CAPITULO 6 – WIEDERHOLEN………..

SISIFO – COMPULSA A LA REPETICION ?

Vivir, para los pueblos de la antiguedad, era vivir de acuerdo a modelos extrahumanos, normas arquetípicas en las cuales la realidad de sus vidas cobraba sentido. Estas leyes primordiales provenian de un tiempo lejano, obscuro, desconocido. El tiempo de los orígenes.

Es así que cuando algo extraordinario sucedía a algún miembro de la comunidad o a la comunidad entera, buscaban la causa de tal desorden en ellos mismos como algo pre-marcado. El Destino intervenía inexorablemente entre sus vidas. Teniendo en cuenta lo previamente mencionado, entre muchos otros mitos que podríamos mencionar, el de Sísifo merece una especial reflexión.

Sísifo nos acerca a nuestra actualidad un cierto modelo de mito en donde una organización relativamente estable de conciencia moral, un cierto tipo de super-yó emerge, utilizando obviamente las concepciones que del más allá han hecho los pueblos antiguos. De hecho, no se corresponde con el lenguaje lógico de hoy, sino con las acepciones del mundo simbólico del mito y con los medios que son de su propiedad. De este modo se expresaba el complejo sistema inherente a la realidad última de todas las cosas y del hombre.

Existe en este mito, un tiempo y un espacio que son sagrados. Tiempo-espacio que se conjugan en forma eterna, coordinando “ad-infinitum”, la forma del mito. No son tiempo y espacio cualesquiera. Son acaso los tiempos-espacios de Sísifo, los cronológicos, los circulares, los de afuera?

Al ser espacio (infernal) y tiempo (eterno), la única lectura posible desde el Psicoanálisis, es que se trata del tiempo característico del inconciente. De un tiempo-espacio que, en la antiguedad era llamado “eternidad de los infiernos”.

En cierto sentido, todo el pensamiento mítico “puede ser interpretado por una negación constante y obstinada del fenómeno de la muerte; la religión primitiva (puede leerse: lo mítico), representa acaso la afirmación más vigorosa de la vida que podemos encontrar en la cultura”. (E. Cassirer – 1984)

He aquí otra aproximación al concepto de eternidad, como negación del fenómeno con el cuál concluye nuestra vida.

Los relatos existentes, mencionan a Sísifo como el más astuto y menos escrupuloso de los mortales. Aparece como hijo de Eolo y fundador de la ciudad de Corinto, (anteriormente llamada Efira). El poder que poseía lo habría recibido de Medea, cuando, ésta, precipitadamente, hubo de abandonar la ciudad.

La leyenda de Sísifo incluye varios episodios, “conformando cada uno de ellos la historia de su astucia”. (P. Grimal – 1963)

En uno de los relatos, puede leerse que Zeus había raptado a Egina, hija de Asopos. Cuando ambos pasaron por Corinto fueron vistos por Sísifo. A poco se presenta Asopos, buscando desesperadamente a su hija; siendo preguntado Sísifo sobre los hechos, éste le promete revelar el nombre del raptor a condición de que aquel hiciese brotar una fuente de agua para la ciudad. Del consentimiento de Asopos brota la fuente Pirene. Sísifo descubre al culpable.

Por este hecho reciben el castigo de Zeus, dios de dioses y de hombres. Asopos es fulminado. Respecto de Sísifo hay dos versiones.

En la Odisea, Homero describirá como Zeus lo fulmina y lo precipita en los Infiernos, condenándolo a empujar, eternamente, una enorme roca hasta lo alto de una montana. Apenas la roca llegaba a la cima, caía por su propio peso, por lo que Sísifo debía reanudar su tarea.

En la segunda versión, Zeus había enviado a Thánatos para que lo matase. Pero Sísifo, haciendo gala de su astucia, lo sorprende y logra encadenarlo. Por tal motivo, ningún hombre murió durante todo ese tiempo. Fue necesario la intervención de Zeus para liberar al dios de la muerte. Obviamente el primero que debía morir era Sísifo.

Pero, otra vez, valiéndose de su astucia y no resignándose a morir, con anterioridad Sísifo había ordenado, en secreto a su mujer Mérope, una de las Pléyades, que no le rindiese honras fúnebres y abandonase su cuerpo en lugar público.

Llegado a los infiernos, Hades le preguntó sobre el porque de no presentarse en la forma ordinaria, ante lo cual, Sísifo quejándose de su mujer, obtuvo permiso del dios para castigarla por su impiedad.

Pero una vez que Sísifo se encontró nuevamente en la tierra, se guardó muy bien de retornar a los Infiernos, viviendo hasta edad muy avanzada. Cuando muere definitivamente, Hades, tratando de evitar una nueva evasión, le impone la tarea descripta lo que no solo le imposibilitaba de huir, sino que no le dejaba tiempo para arguir nuevas y astutas actividades.

En un relato que Camus hace del mito, aparece no solo la astucia sino también la prudencia de Sísifo, sumándosele una tradición en la que oficia de bandido.

Según esta otra leyenda, fué Júpiter quién lo castiga por haber revelado a Asopos, quién había raptado a su hija. De este develamiento Sísifo habría obtenido una fuente de agua para la ciudadela de Corinto, fundafa por él. En el infierno, Homero (citado por Camus), relata que Sísifo había logrado encadenar a la muerte. Plutón no pudiendo soportar el espectáculo de su imperio sin movimiento, envió a Mercurio (dios de la guerra y mensajero de dioses), liberando a la Muerte de su temporal vencedor.

Qué motivos habría tenido Sísifo para develar a Asopos el rapto por parte del dios?

Obtener el citado benficio para su ciudad, solo con un criterio utilitario?

Habría sido impulsado por los celos al dios, enamorado de Egina?

Gozar en el descubrimiento de un secreto?

Deseo de ser castigado, sabiendo sobre las consecuencias de su develamiento, conociendo la omnipresencia y sabiduría de Zeus?

Se trataría de un acto fallido en la constitución de su psique?

Es probable que cualquiera de éstas y otras posibles preguntas, convoque a nuestras fantasías para poder responder. De tal modo, el mito adquirirá otra categoría, personal, propia, en donde ( por los motivos que fuesen), nuestras respuestas pondrían en actividad aspectos inconcientes de nuestra estructura psíquica.

DESAFIO Y CASTIGO

Si tenemos en cuenta la actitud desafiante ante la autoridad de los dioses que parece haber caracterizado la vida de Sísifo y su sagacidad que lo habría salvado de castigos, la que falla en un momento, todo parecería indicar que ésta fuera una necesidad de castigo menor, con el objeto de salvarse de una pena mayor por un delito anterior probablemente superior a la delación. Lo que lllama la atención es que Sísifo obre como aquel tipo de personalidad delictiva que dejan su impronta, su marca en el delito para “a posteriori” ser reconocido como su autor, recibiendo de hecho por parte de la autoridad, el peso de una ley, previamente conocida y tal vez anhelada.

A esta interpretación concurre la leyenda relatada por Camus en la que Sísifo es considerado un bandido. Pero que clase de bandido ? Posiblemente un “delincuente sexual”, teniendo en cuenta que la revelación del secreto por la cuál es condenado, contiene en sí características sexuales.

Pero, ésta como cualquiera interpretación es solo eso, una posible aproximación a la verdad, que se sumerge en las fantasías personales del intérpete del momento.

Si los relatos míticos sobre un mismo tema, aparecen deformados, será tanto por la tradición cultural imperante en el momento en que tales modificaciones se producen, a la que puede adherirse el relator (por la identificación en el sentido de obtener algo con esa deformación conciente, por ejemplo, algún tipo de poder o beneficio deseado), o bien por la proyección de sus propias fantasías inconcientes sobre el tema.

Pero algo permanece inalterado y este es el núcleo fundamental del mito, lo que ha sido llamado “mitema” o “mitologema”, que hace que el mito en sí, no se pierda y permanezca a lo largo del tiempo.

En el mismo relato que Camus hace del mito de Sísifo, los dioses nombrados pertenecen a la mitología romana sincretizada a la original griega (Júpiter=Zeus, Plutón=Hades, permaneciendo en ambos relatos el nombre de Sísifo como tal), y habiendo sido conservado el “mitema”.

Otra cosa ocurre, cuando no utilizando el sincretismo, sí se ha conservado el tema de origen del mito. Es notable, de este modo, que muchos mitos bajo diferentes concepciones, posean los mismos motivos originales.

En el mito que nos ocupa, respecto del castigo asignado que los dioses Camus interpreta, que éstos habrían pensado con algún fundamento que “no hay castigo mas terrible que el trabajo inútil y sin esperanza” (…) Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo (…), su desprecio por los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron esesuplicio indecible, en el que todo el ser se dedica a no acabar nada”. (A. Camus – 1973)

Tal, es una de las interpretaciones literarias del mito, pero si nos aproximamos a las fuentes psicoanalíticas nuestra investigación dará a luz otras ideas.

Es en este relato, donde uno de los “trabajos” del inconciente hace marca. En ella podremos ver con la mayor claridad la relación del hombre con su deseo.

Deseo que será la condición “sine qua non”, para que se estructure la constelación psíquica con que nos movemos en esta vida.

Sísifo en su tarea de llevar con enorme esfuerzo, una enorme piedra hasta la cúspide de una montana, evoca a aquel otro esfuerzo, el del instinto que, bajo diversas maneras, tratará de obtener su “cima” en la satisfacción.

Siguiendo con nuestro relato, podemos preguntarnos: dónde encontrará Sísifo su “satisfacción”, si en el mismo momento en que su piedra llega a la cima, ésta vuelve a caer por su propio peso, obligándolo a repetir su trabajo (y de hecho repetirse), de acuerdo a la previa condena de los dioses?

He aquí que la satisfacción del instinto, se topa con la represión que lo priva de su logro final.

MUNDO INTERNO

Si nos preguntamos sobre el por qué de la represión, nuestra respuesta se encontrará con el Inconciente, el que fundado por aquella, tendrá como núcleo-base al conjunto global de las representaciones instintuales. Estas representaciones podrán coordinarse entre sí, no pudiendo anularse de ningún modo. Persisten como tales en su forma original, no contradiciéndose, sujetas al Proceso Primario que gobierna el Inconciente y guiados por el Principio de Placer/Displacer. Será en este sistema inconciente, donde no encontraremos ningún tipo de negación. No existe el No (característico del sistema conciente y enunciado desde el yo). Sísifo tampoco dice que no a su eterno sacrificio.

Sísifo se encuentra en el centro mismo de su repetición. El es “en sí”, quién soporta el mito del origen del eterno retorno entre los griegos. Este ritual de Sísifo consagra “ad infinitum” a la repetición, a la que en este mito la observaremos actuando de dos formas.

Como señalamos anteriormente, un instinto no “aparece” como tal, sino que fulgurará como una idea representante. Pero para que esta idea se haga conciente deberá atravesar previamente, dos tipos de censura. La primera de ellas inconciente, produciéndose así la represión lo que hace que permanezca como tal. Pero si por causa de su “economía”, esta idea atraviesa esta primer censura, podrá pasar al sistema conciente, previo paso por el pre-conciente, permaneciendo “capaz de conciencia”. Esta segunda censura se hallará entre los sistemas PreCc. y Cc.

En nuestra práctica analítica, en la que, dicho globalmente, consistirá en hacer conciente lo inconciente, notamos que en el levantamiento de la represión, su efecto dará y tendrá lugar, siempre y cuando la representación conciente entre en contacto con la huella mnémica inconciente, una vez que se han vencido estas dos resistencias.

Sísifo pudo una primera vez, “escapar” del infierno, pero no una segunda. En la primera vez habría utilizado su ”propia huella” para salir del encierro. En la segunda la huella se habría borrado. Algo se habría “olvidado” inexorablemente.

Si hemos hablado de ideas, es por causa de que lo instintual nunca puede ser conocido como tal. Si el instinto no se ligara a una idea, ni se manifestara un estado afectivo concomitante, nada podríamos llegar a conocer de él.

Solo el Inconciente sabe de ésto. Cabe aclarar que este estado afectivo no es estrictamente inconciente. Son los efectos de los procesos de descarga los que se van a manifestar como sensaciones. Lo que se va a mostrar “inconciente” son las representaciones, las que forman depués de la represión, el producto real del inconciente. Cuando algún desarrollo del afecto emana directamente del sistema inconciente, tendrá siempre el carácter doloroso de la angustia, el más fundamental de todos los afectos.

Habrá escrito el autor de este mito por causa de alguna angustia ligada a lo instintual ? Si así hubiera sido, la sublimación, uno de los destinos de la pulsión, habría comprometido un bello y eficaz papel.

Por medio de este proceso sublimatorio, “algo” sexual pasará a dejar de serlo, apareciendo en su lugar como una de sus posibles satisfacciones, un objeto (en este caso el relato del mito), que no solo será aceptado superyoicamente, sino que además en casi toda su extensión será reconocido por el medio social, la cultura del contexto; como algo que forma parte de él. Salvo críticas formales, será tenido como patrimonio de la comunidad y por lo tanto, conservado cuidadosamente. Se entiende de este modo que las obras de arte, ya pictóricas, musicales, literarias, etc., sean tan fuertemente apreciadas. Parece que, con la sublimación, el hombre hubiera alcanzado un mayor grado de madurez y de dominio sobre “aquello” considerado “bajo”, “infernal”, “inferior”. Tal el dominio de Sísifo, encerrado por causa de un delito, considerado así por los dioses. Podemos aquí señalar que en la mayoría de los mitos griegos, lo sexual ocupa una de las mayores extensiones en sus relatos, dando origen a terribles luchas y competencias.

En nuestra civilización, si la gran mayoría de nosotros no hubiéramos renunciado a una parte de nuestro afán de poder y a las tendencias agresivas y vindicativas de nuestra personalidad, habría sido totalmente imposible el nacimiento de la cultura y la común propiedad tanto de bienes materiales como ideales. (S. Freud – 1948)

Hemos encontrado que en este relato, los contenidos morales del autor (o autores), se hallan proyectados desde el inicio del mismo.

En toda la historia la presencia del castigo es notoria.

Esto nos permite inferir, no solo que se intenta dar cuenta de la forma en que el deseo se produce, falla y nuevamente insiste er obtener satisfacción, sino también de algo que induce a la repetición, que en este caso se lo observa ligado a la perentoriedad del instinto.

De tal modo, el mito de Sísifo, mostrará la “historia” del instinto.

El término instinto ha sido traducido de la palabra alemana “Trieb” (que en sus orígenes habría designado al “muchacho que pastorea, o que conduce a sus ovejas); ya como instinto, ya como pulsión o tendencia hacia.

En el Proyecto de una Psicología para Neurólogos (año 1895), encontramos ya la prehistoria de lo que en 1905 en los Tres Ensayos, Freud, designará como pulsiones del yo (autoconservación) y pulsiones sexuales. A “posteriori” en la Metapsicología (1915) y de acuerdo a los tipos de enlace libidinal, las pulsiones sexuales se dividirán en las que caen en el yo (líbido narcicista) y más adelante, las que recaen en el objeto (líbido objetal). Más tarde, en el ano 1920 en Más Allá del Principio del Placer encontraremos una nueva reorganización de lo pulsional (esta vez nombrado desde lo mítico). El instinto sexual y del yo (autoconservación), formarán el conjunto del instinto de vida o Eros, y su contrario, formado por las tendencias a la destrucción de la vida, será llamado instinto de muerte o Thánatos. Ambos instintos básicos recorrerán toda nuestra vida en una interacción antagónica y complementaria, dando lugar, por tal, a una amplia variedad de fenómenos.

Acaso tomaría, Freud, al azar, estos dos nombres? Por qué denominarlos desde lo mitológico?

Posiblemente este autor intuyera que, esas luchas entre los grandes y pequeños dioses, titanes y monstruos, los de arriba y los de abajo, tan parecidas a los conflictos humanos, no serían otra cosa que una proyeccíon de los mismos sobre los grandes personajes divinos. Desde este lugar podemos suponer con alguna certeza que todas aquellas leyendas mitológicas que hablan de luchas, guerras, destrucciones, alianzas, etc, entre las diferentes clases de dioses, estarían representando a cada uno de estos tipos de instintos y sus combinaciones. El mismo nombre instinto que liga lo biológico a la pulsión, lo ubica dentro del orden psíquico y habla de una especie de espacio mítico de unión entre ambos hasta ahora no descubierto por la ciencia. Este concepto de instinto será mitológico por su misma irrancia, y solo reconocido por medio de sus efectos.

Efectos de algo interno, ya que una de las características del mismo es su “interioridad”, actuando como estímulo para el aparato psíquico.

En el instinto erótico, reconoceremos la finalidad de conservar la vida, por medio de una síntesis cada vez más amplia de las substancias vivas. Es así que biológicamente, Eros está caracterizado por los procesos fisiológicos del anabolismo.

En el Instinto de muerte, se harán presentes todas aquellas tendencias que manifiestan una destructividad primaria, tratando de hacer retornar lo orgánico hacia su estado inorgánico anterior. El proceso biológico que representará será el catabolismo. Este Instinto que esta aún hoy en día sujeto a innumerables revisiones, adhesiones, rechazos, etc., actúa internamente y en forma “muda”. Si alguna vez llega a exteriorizarse lo hará como instinto de destrucción. Este desplazamiento hacia lo exterior parece fundamental para la conservación del individuo, siendo llevado a cabo por medio de acciones motoras específicas.

Un representante psíquico del instinto tanático será nuestro Super-yó, ya que al establecerse considerables magnitudes de esta fuerza destructiva en el interior de yo, actuando desde allí, puede en muchos casos hacer peligrar la salud psíquica y física del individuo.

Acaso no habrá sido por su propio Super-yó que Sísifo comete un delito para ser acusado y castigado, destruyendo de ese modo una vida llena de logros y satisfacciones ?

Al hablar de estructura psíquica, sistemas, instintos, etc, es inevitable dejar de hacer referencia a la energía que los acompana. Energía llamada Libido por Freud, que fluye por diversas zonas erógenas, preferenciadas, ya que todo el cuerpo del ser humano puede a su vez ser considerado erógeno.

Sísifo ha pasado en este mito, a ser de un cuerpo erógeno, que obtenía éxito en sus empresas, satisfaciéndose siempre que podía, a ser un cuerpo tanatizado y obligado a ”repetir-se” (junto a su piedra), en un lugar del que nunca más escapará. Tampoco podrá escapar del texto que lo contendrá hasta el fin de los tiempos. El texto inconciente.

Esta líbido, por diversos conflictos podría fijarse a determinados ”objetos”, generando enfermedades específicas. No obstante esos momentos de fijación libidinal, será la movilidad una de las características más específicas de este principio energético. De tal modo que Sísifo nunca acabará con su labor !!

Según el destino de esta líbido se podrá hablar de líbido narcicista, si ésta permanece ligada al cuerpo del individuo o de líbido objetal, si el objeto alcanzado, es externo al individuo. Este movimiento de ir hacia afuera y luego regresar al yo del sujeto (cual cinta de Moebius), puede ser equiparado al movimiento de pseudópodo que encontramos en una masa celular primitiva.

LO EXTRAÑO DEL AMOR

Movimiento que en Sísifo, en su condena, solo será interno y ligado a su trabajo, aunque más exclusivamente a su piedra. Sísifo será reconocido, identificado solo en relación con su piedra. Sísifo permanecería en este sentido adherido a la misma como si un gran caudal libidinoso hubiera transferido a ésta, quedando en lugar del yo del condenado.

Este estado “sufrido”, por casi todos los seres humanos, se conoce comunmente con el nombre de enamoramiento. A mi entender, en los obnubilados estados de posesión sucedería el mismo proceso, pero actuando un mecanismo más arcaico y profundo: la identificación con lo proyectado. En estos estados el individuo queda poseído por una “fuerza extraña”, la de un “dios” que se incorpora en la persona.

Desde una perspectiva psicoanalítica, lo “extraño” no sería nada más que la proyección de un deseo de ser poseído, esta vez colocado en una figura que goza de toda la confianza, veneración y fe del poseso, aún cuando esta figura haga actuar a ésta de la manera más paradójica.

Tal caso nos recuerda en mucho a este Sísifo que aparece como “enamorado” de su piedra, con la que cumple el designio divino. Un designio por el cual Sísifo entrega todo su cuerpo y su inteligencia. Aquel designado entre los mortales como el de las contínuas astucias, es obligado a resignarse siempre con lo mismo. Tal como si estuviese hipnotizado, salido de sí, coartado en toda su sexualidad y habiendo colocado todo su yo en el lugar del super-yó. Todo él, pertenece a los dioses.

Tal como sabemos la fuente de un instinto es siempre somática, con la imperativa característica de su perentoriedad, su necesidad de satisfacerse. No podemos fugar de nuestros instintos, su propia internidad haría ineficaz cualquier intento. Intento que desde el inicio es imposible. Intento que Sísifo, ya no puede nunca más hacer realidad.

Esta fuente somática del instinto estaría simbolizada en el mito que nos ocupa, por el pié de la montana, base de todo el posterior trayecto.

Base en la que se vuelve a encontrar esa piedra (siempre diferente), a partir de su caída.

Esa montana será para Sísifo un lugar privilegiado, en el que esta situado el único hecho circular de su existencia bajo tierra. Este lugar preferenciado en el que se sitúan los hechos trascendentales de todas la civilizaciones es llamado “axis mundi”, en el que se reúnen Cielo, Tierra e Infierno. La diferencia con Sísifo es que se trata de un “axis mundi” (montana del Infierno) subterráneo, pero que sirve de magistral sostén para la tragedia de “Eso” que insiste en ser.

Ese ser que une a Sísifo con su piedra. Ambos deberán subir y caer.

He aquí los momentos: un momento de caída de la piedra a la base, el segundo momento en que Sísifo la percibe abajo y debe subirla. No habrá sosten en la cima. Aquella piedra original, aquella que alguna vez estuvo soberbia en la cima, ya no está más. De ahí que se tratan de dos piedras. La segunda será substituto eterno de la primera?

Será la piedra, acaso aquel objeto primordial perdido para siempre?

Piedra-objeto-de-deseo.

DEL DESEO

El término deseo puede entenderse como un sentimiento de apetencia o como una representación de algo que busca ser satisfecho. De hecho implica un esfuerzo activo para cambiar un estado de cosas en carencia. También lo podemos ubicar en relación a una tendencia a comportarse de un modo determinado para obtener fines específicos.

Cualquier deseo siempre lo vamos a ver emerger en una confrontación con alguna imagen que previamente habría sido descompletada. (Habría estado la piedra arriba o abajo?). Si seguimos la teorización anterior, es obvio que la piedra habría estado abajo, pero habría sido percibida por Sísifo en forma completa en la cima de la montana, ya que el deseo será siempre un deseo de completamiento, de re-cobrar y de re-encontrar aquello que se había perdido en la percepción original.

Siguiendo al origen del deseo, lo veremos a éste nutriéndose de aquellas representaciones de las necesidades primarias de orden biológico, aquellas que provienen directamente del cuerpo. Que después siga un orden simbólico y no lo podamos reconocer desde su fuente de origen, es por causa de la complejidad del proceso simbólico mismo y de las alternativas contingentes, ya que el deseo no posee un objeto definido, lo encontrará en su trayecto. También hemos podido escuchar que el objeto del deseo, bien puede llegar a ser su propio trayecto.

Sabemos que ante un incremento de la tensión (cuya fuente es somática), cualquier individuo intentará su descarga por medio de movimientos reflejos, automáticos y previamente organizados. Pero todas estas tentativas fracasarán sino reciben el aporte de un objeto externo real, que pueda llegar a satisfacerlo. Sísifo se deberá contentar con su piedra.

En “El Proyecto”, Freud ha anticipado (como en muchos otros temas), esta conceptualización, cuando señala que al instalarse una huella mnémica, el cúmulo de tensión que se da por encima del nivel de reposo de la neurona, es derivado por medio de la motilidad hacia el exterior.

Es por causa de esa situación de carencia, que se ha generado en el niño, ese registro mnemónico y una imagen del objeto que le ha dado placer (en Sísifo ese objeto será de goce), que lo había satisfecho. Cada vez que hubiese un impulso similar se reconocerán y recorrerán las huellas mnémicas, atrayendo esa imagen del objeto de aquella satisfacción primigenia y por lo tanto fundante, convirtiéndola en percepción de tal.

Pero, si no hubiera objeto externo que satisfaga; la totalidad de la carga libidinal que acompaña a este proceso, recaerá sobre la huella mnémica, produciéndose asi un cumplimiento alucinado del deseo.

A estos dos objetos, el real y el alucinado, podemos anadir un tercero que, por causa del dolor en la experiencia en tanto frustración es transferida al objeto. Será éste un objeto hostil. Aquí encontraríamos la piedra de Sísifo?

Entre estos tres objetos, el deseo y el dolor, se desarrollará el modelo del afecto, en el que comenzará a instalarse el ser del hombre, cuando aún es alguien indefenso.

Aquel objeto para siempre perdido (la piedra en su lugar original), puede llegar a ser reemplazado, pero siempre fundará el deseo debido a la falta fundante.

En el mismo juicio de realidad llevado a cabo por el yo, estará orientado a recuperar aquel objeto. Por esto, se nos hace siempre obligado hablar de re-encuentro.

Donde aparecerá la pulsión? La encontraremos entre esa necesidad que se nos aparece como pura organicidad (he aquí el cuerpo de Sísifo), y el deseo( he aquí el cuerpo de los dioses).

Cumplirá Sísifo su propio deseo, o su deseo será el de los dioses?

Tarea difícil de reconocer, pero no imposible. Nosotros sabemos que el cumplimiento de un deseo propio no será fácil en la realidad, ya que actuando la función inhibidora del yo, por medio de la cuál, ligando cargas, la correspondiente al deseo, bien podrá dirigirse hacia un polo visual o motor. De este modo, podrá volcarse hacia el mundo de la realidad externa, evitándose los inconvenientes patológicos de una realización alucinatoria (con un objeto tal que solo produzca una falsa satisfacción) y haciendo que el rodeo impuesto por la realidad sea el modo más adecuado para que un deseo pueda cumplirse.

En algunos casos el mismo yo puede ofrecerse como objeto. Tal parece ser Sísifo, quién por medio de un acto fallido se habría ofrecido (ofreciendo su yo), a la voluntad divina.

En este ofrecerse del yo, Sísifo podría compararse a Narciso, ambos condenados a permanecer cada uno en su historia de total y eterna repetición. En Sísifo por tener su mirada puesta siempre en la cima imposible, Narciso por tener su mirada puesta siempre en su reflejo.

Ambos, atrapados por el Destino.

Ambos, como tantos otros, resignando a su Deseo. Deseo cuyo objeto será la matriz de lo fantástico. Fantasía que sostiene al Deseo.

Como señalamos anteriormente, la pulsión aparece en la hiancia que se establece entre el deseo y la pura organicidad. Pulsión que, será reconocida solo por sus efectos.

LA PIEDRA (?)

Pero, aquí en el relato del mito de Sísifo lo instintual (lo que nunca aparece como tal, sino como representación de), será reconocido como pulsión, en el mismo instante en que Sísifo ve a la piedra caída al pié de la montana.

Piedra que símboliza a un objeto que hasta ahora condensa a aquel objeto primordial del deseo y a todos sus posteriores substitutos, a la líbido (en el esfuerzo que Sísifo necesita para colocarla en su sitio, los que unidos, mostrarían la perentoriedad de lo instintual), y a la huella mnémica (dejada por la piedra, en los caminos de ascenso y de descenso de la montana).

De tal modo, que, esta piedra aparece como una metáfora, como aquellas imágenes y palabras que encontramos condensadas en el soñar.

De tal forma que es así como podemos encontrar analogías entre el relato mítico y las formaciones oníricas.

Y esto aún, cuando este relato, como otros tantos, hayan pasado a constituirse tales, por efecto de la elaboración secundaria, como en el caso de los sueños que adquieren status de manifiestos.

Por designio de los dioses, Sísifo, esta vez no habrá podido fugar de su lugar. Lo instintual tampoco puede hacerlo. Solo podrá efectuar su constante trabajo. No es el caso de Sísifo, su objeto será siempre el mismo, aunque variarán los caminos, las huellas se harán más profundas, pero el objeto permanecerá inmutable.

Obvio resulta que en su origen el trabajo de Sísifo, marcado por el Destino, será éste, a pesar de haber podido realizar por medio de todas las argucias posibles, deseos en el arriba, en su tierra. Acá, en los infiernos, lo infernal ordena la repetición y el absurdo.

Un absurdo, en tanto objetivo que no es de él, sino como castigo.

Un objetivo, en el cuál cumple con el deseo de los dioses, para lo cuál deberá repetirse el mismo gesto. Un gesto con el cuál no logra placer. Antes bien, solo logra un cierto tipo de goce. El goce de cumplir con el deseo del Otro (aquí, los dioses).

Sería Sísifo, el paradigma del Masoquismo?

En esta figura, la aproximación económica que podemos realizar es que a los efectos de las intenciones del autor, éste habría desvitalizado a Sísifo con el objeto de que permanezca inconciente de su actuar.

Aquí, Sísifo, no logra atravesar la otra censura, aquella que consignamos entre los sistemas PreCc. y Cc., estando por tal motivo condenado a repetirse. A él, le habría sido negado el enlace entre la representación conciente y la huella mnémica inconciente.

Si Sísifo hubiera concientizado alguna salida, y si además lo hubiera deseado, el mito habría tenido otro desenlace:

La pulsión se habría satisfecho o, Sísifo habría encontrado un objeto de libertad.(?)

Pero todo nos permite avizorar que el objeto tal, se lo han guardado celosamente los dioses. Objeto divino que estaría además adornado por el goce supremo de hacer sufrir al otro.

Si tal como reseñamos anteriormente, en el Inconciente, rige un principio de Placer-Displacer, donde encontraría Sísifo alivio para su penosa tarea? Posiblemente en el instante en que la piedra y el están juntos en la cima. Placer máximo? Parece ser que no, porque, casualmente no se trata de su deseo el que la piedra esté ahí. Es el deseo de los dioses. Y, cumplir con el deseo del Otro produciendo un gesto inútil, nos llevaría a reformular que no se trata de placer, sino de goce, del mas puro goce masoquista.

Como puede constatarse, desde la perspectiva psicoanalítica los destinos de los instintos serían cuatro: La transformación en su contrario / la orientación contra la propia persona/la represión y la sublimación, por lo que es dable observar que en este relato, Sísifo estará condenado al segundo de los destinos. Esta orientación se cumple inexorablemente cuando Sísifo se ordena de acuerdo al deseo de un Otro que goza con su sufrimiento. Pero he aquí lo paradójico, Sísifo mutila su deseo, identificándolo al del Otro, pero vive. Al cumplir con el designio divino, Sísifo ha debido renunciar a una parte de sí mismo, pero esta renuncia lo salva de la destrucción total.

De este modo, Sísifo permanece en el Mito.

Si Sísifo dejara de cumplir con su castigo, cuál sería el otro castigo?

Posiblemente la respuesta la tendrán los dioses.

Sísifo de este modo, representa al Instinto que no cesará de inscribirse, cualesquiera fueran los modos, cualesquiera las formas de un Deseo de Vida, aún allí abajo.

Instinto de Vida que trata de sobreimponerse sobre lo tanático, logrando la victoria que se consigna en el relato. Victoria del Texto sobre la muerte de tantos hombres acaecida desde los tiempos en que este relato se originó.

Anteriormente mencionamos a uno de los mecanismos típicos del sonar, la condensación, pero donde encontraríamos ese otro que siempre lo acompana? El desplazamiento? Ya que como es posible constatar, ambos mecanismos siempre aparecen juntos en toda obra poética y en todo relato mítico.

A mi entender, se podría encontrar previo a la condensación de Sísifo con la piedra, según los diferentes lugares donde ésta se hubiera ubicado, ya en la cima, ya en su primer y posteriores caídas, ya en la base, ya en el ascenso, siguiendo ese camino circular, que insinúa fuertemente el mito del eterno retorno, tal como aparece en la estructura mítica que da cuenta del ave Fénix, el que no conocía la inmortalidad de los dioses por morir, pero el que tampoco conocía la mortalidad por renacer de entre sus cenizas, en un ciclo eterno.

METAFORAS Y METONIMIAS

Aquel proceso metonímico, se cumple también en la figura de Sísifo, cuando sube, agarra y vuelve a subir a la piedra. Tan pegado a la misma que ésta podría llegar a recibir el mombre mismo de Sísifo.

Tanto su singular alianza, que como toda alianza es metáfora.

Metáfora que cumple la repetición, pareciendo que en cada vuelta, se borre lo anterior. Borramiento, olvido, que de por sí, será ya una de las formas del castigo. Imaginemos un hombre sin memoria! El tiempo no existiría, la memoria del acto se habría perdido o habría permanecido en lo inconciente. De tal modo la condena de Sísifo no será repetir el mismo trabajo, sino el trabajo de repetirse y así “ad-infinitum”.

A esta altura, parece oportuno preguntarnos sobre el origen de este mito. Pregunta imposible de respuesta, ya que éste como otros tantos mitos, sino la mayoría, se pierde en las obscuridades del tiempo histórico, viniendo desde un más allá témporo-espacial que supera todas nuestras posibilidades de ubicarlo.

No obstante, por las características del mismo, parece que, el autor o los autores, hubieran querido demostrar asimismo un “algo” de naturaleza moral que sirviese de modelo en el dominio de todo aquello instintual que significase algún tipo de peligro.

Antes señalamos que Sísifo, significaría el Instinto de Vida, ya que por medio de la repetición del singular acto, no moriría. Concurre a tal apreciación, el hecho acaecido en la vida de Sísifo, cuando por medio de una argucia, obtiene el permiso de Hades para volver a la tierra a castigar a su mujer, quedándose hasta su muerte definitiva, con lo cuál el relato mostraría su aprecio por su vida anterior. Pero nos encontramos que la compulsa a la repetición, no se encuentra inscripta a la vida, sino al servicio del instinto de muerte, ya que lo que imprime Thanatos, es ese retorno de lo orgánico hacia su estado inorgánico anterior. Ya en el infierno, Sísifo no podría cumplir el mensaje de Eros en el que se sugiere aquella finalidad de conservar la vida por medio de una síntesis cada vez más amplia.

Sísifo resumiría, de tal modo a ambos instintos y la labor que de consuno lleva a cabo. De cualquier modo, tampoco desde nuestra perspectiva podría pensarse un instinto sin su contrario complementario.

Cabe reconocer aquí, que cuando hablamos de Sísifo, simultáneamente hablamos de su autor. Sería posible separar al autor de su obra?

Autor (Sujetado a su Inconciente), obra (relato mítico), por la cuál se muestra en definitiva al imperio de la muerte a través de un digno representante de este instinto, un Super-yó punitivo y cruel expresado en la condena de los dioses vengativos.

Es, en este mito de Sísifo donde se puede observar uno de los procesos fundamentales del Inconciente, tal, el referido al mundo instintual, el que por medio del relato mítico pudo colocarse en un nivel de comprensión conciente, puntualizando las estructuras que lo sostienen.

Sísifo sería entonces el representante del Instinto de Vida y de Muerte del autor (es), cumpliéndose en el relato procesos tales como el desplazamiento (Sísifo, la piedra y el trayecto circular), la condensación (la piedra uniendo el objeto de deseo para siempre perdido y sus subrogados, la huella mnémica inconciente, la líbido y la presencia de la perentoriedad del instinto y al instinto en sí); condensación y desplazamiento que co-forman el proceso de simbolización que caracteriza a todo mito. Mito, éste, que estaría simbolizando un cuadro clínico definido, como lo es el de la estructura masoquista.

Como observaremos en el caso del Hombre de las Ratas, tal como lo relata Lacan, en el que la estructuración de esa neurosis había sido construída como un mito familiar, es sorprendente qu Sísifo tenga también su parangón en un tipo de personalidades estudiadas por Freud “.Los que fracasan al triunfar”

LOS QUE FRACASAN AL TRIUNFAR

En el primero de los dos casos que ejemplifican el citado artículo de Freud, estas formas particulares de personalidad, se nos muestra a una joven de buena familia, que abandona la casa paterna para llevar en adelante, un vida aventurera, hasta que traba relación con un artista que la valoriza en múltiples sentidos. La lleva a vivir con él y logra en ella una buena companera. Después de muchos anos consigue éste que su familia la aceptara y decide casarse. En ese preciso momento ella comienza a fallar en su gobierno de la casa apartando además a su marido de toda relación social, mostrandose insensible y profundamente celosa. Obstaculizó además la carrera artistica de su companero y no tardó en caer en una enfermedad mental de tipo incurable.

El otro caso relatado por Freud, se refiere a un profesor auxiliar respetado en la Universidad, que durante mucho tiempo había acariciado la idea de suceder en la cátedra a quién había sido su maestro y actual superior. Pero cuando éste se jubiló y fue designado para el mismo puesto comenzó a mostrarse indeciso, disminuyendo sus merecimientos y declarándose indigno de la confianza que en él se tenía, a poco cayó en un profundo estado melancólico que lo excluyó de toda actividad en los anos siguientes.

Como podemos observar, estos casos son particularmente opuestos a la noción genética de las neurosis, ya que precisamente por haberse podido cumplir un deseo largamente anhelado, han enfermado de igual modo.

Parece entonces, como si, estos sujetos no pudieran soportar su felicidad, pues en cuanto a la relación causal entre el éxito y la enfermedad, no puede caber la menor duda” (S. Freud – 1978)

Para poder comprender estos casos en donde la teoría psicoanalítica, “prima-facie”, fallaría, es necesario hacer intervenir la diferencia entre todo lo que es privación externa y privación interna, aunque tales conceptos de externo-interno, sean utilizados aquí solo para poder aclarar dos lugares de un mismo proceso.

Cuando el objeto que se anhela esta situado en el mundo externo y por diferentes caminos puede ser logrado, la privación dejaría de existir, desapareciendo de hecho, la situación de conflicto. Pero, cuando existe algún tipo de privación en nuestro interior, el yo deberá sortear otros caminos tratando de apoderarse de otros objetos disputandoselos a la líbido, surgiendo de este modo un conflicto de naturaleza neurótica, en el que como en toda neurosis se logrará una satisfacción sustitutiva. Va a ser en los casos en los que la privación interna ha actuado por sí sola, que los hombres enferman en el caso de haber obtenido algún tipo de éxito anhelado. Acaso Sísifo no habría anhelado adherirse al deseo de los dioses?

Para aclarar un poco más lo anteriormente senalado, cabe recordar que el yo toleraría un deseo mientras tanto tenga la estructura de una fantasía, pero que se opondrá en forma terminante, cuando aquel tenga posibilidades de ser llevado a cabo en la realidad. El lugar en donde el yo obtendrá (por medio de su función crítica), el conocimiento de que algo se ha satisfecho, será la realidad exterior, la que ha pasado a ser modificada.

En el trabajo clínico, es notable observar que estos “fracasos”, cuando un deseo obtiene cumplimiento, son vividos como tales, por causa de la presencia enjuiciadora y punitiva de la instancia que actúa como moral.

En todo caso la culpa y la necesidad consecuente de castigo estarán íntimamente entrelazadas.

Para Freud, las fuerzas de la conciencia que enferman a ciertos sujetos por causa de sus éxitos, se hallarán enlazadas al complejo nodular de nuestra existencia, al que el mito de Edipo le sirve de sostén, así también a aquel general sentimiento de culpabilidad que deviene desde lo filogenético. Sentimiento que generalizado en muchos mitos y religiones, sobreviene de una deuda simbólica imposible de pagar que poseería el hombre para con la divinidad.

Tal como sabemos, el heredero del complejo edípico será esa instancia anteriormente mencionada como super-yó, desde la cuál serán permitidos o condenados no solo nuestros actos, sino también todo tipo de pensamientos y de palabras dichas. De hecho punirá todo aquello que desde casi siempre ha sido prohibido, el parricidio, matricidio, incesto. De este modo el mito edípico ha llegado a colocarse paradigmáticamente para dar cuenta de tales devenires humanos. Siguiendo tal línea, por qué no colocar al mito de Sísifo para dar a su vez cuenta de aquel tipo de personalidad que habiendo conseguido el éxito fracasan en el mismo instante o el poco tiempo.

Si Sísifo insiste en vivir, también podría sentirse culpable por lo mismo, debiendo pagar con la caída y puesta en lugar de su objeto, con el esfuerzo libidinal que imaginemos, ésto representa.

Dentro de estos cuadros podrían incluirse, asimismo, a aquellas neurosis profundas en las que el sujeto no soporta haber sobrevivido a la muerte de una persona muy querida, ya que por causa de anteriores deseos de muerte o agresión a la misma, con la culpa consecuente, ya por ciertas imposibilidades estructurales de elaborar el duelo, etc, en las cuáles fracasar para vivir, llevaría la impronta de un poderoso menosprecio superyoico.

Asimismo, podríamos colocar el mito de Sísifo, complementando el conflicto edípico para dar cuenta de aquellas estructuraciones en las que el super-yó (heredero de la declinación edípica), censura las apariciones de alguna de las formas substitutivas en las que el instinto se enfunda para lograr su satisfacción; aún cuando esta satisfacción se cobre el elevado precio que el masoquismo (aquí, goce de los dioses), conlleva en su deficiente pero insistente organización psíquica.

Sísifo en su gozante repetición muestra el mas elevado nivel de Compulsa a la Repetición, que junto a la Pulsión, la Transferencia y el Inconciente son los conceptos fundamentales del Psicoanálisis.

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