No se por qué me persiguen dos barcos
que se estrellan en la madrugada
o
en una noche que no es ni áspera ni dócil.
Apenas veo sus proas.
No los distingo, los siento ahí
en alguna parte del mar, de otro mar que no es el mío,
tampoco el de los sueños.
Quizás sí sea el de la infancia, más allá del Le Maire,
el de los libros
o el de las pesadillas del invierno.
Dos barcos grises, sin tripulantes, chocando
sin ruido
entre olas altas.
Julio – 2015
Anahí Lazzaroni