió esta representación por la cual se le nombraba Febo-Apolo), cuando gozaba de la tierna flor de la gloriosa juventud, Afrodita, que gusta de sonreir, lo llevó consigo para hacerlo guardián nocturno, demonio divino, en sus sagrados templos”. “Entre la hija del anciano marítimo Nereo, Psamate, divina entre los dioses, engendró a Focos, en el mar de Eaco, por gracia de la áurea Afrodita”.Luego dio a luz a Telégono, por la gracia de la áurea Afrodita” (Hesíodo-l978)

Con tales funciones, aparece Afrodita a lo largo de la Teogonía, siempre uniendo a los dos sexos, ya netamente diferenciados.

Es la figura de esta diosa, la que predominantemente resignifica esta forma de engendrar desde lo masculino/femenino.

Tal como se puede observar, los dioses en muchas oportunidades, engendraban desde sí mismos:

“Tierra, en primer lugar, originó un ser igual a ella misma para que la cubriera totalmente, Urano estrellado (…) luego produjo las altas montañas (…). “Noche dio a luz al odioso Destino, a la negra Ker y a Thánatos. También dio a luz a Sueño y a la raza de los Ensueños. Noche Tenebrosa, no los concibió acostada con ser alguno”. “El mismo Zeus, sacó de su cabeza a la terrible Tritogenia que aviva el tumulto de las armas (…)”.Hesíodo-l978)

Esta Tritogenia es Pallas Athenea, llamada así por haber sido generada tres veces. La leyenda relata que Zeus la había engullido a punto de dar a luz por Metis; acto realizado por consejo de Tierra y Urano, a fin de que el dios pudiera conservar su honra real, ya que Metis era hija de dioses y de hombres.

Como se puede observar en estos ejemplos y en otros que encontramos a lo largo de casi todas las mitologías, la oralidad aparece siempre realzada y ligada a actos vinculados con lo cruento y con la muerte. Una oralidad predominantemente enlazada a la agresividad.

Agresividad constitutiva de toda las figuras divinas.

Otro ejemplo de autoengendramiento, fue el de Hera, sin “unirse a amor alguno, en rivalidad con su esposo (Zeus), produjo al ilustre Hefestos, el más destacado por sus artes entre los Uranidas”.

LA PRIMERA MUJER

Hefestos, es aquel que por indicación de Zeus, modelará en barro a una doncella llamada Pandora (colmada de dones), la que dará origen a la raza de mujeres (desestimadas por los dioses, según se lee en la obre de Hesíodo), como venganza frente a la acción de Prometeo.

Del destino de Cronos, quien por su acción genera a esta diosa, da cuenta la Teogonía, relatando que aquél amando a Rea, engendra hijos gloriosos, entre los cuales merecen destacarse Hades (que habita los palacios subterráneos y tiene un corazón implacable) y a Zeus, padre de dioses y de hombres.

Cronos iba devorando a sus hijos a medida que Rea los iba pariendo, (he aquí otra vez, la oralidad agresiva y destructiva) a fin de que ninguno de ellos ostentara el privilegio real que celosamente guardaba para sí. Ese privilegio real de dios, nombre que en esta oportunidad dice del nombre del padre. De este modo un hijo a quien no se le da el nombre de tal, por la ausencia del nombre del padre, en la antigua Grecia mítica, estaba condenado a muerte. Hoy diríamos que su segunda condena sería la psicosis.

No obstante, este dios, sabía del destino que se le deparaba, marcado por Tierra y Urano y sujeto a la maldición de éste. Fue Rea la que rogó a sus progenitores que pensaran un ardid para que pudiera dar a luz al hijo que llevara a cabo la venganza contra su padre. De tal modo, sus padres, la enviaron a un pueblo de Creta y allí Rea parió a Zeus, el que fue recibido por la enorme Tierra para alimentarlo y así poderlo criar. Zeus fue llevado de inmediato a través de la noche hacia las alturas del Lictos, siendo escondido en una gruta escarpada en las profundidades del monte Egeo, cubierto de espesas selvas, mientras que a Cronos le fue dada a comer una enorme piedra envuelta en pañales. A posteriori Zeus vencerá a su padre y reinará junto a su familia, la que habría de ser vomitada por Cronos (los que habían permanecido vivos en su interior, por tratarse de dioses inmortales). Sus tíos uránidas reconocidos, le ofrecerán el trueno, el rayo y el relámpago, como obsequio, los que antes eran guardados por la Tierra.

Notable es esta metáfora de Cronos, padre que se come a sus hijos, sobre todo teniendo en cuenta que se trata del dios del tiempo, con la cual se estaría simbolizando aquella imaginarización que del transcurrir de la vida tenían los antiguos. Asimilación ésta, más tardía del mito.

De lo antedicho podemos desprender esas luchas, desavenencias, concertos, arreglos, controversias, etc., que se daban en la realidad de los dioses, los que conviven casi igual que los humildes mortales, como si conformaran algún tipo de familia típica. Hay padres, madres, hijos, tíos. Es como una familia humana que se ha proyectado hacia lo alto, y aparece desplegada en el ancho y profundo ciclo. Obviamente, no sabemos en que momento se ha producido este proceso, ya que los comienzos históricos de cualquier tipo de mito o de creencias religiosas, se pierden en las noches de Cronos. Una familia proyectada desde las fantasías primitivas de los pueblos a partir de la percepción y vivencia de los inconvenientes propios de la sexualidad. De tal modo, es que los dioses aparecen movidos por motivaciones demasiado humanas.

¿Qué habría hecho que esta diosa, nacida la única de este modo, aparezca como hija de genitales castrados y del agua (que como sabemos, posee todo el simbolismo de lo femenino y de la procreación)?.

¿Acaso el horror ante la castración?.

¿Por qué entre otras amistades, Afrodita, prefiere la de hombres de naturaleza femenina, aquellos que reniegan de la castración, aquellos que en forma tajante desmienten la diferencia entre los sexos?.

¿Acaso el texto de Afrodita, no relata a una Afrodita sin padre?. ¿A una Afrodita que emerge de la especularidad de las aguas, sustituyendo a ese pene caído en lo profundo del Ponto?.

¿Qué ley seguirá Afrodita, al no tener un padre que encarne la ley?.

Ley que en la práctica de la vida sexual, deberá ser cumplida bajo el riesgo de la ya mencionada castración, la que surge desde esa Ley como constante amenaza para el niño. Amenaza que pudo haber sido llevada a acabo, ya que al ver (no ver), los genitales de la niña, el varón tendrá varias concepciones: se lo cortaron (la pesadilla se hizo real) le crecerá o lo tendrá escondido adentro (siguiendo algunos de los derroteros de las teorías sexuales infantiles).

De suyo, el niño, preferirá seguir sosteniendo una fantasmática, que por otro lado posee características universales: “todos los seres tienen pene”.

Es por medio de esta fantasmática que el niño se apartará de la realidad, quedando atrapado en esa red de “mestizos” (recordemos una de las definiciones de Freud, respecto de la fantasía), que actúan como intermediarios entre él y ese mundo en donde hay diferencias, que él aún no puede comprender.

Merece recordarse aquí, que no otra cosa siente el hombre “primitivo” frente a la mujer y su misterio en su condición de extraña, de diferente y por lo tanto de hostil.

NACIMIENTO DEL FETICHE

Este rechazo en el niño, pasará a formar la Renegación, término que, distinguimos de la negación, ya que ésta se puede decir, se hace palabra, mientras que en la Renegación no se dirá su forma patente. Se trata aquí de un discurso inconciente.

De hecho la Renegación es una evocación de una negación implícita que habría seguido a una visión caracterizada por lo profundamente traumático.

Es esta Renegación (“Verleugnung”), tocará diferentes niveles:

la realidad,

la diferencia de los sexos y

la castración.

El hecho es que también se niega que la mujer haya sido castrada por el padre. Tal el caso que nos ocupa, Afrodita sin padre, no está castrada, ya que no hubo padre que lo hiciera real.

De acuerdo a los estudios psicoanalíticos aquello que aparecerá para renegar de esa visión insoportable, siniestra, será el llamado fetiche.

En las dos fórmulas opuestas entre sí por Freud:

La mujer tiene pene (perversión)

He aquí uno de los posibles lugares de ubicar a la obra de arte. Otro lugar lo ocuparía como síntoma. Otro seguirá el camino directo de la sublimación. Extraño es que en todas las pinturas y esculturas de Afrodita, ésta aparezca siempre tapando sus genitales. ¿Qué genitales tapa?.El artista pintor tendría sus razones históricas?

La mujer tuvo pene y luego fue castrada por el padre (neurosis), aquí observamos que persiste la idea de que alguna vez la mujer tuvo pene.

Más compleja será la ideología que sostienen algunos hombres y mujeres respecto de que

quien le dio el pene a la mujer, fue la madre.

Aquí la madre de Afrodita, es puro símbolo. Es el agua misma.

La operación que desemboca en el fetiche depende además de características estructurales previas. No todo termina en el más puro fetichismo.

Pero, aquellas operaciones psíquicas que sí desembocan en el fetiche, implican:

Una renegación de lo traumático y una represión de la renegación, que de hecho funda el Estigma (así llamado por Freud). Este va a ser contradictorio, ya que el fetichismo no niega (concientemente) la diferencia que existe entre los dos sexos, pero si lo hace inconcientemente, aferrado al criterio de no-diferencia.

Es así que el fetiche actuaría como un doble.

Diré doble filo ya que contienen cada uno, en sí, representaciones que están unidas por la insoportabilidad de ambas. Tal la representación doble del dios Jano.

Como nosotros sabemos cada tanto esta Renegación es reactivada por causa del movimiento de las pulsiones sexuales. Esta Renegación mantendrá un instante “perverso” y el pasado que resultó traumático. Es que, la Renegación se ha conservado y se ha puesto en juego una acción sumamente enérgica para mantenerla firmemente repudiada.

Tal podría haber sido el motivo que fundamenta la emergencia de la diosa Afrodita en el mito que nos ocupa.

El niño (en este caso, el autor del mito), ha conservado la percepción en la conciencia, pero ante la amenaza, la abandona en su inconciente. El resultado sería o bien el fetiche o bien una obra (en este caso, un relato), de haberse podido levantar la represión que sobre toda la estructura anteriormente detallada, se cierne para evitar la angustia que sobreviene. El autor habría reprimido su afecto (podríamos señalar la vivencia), y reniega de lo percibido, siguiendo el cuadro paradigmático del horro experimentado a la castración, con un retorno inevitable de lo reprimido y la represión del recuerdo mismo.

Es de hacer notar que la estructuración tanto de un fetiche como de una obra de arte, siguen las reglas del Proceso Primario, creándose una identidad de percepción; de ahí la permanencia indudable de lo que no se duda, la igualación de todo, la no contrariedad.

Obviamente que en este relato, ya algo del proceso secundario, concurrió a darle la forma, con que hoy lo reconocemos, de tal modo que podremos conseguir una identidad mental del mismo.

En este proceso secundario, tomará intervención el yo, el que en el caso que nos ocupa, tenderá a escindirse, disociarse, conservando la renegación dos corrientes de la vida psíquica.

De hecho podemos formular que ha sido posible llevar a cabo una represión por parte del creador del mito y que su Deseo, aunque recortado por el texto, pudo ser llevado a cabo.

Otro hecho singular puede ser leído en el mito de Afrodita, y es el que está referido a la imposibilidad de realizar algún tipo de relación que hoy pondríamos incestuosa entre Afrodita y su padre. Señalé que hoy podríamos leer como incestuoso, porque tal como se puede constatar en la mayoría de los hechos griegos, el incesto no tenía lugar, simplemente porque no había ley que condenase al mismo.

Tampoco a Afrodita le hubiera sido posible, ya que al no haber padre tampoco hubo ley, y si hubiera habido alguna ley, no habría sido casualmente aquella que se refiriese al incesto. Ley que como tal aparece claramente diseñada, mucho más tarde en el complejo de Edipo.

Afrodita, siempre aparece augurando con su presencia, cualquier acontecimiento en donde el amor sexual (de a dos, a diferencia de Eros), sea el hecho principal.

A propósito de esta intervención de Afrodita en los asuntos relativos al sexo, se relata que en Babilonia existía un precinto dedicado a la diosa en que las mujeres nacidas en el país debían una vez en su vida sentarse en aquel y mantener relaciones con algún extraño. Muchas, de clases ricas demasiado orgullosas para sentarse con las demás, llegaban al precinto en carruajes sumamente adornados y cubiertos, seguidas de un buen número de sirvientes. Trozos de cordel marcan los caminos entre las mujeres en múltiples direcciones y los extraños las siguen para hacer sus elecciones. Una vez que la mujer se ha sentado en su sitio, solo podrá volver a su casa, después que el hombre, habiéndole arrojado una moneda de plata, la toma y copula con ella. Muchas de poca belleza, se relata, han tardado muchos años en salir del precinto. El hombre convocaba a la mujer en nombre de la diosa Mylitta (la Afrodita de los asirios y babilónicos). La moneda podía tener cualquier valor, no pudiendo ser rehusada. Se señala que en ciertas partes de la isla de Chipre se encuentra una costumbre muy parecida a ésta. (Choisy,M.l979)

De tal modo relata Herodoto, una de las adscripciones del campo sexual, al cual pertenecía Afrodita.

LA DIOSA DEL AMOR?

Todo es como si a esta diosa, se le adjudicasen saberes secretos y supiese de la sexualidad como maestra. Una diosa que le otorgaba a las mujeres el don de la seducción, un don histérico. Don del que las mujeres se enorgullecen. Una diosa que estaría más allá del placer, que ocuparía el lugar del goce, goce que negaría la pérdida de un objeto primordial. Negación que estaría signada por las manos de Afrodita sobre sus genitales. Genitales que no se habrían perdido, que se ocultan. Afrodita aparece entonces, como la diosa que hace sociedad..

Diosa que promete un goce, el sublime goce de lo sexual. Afrodita aparecería como una mujer completa, que indica que hay un goce más allá del falo, que daría cuenta del mito femenino propio: gozar es posible. Diosa de lo perverso?.

Afrodita sería la diosa que promete ese goce.

Ella misma sin ley, puede hacer de su Deseo lo que éste se proponga. Incluso castigar a los que no le rindan adoración. Incluso castigar a las mismas mujeres.

Pero que al mismo tiempo, permite lo que Empédocles intuyó en esta orden de cosas cuando dice del amor:

“Fr. 18 Amor- Fr. 19 Amor que enlaza- Fr. 20/1.2.3.4.5. Este se manifiesta en la masa de los miembros de los mortales, ya en efecto se reúnen en el Uno a impulsos del Amor. Todos los miembros del cuerpo en la cumbre de la vida floreciente. Como se dispersan de nuevo por el odio funesto. Vagando cada uno por ahí, en torno al torbellino de la existencia”. (Empédolces-l981)

Si tal como subraya esta versión del mito, Afrodita no ha tenido ni padre ni madre y si bien esta última está simbolizada universalmente con el agua, no tiene nombre; cabe preguntarse qué tipo de “identificación a quién”, le estaba reservado. Esta versión no parece haber tenido en cuenta tal aspecto. ¿Sobre quién Afrodita se habría proyectado?.

A esta altura cabe la pregunta, ¿quién estaría identificando a Afrodita en la proyección de su autor?. Pregunta ésta más precisa, ya que Afrodita como tal, no ha existido, sino solo en la mente de sus creadores y seguidores.

Siguiendo los rastros de la antropología y teniendo en cuenta el término sugerido por Taylor, una cierta especie de animismo habría estado actuando en esas épocas donde los dioses cobraban forma tan humana. Con este término se intenta clasificar a aquel proceso en el que el hombre de la antigüedad, asignaba a los demás hombres, animales, plantas y a objetos inanimados, “algo” que formaba parte de su propia constitución personal. Tal sucede en los niños, en la infancia de todos los individuos y tal lo sucedido en la niñez de la humanidad.

Uniendo conceptos de tal naturaleza, Freud dice que “la hipótesis psicoanalítica de la actividad psíquica inconciente, constituye en un sentido una continuación del animismo, que nos mostraba por doquier fieles imágenes de nuestra conciencia” (S.Freud-l948)

En todos los casos en que actúa el proceso identificatorio, se puede hablar de una cierta aspiración a consolidar el yo, en forma análoga al otro, otro que es tomado como modelo. Según la forma en que este proceso se realice, existirían tres formas de identificación.

Una de ellas se verá bajo una frase primitiva de enlace afectivo a un objeto. Una segunda, en el caso que siga una dirección regresiva, se convertirá en sustitución de un enlace libidinoso a un objeto, como por introyección del objeto en el yo. Tal el caso Dora (identificación de Dora con referencia a un síntoma del padre, su tos). En tercer lugar, la identificación surgirá en todos aquellos casos en que el sujeto descubre en sí mismo, un rasgo común con otra persona que no es objeto de sus instintos o inclinaciones sexuales

Referido a los grandes grupos, “el enlace recíproco de los individuos de una masa es de la naturaleza de tal identificación; se basa en una amplia comunidad afectiva y podemos suponer que esta comunidad reposa en la modalidad del enlace con el caudillo”. (S.Freud.l948)

Tal sería el modelo que regiría a todos aquellos adoradores de esta diosa, como a los seguidores de cualquier otro dios; de acuerdo a lo proyectado sobre los mismos, siguiendo el imperativo del deseo inconciente de los individuos.

Para el niño, en primera instancia, serán los padres mismos, la única fuente de autoridad y de creencias, pero con el tiempo este proceso identificatorio infantil irá desapareciendo para dar lugar a todas las incertidumbres que la pérdida de modelos a quienes seguir produce. Sería esta caída de los “primeros dioses”, lo que por oposición, producida por la brecha generacional, motiva el desarrollo cultural y el progreso mismo de la sociedad. En este punto encontraríamos a los dioses de los pueblos, sustituyendo a aquellas imágenes omnipotentes de los propios padres y con los cuales, dadas sus características, mantener determinadas relaciones que con los padres habrían estado prohibidas. Muchos dioses habrían permitido tales relaciones de los individuos entre sí.

Tal el caso de Afrodita, como hemos podido comentar anteriormente. Cuando el niño, cambia esos modelos “primitivos primarios, sus padres, por otros que considerará más elevados, lo que hace no es más ni menos que continuar idealizando a sus propios padres, hecho fácilmente advertible, ya que los sustitutos poseen atributos derivados de ellos, aunque como en el caso de algunas culturas antiguas, estos sustitutos provean de permiso para seguir los derroteros del deseo que no ha podido ser satisfecho en la figura de los padres biológicos.

Este hecho particular se puede observar, en el mito del nacimiento del héroe, en donde co-existen dos familias, una de las cuales generalmente la más humilde es la verdadera.

En el Antiguo Testamento, está el mismo mito de Moisés para atestiguar lo antedicho.

Como venimos reseñando el proceso que dará origen a lo que denominamos identidad es de carácter sumamente complejo, construyéndose en una situación de orden dialéctico entre un afuera y un adentro (virtuales), en el que nuestros órganos se convierten en sostén para la misma.

AFRODITA Y LA BELLEZA

En Afrodita, lo que será sostén para poder ser identificada como tal, será su belleza, la que requerirá del espacio entre el ojo del devoto y lo que la mirada le devuelve.

Es este devoto el que se colocará frente a ese “espejo” en el que “ve” lo que desea, tal como una interpretación que se introduce en el espacio “real” del otro lado.

Afrodita vive en su interior, como esa madre erótica que le permitirá el acceso a su sexuación, sin ninguna clase de interdicciones.

El juego sexual, mirándose en este espejo, no se agotará y todo, sus juegos, sus gestos en la imagen, su propio cuerpo y el medio que lo rodea, ya personas, ya objetos, será parte de un ritual, quizás el primero de todos. Un ritual que “habla” de la mirada primordial. He aquí la Afrodita de la “dulce sonrisa”.

Este niño (este hombre “primitivo”), asume una imagen primera, reconocida por nosotros como “imago”. He aquí la Afrodita de la “bella mirada”. Imago que introduce una madre áurea, coronada con toda la libido del infante, el que aún “no puede decir” de su cuerpo de goce.He aquí la mirada primordial fundamente de la madre arrobada.

Otros “dioses” intervendrán en este juego, Eros, Thánatos, Narciso, Sísifo,…, y porque no algún que otro monstruo, quizás Argos, aquel de cien ojos, que siempre tenía uno abierto para… (inmortalizado por la diosa Hera, en la cola de los pavos reales).

Esta “gestalt”, es la que por su pregnancia nos liga a nuestra especie, especie de semejantes.

El ser humano, en lo que Lacan sugiere sea llamado “fetalización”, es decir su imposibilidad por insuficiencia vital, produce una precipitación en la anticipación, sumiendo al mismo en fantasías de cuerpo fragmentado, tal como aparecen en el mundo de los sueños, en las obras de arte, en la esquizoidía y en la histeria, es lo que es, Precipitación que luego constituirá matriz. Tal Afrodita, nacida “después de un tiempo”, añadiré de organización, de aquellos genitales que también por precipitación caen en un espejo (Ponto brillante), aparece rodeada de espuma que la sostiene, cuál marco “gestalt” de entorno, hasta su completo nacimiento como ser “divino”: “El Céfiro húmedo la impulsó con la suave espuma de las olas hacia Chipre, donde las Horas la recibieron con alegría y le impusieron vestimenta divina…” (W.Otto-l984))

Afrodita habría nacido de esa diferencia entre el “je” del yo quiero ser, formal, en tanto que la diosa será referencia del “moi” y el mismo “moi”, hiancia que será ocupada por (phi), el que más tarde se corresponde con el falo imaginario. De ahí que señalara, previamente, que Afrodita vendría a ocupar “ese lugar” de lo que falta, obturando esa falta, para cubrir la angustia de castración de quien haya originado este mito.

De esa unidad imposible que llegará a ser el ser humano, dará cuenta, Eros, venciendo temporalmente a Thánatos y originando la vida. Eros que siempre con Deseo acompaña a esta Afrodita, nacida de una acción del corte del tiempo.

Otra tradición posterior, referida al nacimiento de Afrodita, tomada por Homero y mencionada en la Ilíada, la hace hija de Zeus y de Dione, con lo cual se habría intentado rectificar la ausencia de progenitores.

ACERCA DE LO RELIGIOSO

Hay un vivir entre dioses, característico de los pueblos antiguos, ligado al animismo, el que entre sus acepciones, contiene a una teoría de las representaciones del alma, como así también a una forma más general a todo aquello vinculado con los seres divinos, espirituales; animismo que fue considerado como uno de los primeros sistemas cósmicos que el hombre antiguo hubiese construído en su vinculación con el mundo que lo rodeaba, habría dejado su impronta en esa necesidad de darles padres a la diosa. Tal la proyección de la misma pareja humana, ya diferenciada en su sexuación.

Esos seres espirituales, (ya diabólicos y malignos, ya benéficos), que el hombre antiguo creía reconocer, pululaban en los tres reinos en forma imterrelacionada, tal como hemos podido reconocer en el Himno Homérico. Al decir reino no podemos dejar de hacer notar, que esta palabra tiene para ellos un valor verdadero, ya que existiría toda una interesante forma de vínculo entre animales, plantas y cosas. Todos guardando entre sí, relaciones profundas o superficiales, relaciones de adentro y de afuera.

En esas representaciones, interprenetraciones del mundo interno en uno externo y viceversa se observará que “son el producto psicológico necesario de la conciencia creadora de los mitos y que el animismo primitivo debe ser considerado como la expresión espiritual del estado natural de la humanidad” S.Freud-l948)

Será desde el Psicoanálisis, donde se interrelacionará la cultura antigua con los desarrollos de las neurosis de tal modo que se podrá llegar a reconocer al animismo con una fase que se corresponde con el narcisismo. Si el animismo se corresponde con el narcisismo es porque el hombre “primitivo” homologaba a su imagen y semejanza las cosa del mundo en que vivía. Este sistema animista está fundado sobre el núcleo de proyecciones primarias del hombre de aquellos tiempos.

Es en “Animismo y Magia” que Freud, describe que “el hombre primitivo, personifica (espíritus y demonios), estas tendencias (afectivas) y puebla el mundo con las encarnaciones así creadas. De este modo vuelve a hallar en el exterior sus propios procesos psíquicos” (S.Freud-l948))

De este modo, se puede indicar que los seres que pueblan los mitos no han sido ni más ni menos que productos fantásticos inconcientes, que, proyectados hacia el medio, cobraron su forma definitiva luego en los relatos, formándose las primeras creencias, en base a “externalizaciones”, producidas en ese más allá-más acá que conforma lo Real.

Conviene recordar que el proceso proyectivo habría sido el primero de todos los mecanismos defensivos del hombre, produciendo alguna especie de alivio frente a tendencias que aspiran a ser y continuar siendo omnipotentes.

Contínuos son los paralelos dignos de mención entre componentes míticos en pueblos primitivos y rasgos neuróticos (tal como la paciente de Freud, cuyas obsesiones y prohibiciones representaban una singular semejanza con un tabí “maorí”: temor a mencionar el nombre, estableciendo asociaciones que a simple vista poco tendrían que ver con su deseo inconciente, la muerte de su marido), rasgos extremadamente similares a los del hombre de nuestros tiempos, de tal modo insertados que hasta parecería formarían parte de restos heredados en un gran inconciente, tal como lo intenta defender Jung.

De algún modo, análogo a las proyecciones mencionadas, como se puede constatar en casi todas las mitologías, los pueblos han creado figuras poderosas las que habrían servido de guía y les proveyera de ciertas formas de conducta, a fin de generar cohesión y orden en la comunidad. Tales figuras casi siempre aparecen como padres o héroes.

Zeus, en este caso mencionado como padre de Afrodita, podría ser uno de estos padres. Un héroe ejemplar estaría dado por la poderosa figura de uno de sus hijos, Heracles.

Otra figura, estudiada profundamente por el Psicoanálisis, fue la de Moisés, la que podría vincularse con Afrodita, ya que ambos fueron rescatados desde las aguas. El nombre propio de Moisés, significa literalmente “salvado de las aguas”. Ambas figuras seguirán diferentes caminos. Uno mortal, que se inmortaliza en las creencias judías, otra inmortal que permanece como tal en el mito. Uno, hombre, la otra, diosa. Aquel Moisés, consiguió para su pueblo, después de terribles dificultades, su libertad, una religión con características similares a las del único dios Atón, creado por un joven faraón Amenhotep IV. Este dios tendría su origen como Ra, también en el sol.

Fue Moisés quien consiguió para los judíos, una Ley entregada por Dios en el monte Sinaí. Dios de quien solo se escuchaba su terrible voz.

De este padre primogenio, da cuenta Freud, en Totem y Tabú, cuando señala que el hombre en épocas prehistóricas habría nacido en hordas, todas ellas dominadas por un macho que hacía de jefe, resultando ser el más poderoso tanto en fuerzas físicas como intelectuales. A este macho poderoso que ejercería su poder en forma brutal, le pertenecerían todas las mujeres, ya las propias, ya las robadas a otras hordas. De este modo, los hijos varones habrían sido excluidos del circuito de la sexualidad. Probablemente, el hijo menor, heredase del padre, aprovechando la vejez del mismo y la protección materna. El resto de los hermanos apartados, se habrían concertado para dominar a aquel padre odiado, matarlo y comer su cuerpo, como una forma de identificación no exenta, simultáneamente de amor. Esta forma de canibalismo estaría asociado al peculiar sentimiento de ambivalencia que los ligaba al padre de todos.

Parece posible, pero no probable que, después de haber cometido el parricidio, que en la mitología griega, es objeto de varios mitos, los hermanos se disputaran el lugar llegando posteriormente a algún tipo de conciliación, surgiendo así alguna forma de organización social, la que se habría basado en la renuncia a los instintos. Cada uno de ellos renunciaba a ocupar el lugar del padre y poseer a madre y hermanas, estableciéndose con aquello el tabú al incesto y el precepto exogámico. Sería éste uno de los nacimientos de las leyes y del Derecho. Buena parte del poderío que habría quedado libre después de la matanza del padre, habría pasado a las mujeres, originándose así, el período del matriarcado. A este período habría sobrevivido el recuerdo del padre, recurriéndose a un substituto animal, fuerte, temido, ya que como sabemos no existía el abismo actual, entre hombre y animal, tal como existe en nuestra infancia.

Los animales, en casi todos los mitos, también aparecen como seres, a quienes se venera y se le rinden cultos que aunque menores que el otorgado a los dioses antropomórficos, tienen su importancia. A menudo se encuentran animales al lado de los dioses importantes.

Cuando el totemismo progresa, comienza su humanización y en lugar de los animales escogidos aparecen dioses más humanos que descenderían directamente el totem de origen. Es obvio que estos dioses tendrían también algo del animal.

También, señala Freud, que por causa del parricidio y el espacio de poder libre dejado por el padre, hubiese aparecido todo tipo de divinidades maternas, como una forma de compensación por la declinación del poder de las mujeres.

Esta teoría de Freud, sobre la horda primitiva que parece haber sido sustentada bajo la influencia de las teoría de Darwin, imperantes en aquella época, poco pudo mantenerse a posteriori, con el avance y los estudios del estructuralismo. A tal punto, que esta teoría de la horda primitiva, se llegó a considerar como un mito freudiano.

Continuando con el mito de la horda, Freud señala que después de haberse establecido aquella combinación entre la horda fraterna, el matriarcado, la exogamia y el totemismo, habría aparecido un desarrollo postrero como un lento retorno de lo que originalmente se habría reprimido, superado por el pueblo, pero en estado de latencia, algo perteneciente a lo inconciente, patrimonio de la humanidad. Aquellos restos, como sedimentos psíquicos, convertidos en herencia para cada generación, serían probablemente y periódicamente reactivados. Tal sería el caso del simbolismo, que aparece ya innato en el hombre.

Este interés de Freud por los orígenes, lo lleva a decir que:

“Ni el mundo ni los demonios pueden ser considerados en Psicología como causas primeras, más allá de los cuales sea posible remontarse. Otra cosa sería si los demonios tuvieran una existencia real, pero sabemos que no son, como tampoco los dioses, sino creaciones de las fuerzas psíquicas del hombre (…). En la Mitología, se realiza siempre la luz de que una fase anterior, dominada y reprimida por otra, se mantiene, por el hecho mismo de su represión, al lado de la dominante, en una situación de inferioridad y transformándose lo que en ello era venerado en objeto de execración”. (S.Freud-.l948)

Es que el hombre primitivo habría tenido su función perceptiva primariamente dirigida hacia su exterioridad, recibiendo de un mundo interior, datos suministrados a los desarrollos del placer-displacer. Habría sido solo después de la formación de un lenguaje abstracto, que el hombre habría llegado a enlazar los restos sensoriales de las representaciones cerebrales a procesos internos. Hasta el momento habían construido los hombres a su imagen del mundo, proyectando al exterior sus percepciones internas.

Esta proyección del mundo interno (diabólico), a los primitivos seres les habría servido para construir el mundo externo, poblado así de objetos terroríficos y amenazantes.

Diferentes son las interpretaciones de lo que podría haber sucedido en los tiempos de origen. Podríamos adherirnos a tal o cual teoría, pero, esta adhesión siempre tendría aquel sello que caracteriza, a las elecciones determinadas por nuestro propio inconciente.

Tal como el científico, el niño, también tiene teorías respecto de donde viene, adónde va, quién es. Y como el científico y el niño, el filósofo y el poeta, también buscan un tiempo y una razón del origen de nuestra existencia. Mitos, leyendas y cuentas así lo proponen.

Es así que, además de las dos tradiciones del nacimiento de Afrodita, se suma una tercera, la de Platón, quién imaginará la existencia de dos formas de Afrodita diferentes, una, la nacida de Urano (el Cielo), Afrodita Urania, hija del amor puro y otra, Afrodita Pandemo (la Afrodita popular), hija de Dione, diosa en este caso, del amor vulgar, carnal.

Pero tal como señala Grimal, “esta interpretación filosófica es tardía, extraña a los mitos más antiguos de la diosa”. (P.Grimal-l981)

Otra leyenda, hará de Afrodita una diosa de origen oriental, por lo que aparece siendo diosa de la fertilidad y el amor entre los babilonios, fenicios y otros pueblos asiáticos. En el Antiguo Testamento, (Jeremías, 7,18; 44,18), se la menciona como diosa del cielo.

Heródoto (1,105), informa que “el santuario original era de Afrodita Urania, en Ascatón, de allí los mismos chiprios derivaban su culto de la Afrodita que los fenicios, habían llevado desde Ascalón hasta Citera”. (W.Otto-l984))

Es en torno a Afrodita que se han referido numerosas leyendas que se han agrupado, no constituyendo una historia coherente, tal como la de algunos otros dioses.

En distintos episodios Afrodita aparece casada con Hefesto, pero teniendo como amante a Ares (dios de la fuerza). Ambos fueron sorprendidos por el sol, quien relató la aventura a Hefesto. Este prepara una trampa mágica, cuyo secreto solo él conocía, cayendo los amantes en ella, Hefesto llama a los dioses para observar el espectáculo, produciéndoles gran placer. Afrodita huye avergonzada hacia Chipre ,Ares se dirige hacia la Tracia.

Será de los amores de Ares y Afrodita, que nacerán Eros y Anteros, Deimós y Fobos (el terror y el temor), que siempre acompañaban a su padre en las batallas, y por último Harmonía.

Pero, parece ser que los amores de Afrodita no se limitaron solo a Ares. Entre sus amantes se encuentra Adonis (hijo de Mirra, diosa convertida en árbol). También mantuvo relaciones con Anquises con quien tuvo dos hijos: Eneas y Lirno.

Como señalamos anteriormente, no solo por sus favores amorosos era conocida Afrodita, sino famosa también por sus enojos y maldiciones, a los que se suma la mala relación que poseía con algún tipo de mujeres.

Ella misma inspiró a Eos (la aurora), un amor irresistible por Orión para castigarla por haber cedido a Ares. También castigó a las mujeres de Lemmos, impregnándolas de un olor nauseabundo e insoportable, hasta el punto de ser abandonadas por sus maridos. El castigo sobreviene como venganza de la diosa, por no ser venerada tal como ella deseaba, fuera venerada por estas mujeres. Estas lemnias dieron muerte a todos los hombres de la isla y fundaron una sociedad de mujeres hasta el día en que llegaron los argonautas, relacionándose con ellos y dándoles hijos. Afrodita también castigó a las hijas de Ciniras en Pafos, obligándolas a prostituirse con extranjeros.

Las leyendas continúan, señalando que nadie podía sustraerse a sus poderes en el orden sexual, ya sea dios, ya sea mortal.

Esta diosa, parece haber influído notablemente sobre los hombres de todos los tiempos, tal el poder de la sexualidad, de aquí que muchos son los autores que mencionan a Afrodita en sus escritos: Sófocles (Fragmento 855), Eurípides (Hipólito, 447 y ss.), Lucrecio (Poema doctrinal, 1,10 y ss.).

Afrodita es también vinculada con la procreación pero sin ser señalada como Hera, una diosa primordialmente matrimonial.

Afrodita puede llegar a romper los vínculos más fieles poseyendo seres a quienes especialmente favorece con sus placeres: “Son los hombres en quienes triunfa lo femenino sobre las cualidades genuinamente masculinas”. (W.Otto-l984) París será un ejemplo de amigo íntimo de la diosa.

También será Afrodita, quien le dará a Pandora (arquetipo de todas las mujeres mortales), la significación de su propio nombre, la gracia y la seducción.

Esta diosa que traía la felicidad a los hombres (mientras que no se le opusieran), condenaba frecuentemente a las mujeres a su perdición.

Helena se queda de la diosa (Ilíada), Medea se hizo criminal por su amor, Fedra murió por el amor del hijo de Teseo. (W.Otto-l984)

En el fragmento 122, Pindaro dice: “Vosotras doncellas hospitalarias, servidoras de Pecto, en Corinto opulento, que encendéis las rojas lágrimas del incienso y recordáis a la celeste Afrodita, madre de los dioses amorosos, ella os hace regalar inocentemente el placer de la fina flor en almohadas deliciosas. Donde manda la necesidad todo está bien”. (W.Otto-l984)

He aquí la gran diferencia entre Eros y Afrodita. Esta última no anhela, sino que ella misma se convierte en objeto de deseo. Afrodita pone el amor en los corazones de los hombres y dioses con el objeto de ser amada por éstos. Diosa antigua, amorosa con hombres y castigadora inexorable de algunas mujeres.

Tanta pasión y vehemencia han manifestado los diferentes autores sobre el mito de Afrodita, que mucho nos hace pensar sobre aquello que, “los dioses no pueden ser inventados, ni ideados, ni representados, a cada especie del género humano o divino se les han revelado a su manera, dando forma a su existencia o haciendo de ella lo que debía ser”. (W.Otto-l984)

Aparece de este modo, que los dioses solo pueden ser vivenciados tocando los aspectos más profundos de nuestra existencia. Tocan la fe directamente. Pasan a formar parte de nuestra personalidad íntima.

Gottlieb-Heyne, señala que es un error buscar el origen de los mitos en el reino de las fábulas o la poesía, porque estos géneros habían contribuído a su “degeneración”. Los mitos eran para él, “lenguaje espiritual”, un lenguaje que expresaba metafóricamente algún tipo de verdad. Platón mismo ya había señalado tal aspecto. Desde nuestra perspectiva, será una verdad, pero una verdad del inconciente.

Es probable que el término “degeneración” estuviese referido justamente a su oponente, “enriquecimiento” del relato mítico por causa de las novedosas proyecciones de las fantasías del relator, sobre el mitema original.

Posiblemente el término “lenguaje espiritual”, sea una feliz expresión de aquel otro lenguaje, el del inconciente que adquiere por las características de esta instancia psíquica, las formas de metáfora, ya conocidas en otras de sus producciones, los sueños.

Todos los autores que han descripto a los dioses y sus vicisitudes, según sus respectivas creencias, habrían seguido, la inspiración de las Musas (hijas de Zeus y Mnemosine, diosa de la memoria). Estas Musas apodadas incorrectamente Musas menores, cuando actúan, ponen de manifiesto aspectos esenciales del hombre. Su profundidad, actuando asimismo como canales por donde circulan las posibilidades expresivas del mismo, es resaltada por estas Musas. Nadie puede hacer lo que ellas hacen: bailan, cantan, dicen, etc., pero es un bailar, cantar y decir de lo esencial, como si esto deseara ser expresado en todas las formas posibles. Estas Musas cubrirán todos los aspectos de la sublimación humana: He aquí las artes:

Calíope (la de la bella voz), cubrirá la elocuencia y la poesía.

Clío (la que habla de …), será la Musa de la historia.

Erato (la forma femenina de Eros), tendrá a su cargo la poesía amorosa.

Urania (forma femenina de Urano), tendrá que ver con la Astronomía.

Euterpe (el deleite), intervendrá inspirando la música común.

Polimnia (de muchos himnos), tendrá que ver con la música religiosa.

Talía (florecer), canalizará todo lo referente a la comedia.

Melpómene (cantar), a su vez, se referirá a la tragedia y por último estará

Terpsícore (bailar), la Musa de la danza.

Todas ellas, cubrirán uno o varios aspectos del hombre, enfatizando y aumentando sus aspiraciones y sus posibilidades sublimatorias.

Es Homero, quien habla de un deseo del decir de las esencias, por lo que los dioses se van a manifestar plenamente en el decir del poeta.

El poeta dirá de la vida del hombre, no solo en su interioridad, sino también en lo externo. Tal como hemos podido observar, el griego, vivía en un mundo pleno de dioses en donde se miraba la grandeza del ser, encontrando por doquier realidades vivas de los mismos. Hoy nosotros encontraríamos actitudes íntimas y/o actos de la voluntad.

Afrodita, Eros (el amor que une), Aidos (la delicadeza y el pudor), Eris (la discordia), Ares (la guerra), etc., etc., eran otros tantos “seres” que cohabitaban con el hombre griego, formando parte esencial de su vida e interviniendo en ésta en todos los modos posibles que el Destino como Moira (porción), al que ningún dios ni mortal podía substraerse, le había reservado. Nuestra Afrodita parece haber pertenecido a aquel tipo de diosa que con el curso del tiempo, fue elevando categoría y poder, obscureciéndose el sentido primitivo de sus denominaciones objetivas.

En este sentido podemos ubicar lo que señala Usener, cuando se refiere a que, según su criterio, un dios no ha sido primitivamente otra cosa que una fuerza espiritual de la naturaleza cuyo concepto con el tiempo habría evolucionado.

Será el Psicoanálisis, a quien le toca revelar, siguiendo el camino que lo condujo al análisis de los sueños, acerca de aquellas imágenes que podrán informar sobre los orígenes del mito.sas imágenes oníricas, en ocasiones tan parecidas a las figuras míticas que nos han sido legadas del pasado más remoto, que resultaría imposible rechazar la idea de un misterioso resurgimiento de las mismas. Jung se apoyará en tal criterio para formular su concepto de arquetipo como aquellas imágenes primordiales las que él, considera se encuentran conservadas en el inconciente a través de los siglos.

Los mitos parecen haber sido afines en su nacimiento a las vivencias psíquicas solo que en aquel entonces estaban presentes en la conciencia y más tarde se hicieron inconciente por medio de la represión, esas imágenes se han ido configurando y transformando a lo largo del tiempo por la acción de los nuevos sucesos percibidos por el sujeto”. (W.Otto-l984)

Cabe aclarar que para Otto, la palabra “mythos”, no significa otra cosa más propia que “palabra”, pero no, como la entendemos hoy, (la que dice de lo pensado), sino “aquella que se refiere a lo real”. (Cfr.W.Otto-l984)

Como se ha podido constatar, las culturas antiguas, al igual que los pueblos que aún conservan sus tradiciones han distinguido y distinguen entre sus relatos, un grupo especial que es objeto de alta veneración por revestir un carácter sagrado, de naturaleza incomparable que, posee un poder sobre toda la vida, de manera que, le otorga sentido a ésta.

Tales son aquellos mitos en los que, en la mayoría de los casos, lo sexual ha cobrado relevancia.

Tal el referido a Afrodita, para quien han existido cultos específicos de singular importancia, como lo hemos mencionado anteriormente.

Esta figura, tan ligada al agua, desde su nacimiento, es repetida en otros pueblos con imágenes psíquicas relativamente similares.

Ha sido fácil comprobar que el mito no solo se hacía a la luz por medio de la palabra, sino además, por esa veneración especial que el hombre hacía de sus contenidos, por medio de cultos y ritos específicos.

Entre los pueblos que asignaron gran importancia a esta diosa, se encuentran los romanos que la tomaron como su protectora bajo el nombre de Afrodita-Venus. “Esta Afrodita-Venus, la que para ellos pasaba por ser antepasada de los judíos, le fue erigido por César, un templo bajo la invocación de Venus-madre (Venus Genitrix)”. (37)

Algunos autores, le asignan las características de una diosa hermafrodita, sobre todo en Roma, donde era adorada por sacerdotes vestidos con prendas femeninas.

En la antigüedad innumerables dioses fueron categorizados como hermafroditas, entre ellos, Jano, Baal, Shiva, etc.

Esta Venus-Afrodita, ha sido la fuente inspiradora de interesantes obras de arte, no solo en la antigüedad, sino en épocas más recientes, siendo la principal característica, el realce que bajo la advocación de esta diosa, se le da a la sexualidad.

Tema que de continuo aparece en jarrones, medallas, monedas, frescos, etc. Tanto el falo como la vulva que han fascinado al hombre primitivo, eran además considerados atributos mágicos. Es común encontrar en templos y edificios principales, réplicas de genitales, interpretándose que se colocaban allí con el objeto de ahuyentar a los demonios o a los malos espíritus.

LOS GENITALES

El inmenso poder que se le asignaban a los genitales, era tal que, ante el solo mirarlos podría resultar una transgresión con peligrosos resultados, tanto para la persona misma, su familia o el grupo social al que perteneciese.

Posiblemente, el origen de la ropa, además de sus necesidades prácticas y valores míticos, podría provenir de esta primaria forma de represión. Represión ligada a la visión de los genitales.

Los genitales masculinos, objeto de tanta veneración, también eran utilizados como símbolos de poder en varios órdenes. Otro modo de obtener poder sobre el otro semejante, lo podemos encontrar en las mutilaciones. El que poseía el genital del otro poseía el poder de éste.

El origen mismo de la circuncisión se encontraría asimilado a esta creencia. Otras interpretaciones lo refieren a una identificación racial o religiosa, como así también el significado de una sustitución de la muerte del hijo primogénito, antes ofrecido a la deidad, actuando el principio psicológico del “pars pro toto”. El mismo hecho de derramar sangre sobre la tierra tendría por objeto apaciguar a los dioses.

Un breve pero eficaz sacrificio.

LAS AFRODITAS

De éste como de muchos otros modos, la sexualidad, intervino en la historia del hombre pautando, normando conductas y siendo objeto de especial observancia y preocupación.

No cabe ninguna duda que la fertilidad de la mujer y su papel de procreadora habría influido fuertemente en llevar a la mujer a la categoría de deidad.

Afrodita está aquí para comprobarlo.

El mismo himno que Homero dedica a la diosa, en el que ella es descripta como la que despierta en los dioses el dulce anhelo, que subyuga a los pueblos de los hombres mortales, a las aves del cielo y a todas las bestias que viven en la tierra o el mar. Todo ser vivo va a consumar las obras del deseo de Afrodita.

En ese himno, también puede leerse que le siguen en su camino hacia el hermoso Anquises, meneando las colas, lobos, leones de ojos relucientes, osos y panteras, mientras la diosa los mira con alegría y les llena de deseo sexual, hasta que todos por parejas, gozan del amor en el prado.

Obvio resulta que el poeta desea destacar a la diosa como una digna representante de la sexualidad.

Si esta Afrodita, nacida de la castración de un padre vengativo y cruel, castración que a la par del nacimiento de la belleza de la diosa, da origen a monstruos inquietantes, emergiendo con gloria del agua, que taponaría la angustia que deviene del hecho sangriento en sí; diosa que ha recibido múltiples nombres; nombrada por diferentes autores poetas, que recibió diferentes asignaciones y cultos, que acompañada de Eros y deseo, deseada por dioses y mortales, produciendo continuamente alianzas sexuales entre ellos; que resignifica la relación sexual entre los sexos diferentes; que prefiere entre otras amistades la de hombres de naturaleza femenina, que aparece en un primer tiempo sin ley por causa de la ausencia de padre; que esconde sus genitales según el testimonio de todas las obras de arte, con lo que da lugar a la incertidumbre del hermafroditismo, diosa generada de una madre puramente simbólica, que no pudo en ese primer ni tampoco en el segundo relato, cometer alguna acción incestuosa, diosa que de continuo augura el amor sexual en todos sus aspectos, tanto sacros como profanos, divinos o mortales, diosa que otorga a las mujeres el don de la seducción, que intervino en la construcción de Pandora, arquetipo de las mujeres mortales, diosa que estaría oportunamente situada en el lugar del goce, no dejando su lugar de placer, diosa que hace sociedad, que castiga principalmente a aquellos que no le rinden el culto deseado, que no tuvo en los primeros tiempos con quién identificarse, salvo con lo proyectado por el autor del mito; diosa a quien los griegos, babilonios, fenicios, etc., le habrían asignado siempre poderes específicos, sobre todo entre los griegos, ya que si bien se ha podido considerar los dioses vivían como en una gran familia ya con animales, ya con el mundo vegetal, no todo aparece confundido, distinguiéndose claramente sus diferentes niveles y tipos de poder; diosa que actúa como una madre erótica que permite el acceso a la sexualidad sin interdicciones, que ha privilegiado la mirada, esta diosa, por tal nacimiento compartiría el lugar de otros dioses privilegiados por su nacimiento y sus obras, pero parece que no se pudo sostener durante mucho más tiempo esta forma de engendramiento, de ahí que luego aparezca la diosa como hija de Zeus y de Dione, con lo cual se habría tratado de compensar el cruento nacimiento, por otro más accesible, inmediato y conocido como familiar (“heimlich”). Modo elocuente de evitar la angustia que la castración produce en todo ser humano.

Es en la tercera tradición respecto del nacimiento de Afrodita, que se puede observar la necesidad platónica de separar el amor en dos niveles, el sublimado en Afrodita Urania, hija del amor puro y el amor común y popular en Afrodita Pandemo, ya hija de Dione. Interpretación tardía que señalaría al acto sexual y a su sublimación.

Esta Afrodita que señalamos no era privativa de los griegos, aparece de origen oriental, diosa de la fertilidad y el amor y asimismo enunciada como diosa del cielo, teniendo marido y amantes, castigada por Hefesto, con beneplácito de los dioses, diosa que rompe los vínculos más fieles, que trae felicidad a sus devotos, y que interviene claramente en aquellos lugares donde la prostitución ocupaba un lugar importante en la sociedad. Esta Afrodita habría actuado como una de las Musas, pero inspirando el deseo sexual. Un deseo que sigue tanto a la procreación como al placer en sí mismo.

De este recorrido anterior, puede desprenderse con cierta facilidad, que la imagen de Afrodita, es metáfora de todo deseo sexual.

Metáfora que continua a través de los tiempos produciendo un inevitable efecto de inmortalidad entre los hombres.

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