EL CUERPO EN LA PERSONA CON HIV-S.I.D.A.

El cuerpo, esa maravillosa “máquina” hecha a imagen y semejanza de lo divino, emerge en esta tierra y desde esta tierra como el único medio por el cual es posible nacer, reproducirse y morir. Pero he aquí, que como no sólo de polvo está hecho el hombre, el cuerpo reserva en sí una fuente inagotable de hechos, sentimientos, aspiraciones, deseos, ideas, ilusiones, frustraciones, creaciones y también de amores y odios que lo hacen susceptibles de padecer y sufrir aquello que se le presenta como lo extranjero, lo extraño, lo totalmente otro.

Como cada cuerpo responde a un solo individuo, y éste a su vez “hecho del polvo de las estrellas”, sería una maravillosa copia del orden universal, éste individuo es único e irrepetible tanto en los espacios como tiempos conocidos. Pero…si bien este cuerpo muestra la obra de la Creación, también es susceptible de muerte. Y a la muerte no llegamos de un solo modo. Muchas y variadas son las formas de morir. Eso sí, cada uno llega a morir de acuerdo a su modo.

Será en el enfermo por H.I.V. en el que hasta la emergencia de aquellas enfermedades denominadas marcadoras o patognomónicas del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, no existen signos externos o por lo menos no demasiado notorios de sensaciones que habituales en otras situaciones, adquieren en ésta oportunidad la calidad de “fatales”.

El cuerpo del enfermo por H.I.V. será escenario de un drama que capítulo por capítulo acreciente aquellas sensaciones que nos acercan a los finales. Siempre la sospecha de que tal o cuál síntoma sea algo más. Aunque ese algo más, sea siempre algo menos. Menos vida.

Pero, no todos los pacientes reaccionan del mismo modo. Hay aquellos que montados sobre El Caballo de la Vida, luchan en forma constante y recurriendo no solo al arsenal de sus propias posibilidades, sino a todos los medios que se le brindan. Para estos pacientes un hilo de coser es una cadena de acero.

Hay otros que intermitentemente luchan y se abandonan como descansando del fragor de batallas entre medicamentos, mediciones, evaluaciones, análisis, profesionales y volviendo a la carga esperanzados ante cualquier noticia que les pueda resultar un aporte de esperanza para mayor cantidad de tiempo de vida o calidad de ella.

Otros, lamentablemente, dejan sus esperanzas fuera de su camino y se aletargan, olvidándose del tiempo cayendo en insostenibles indiferencias respecto de sí y de los que los rodean. La vida, es para ellos una cuestión de tiempo.

La vida que se va en cada acto, intentará ser recobrada en cada respiración, en cada descanso, en cada sueno. De este modo el dormir del paciente H.I.V. también se ve modificado y con eso sus sueños. Sueños de restitución o bien de naturaleza traumáticos, o asociados a diferentes modalidades de la desconfianza, el temor, la envidia. Sueños polares.

Frente al H.I.V. cada cuerpo responderá de un modo singular y particular, acorde con la estructura psicológica que posee esa persona.

No es lo mismo la respuesta de un paciente depresivo, que la de un adicto, o en el caso de homosexualidad, de heterosexualidad, o de hemofilia. Tampoco lo es en los casos de hombres y mujeres, o en niños, adultos o mayores. Cada individuo responderá a la infección con su historia, sus defensas, su angustia.

En ese sentido haré un amplio paneo referente a los estados que he podido investigar a lo largo de estos últimos cinco anos.

La persona que ha adquirido el H.I.V. por pertenecer al campo de las adicciones, sobre todo cuando ha utilizado drogas intravenosas, se comporta con ciertos criterios de omnipotencia y un grado de indiferencia y desvalorización tal por sí misma que asombra y preocupa. De cualquier modo “Voy a morir igual” decía un paciente joven de 23 años. Sus tendencias autodestructivas son tan fuertes que por más que el medio ambiente tienda a protegerlo, ya sea bajo la forma médica, psicológica, social o espiritual, este paciente responde con su abulia y su apatía en forma sistemática. Este simple ejemplo no puede ser sólo utilizado para garantizar las formas de comportamiento del adicto, ya que algunos reaccionan en forma bien diferente, aferrándose con desesperación a cualquier tratamiento ofrecido. Pero, en general y en consultas que he realizado con otras profesionales por lecturas y asistencias a congresos, he podido constatar que la misma estructura de personalidad del adicto conlleva en sí misma, la posibilidad cierta de la destrucción hasta lograr su cometido. El H.I.V. solo será un modo más de acceso a la muerte. Hoy nuevos medicamentos previenen esa muerte “anunciada”. Pero de la responsabilidad de cada portador o enfermo depende este último momento. La Esperanza y la Responsabiliad mancomunadas ofrecen un ámbito de seguridad para aquellos que aman sus vidas. Es claro que esto también es válido para todos los otros seres humanos.

Será en los casos de homosexualidad, en los que se manifiesta un denodado interés por sobrevivir, pero dentro de un estilo en el que resaltan el “cómo morir sin envejecer” o por lo menos con el menor deterioro físico posible. En estas personalidades, el narcisismo en lo físico está altamente estructurada.

Dentro del amplio campo de los hombres que acceden a la sexualidad en forma promiscua y paralela a sus vidas legales, es notoria la emergencia de un mecanismo de “denegación”, en el que se manifiesta la puesta en marcha de un “a mí no me va a tocar”, ya que para estas personas, actúa el prejuicio de que su sexualidad es “normal” y ésta es una enfermedad de “gays” o de “extranjeros”, tales “como los negros del Africa o de Brasil”.

Un campo aún mas dramático es el de las mujeres que trabajan en el campo de la prostitución, cuyo cuerpo, es solo un medio con el cuál sobrevivir, y así disociado solo ser una “cosa”, tal como ella misma, generalmente se siente y es “valorizada” por el medio. Ella es una cosa que al ser así usada solo tiene el valor del momento, el momento del pago, el momento de la muerte por el afecto, el momento de la impostura.

Aquella enfermedad misteriosa que en principio fue adjudicada a las famosas “Cuatro H”, hemofílicos, homosexuales, heroinómanos y haitianos, hoy afecta a la H de Ser Humano. Ya no es posible proyectar sobre otros la responsabilidad que poseemos para salvaguardar nuestro cuerpo como lo que es, digna envoltura del alma.

Allí donde el prejuicio con su estructura de ignorancia y temor a lo desconocido, actúa presentando sus inapelables e históricas credenciales, la Ciencia, la Moral, y el Sentido Común, señalan a la Prevención por medio de la profunda modificación de hábitos y costumbres reñidos con la Dignidad de la Vida, como uno de los medios más idóneos, para evitar la diseminación de la llamada Pandemia de Fin de Siglo, proyectada en este 2005 y quién saber por cuantos años mas.

La Salud y el Bien de la Humanidad está en juego, ya que este virus instalado “cómodamente” en el centro de nuestras instituciones, pone en jaque al Cuerpo Social en la mayoría de sus estructuras.

Todos somos responsables de que, en la urdimbre de la Creación, las figuras de la contra-vida: la desesperanza, la desilusión, el abatimiento, los temores, la complicidad, la impotencia, la indiferencia, el desamor, jueguen a las escondidas con el Gran Texto que nos señala que todos somos Humanos pero creados para trascender mas allá aún de nosotros mismos.

Quienes vendrán después de nosotros tendrán derecho a preguntarnos qué hicimos por-el-otro-semejante.

Dr. Jorge Gilberto Garzarelli

– Doctor en Psicología (Universidad del Salvador)

– Profesor Titular “Int. a la Psicología”. Facultad de

Psicología – Universidad del Salvador.

Director del C.E.C.Y.S. – Centro de Estudios Científicos y

Sociales (entidad sin fines de lucro).

Miembro de la Sociedad Interamericana de Psicología.

Becario de la Embajada de Canadá.

Buenos Aires – Argentina

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