EL HOMBRE Y LA GUERRA

 

Al final de la guerra del Golfo más de 600 pozos de petróleo ardían. Diariamente mas de 500.00 barriles y 70 millones de metros cúbicos también ardían. Sus consecuencias inmediatas, humo, dióxido de azufre y otros contaminantes (aun a la fecha desconocidos) por sus efectos sobre la salud de las personas y el ecosistema propio de la zona. Es así que la Organización Meteorológica Mundial estimo que durante los cinco primeros meses de los incendios en Kuwait mas de 40.000 toneladas de dióxido de carbono, 3.000 toneladas de oxido de nitrógeno y medio millón de toneladas de dióxido de carbono fueron emitidos diariamente a la atmósfera.

El petróleo, fuente de riqueza para el Medio Oriente se volvió en esta absurda (como todas) guerra el peor enemigo de la Humanidad. Este así llamado ‘oro negro’ que no se renueva y Europa tan dependiente de esta forma de energía hubiera debido salir en búsqueda de otras modalidades energéticas tal como el sol, el uranio, las fuerzas cólicas.

Cuando el petróleo inundo a este ecosistema, desestructuro su armonía produciendo los siguientes efectos letales: por su peso especifico (menor al del agua) y su insolubilidad, contamino la superficie marítima y destruyo los organismos que allí convivían. Al mismo tiempo, la oxidación de los alquitranes mas densos y flotantes se produjo por la acción de los rayos ultravioletas por lo que multitud de organismos se quedan irremediablemente sin el oxigeno vital para su subsistencia. Todos reconocemos ya que la contaminación de las aguas y sus habitantes, peces, mamíferos y aves, produce una mortandad tal que afecta directamente sus vidas y por consiguiente las nuestras.

El derrame programado e intencional del petróleo en Kuwait posee magnitudes casi irreparables, afectando no solamente la región, sino probablemente a todo el planeta.

Ese 26 de Enero de 1990 la enorme mancha de petróleo producida por las terminales abiertas ‘ex profeso’ en Al Ahmadi, apenas 30 kilómetros de la ciudad de Kuwait, origino a nuestro entender el mayor desastre ecológico en lo que va de esta centuria. El Golfo Pérsico en poco tiempo se convirtió en un mortal y gigantesco deposito de residuos de petróleo crudo. Sus consecuencias son aun hasta la fecha impredecibles y ya que el ecosistema en el Golfo es sumamente cerrado se supone que la contaminación será profunda y por largo tiempo. Imaginemos su gravedad ya que esta situación impedirá el normal funcionamiento de las plantas de agua potable para Arabia Saudita con el consiguiente trastorno humano y técnico.

Asimismo esta contaminación afecta y seguirá afectando directamente tanto a la fauna como a la flora marina. Esas espesas capas de petróleo al evaporarse en su superficie contribuyeron y contribuirán a la polución aérea. Toda la costa sana del Golfo Pérsico hoy se encuentra en vías de desaparición. Allí es posible observar con gran tristeza millares de aves que, con sus plumas impregnadas de petróleo, esperan su irremediable e injusta muerte.

El hombre no es propietario de la Tierra, sino su natural administrador en función de esta y las sucesivas generaciones, debiendo éticamente entregar este mundo en mejores condiciones de las que lo recibimos. Por este motivo a los ecosistemas naturales: agua, aire, suelo, paisaje, debemos desde todo punto de vista, organizar los ecosistemas sociales consecuentes: reemplazo de la pobreza, de la injusticia, de la violencia, del loco armamentismo, una vida libre de factores de riesgo, hogares dignos, turismo, salud.

Con guerras del Golfo a cada instante el noble mundo que habitamos mostrara su cansancio. Todos los ecosistemas afectados por esta guerra en la que se produjo una novedad: fue una guerra en base a misiles en la que no pudo concretarse la posibilidad del uso de armas químicas, otra forma eficaz que invento el hombre para destruir a sus semejantes y su entorno (animales, plantas, aire, agua, suelo), aun manifiestan el testimonio el testimonio de la destrucción.

Como observamos la fantasía mortal de nosotros, los hombre, no termina nunca. Solamente pensemos en la cantidad de guerras que hubo en l historia de la Humanidad (para que?). Fueron aproximadamente 14.000 lo que presupone la perdida de 4.000 millones de seres humanos. Las formas mas violentas parecen aun desconocerse y el delicado equilibrio pacifico de nuestro planeta se ve constantemente amenazado. La OTAN (Tratado del Atlántico Norte), firmado por Alemania Occidental, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia (retirado en 1966), Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Holanda, Portugal y Turquía, es un compromiso a defenderse mutuamente en el caso de agresión ‘extranjera’ a alguno de sus miembros, firmado en Estados Unidos (Washington, 1949) y el Pacto de Varsovia (Bulgaria, Hungría, Polonia, Alemania Oriental, Rumania, Checoslovaquia, y la U.R.S.S) a partir de los grandes cambios estructurales de estos países y sus modificaciones globales, pueden aun mantener su vigencia?

Como las armas se han vuelto mas mortíferas es necesario que las conozcamos y poder así, obrar en consecuencia, integrándonos por ejemplo a aquellos movimientos por la Paz que seriamente garanticen sus objetivos, propuestas y metodologías.

Si en la Primera Guerra Mundial fueron 10 millones de muertos y en la Segunda hubo 50 millones de seres humanos muertos, que cabe esperar en una Tercera Guerra Mundial? Pensemos como nos señala Einstein: “…si, se que la Cuarta (Guerra Mundial), se hará con piedras y palos”.

Si en la guerra del Golfo no se usaron armas químicas no considero que a algunos de los miembros comprometidos en la misma, les faltaran deseos.

Estos llamados A.Q (Agentes Químicos) utilizados en la destrucción del otro semejante se los divide en dos grandes grupos: los que afectan al hombre y a los animales y los que afectan a las plantaciones de cualquier naturaleza. Entre los primeros (A.Q que afectan al hombre y animales) encontramos los “asfixiantes”, los que contaminan nuestra sangre (hematotoxicos), los que contaminan el sistema nervioso y las principales funciones vitales (neurotoxicos), los vesicantes (que producen quemaduras y ampollas en la piel) siendo el “gas mostaza” utilizado ya en la Primera Guerra Mundial un ejemplo típico, las toxinas que ingresan a nuestro organismo por aire o por ingestión y los psicoquimicos, las conocidas drogas “comunes”, ampliamente utilizadas junto con el “Napalm” en la guerra de Vietnam. Al producirse irremediablemente efectos nocivos sobre diversas partes del cuerpo, tales como los ojos, nariz, garganta, aparato respiratorio, intestinal, cardiocirculatorio, piel y sistema nervioso central, todos estos agentes químicos, dejan al hombre vulnerable a los mas despiadados y horribles finales de la vida, a menos que de esta situación sea posible en forma rápida y eficaz efectuar su detección, la identificación de los agentes actuantes, la descontaminación y el tratamiento medico y psíquico de las personas atacadas.

También para poder “matar mejor” el hombre se vale de elementos conocidos de la naturaleza (los llamados agentes biológicos, A.B, los que son de constitución agresiva). He aquí entonces a los agentes del cólera, pestes y enfermedades animales, fiebre amarilla, fiebre tifoidea y la fiebre Q; armas que en grandiosa escala producirían epidemias con la consecuente desaparición de pueblos enteros. Estos agentes biológicos ya fueron utilizados por ejemplo en la guerra de la U.R.SS y Afganistán en el año 1979.

Además de los daños ocurridos en el mismo instante de producido el ataque a todas estas “armas” dejan una secuela de largo tiempo que destruyen no solo la vida actual sino las posibilidades futuras de vida en todos sus niveles biológicos.

Al acercarnos a esta thanatica condición humana muchas son las actitudes que podemos adoptar, negar esta situación, justificar (lo injustificable?), ser indiferentes pensando que el peligro esta lejos o bien articular nuestros recursos naturales y éticos al servicio de la Prevención de las Guerras y otras formas de violencia consecuentes por medio de Educación para la Paz y el ejercicio de una convivencia armónica y progresista del mundo en que vivimos.

Basta revisar la historia global del hombre para comprender inmediatamente que es un paso urgente a ser dado por todos ya que de nosotros mismos depende el estado de la vida y el mantenimiento del Bien Común.

 

Jorge. G. Garzarelli

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