CAPITULO 8 – EL MITO DEL PARADIGMA

Y todo es una parte del diverso

cristal de esa memoria, el universo;

no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;

solo del otro lado del ocaso

verás lo Arquetipos y Esplendores.

Jorge L. Borges

El Arte en sus diversas manifestaciones muestra a la Fantasía y al Mito siguiendo aquellos aquellos procesos característicos del mundo de los sueños. Tratará de descubrir lo obscuro, lo que se intenta esconder tras las palabras: tras las máscaras que las palabras representan. De quitar máscaras para encontrar las razones y las sin-razones, los “arquetipos y los esplendores” del poeta-hombre; trata una forma especial del Arte; la literatura en el teatro..

A los efectos del presente capítulo me referiré a un arte particular; aquel que hace a la ilusión, la ficción, lo imaginario, donde todo ocurre “como sí” fuese real: El teatro. Sobre todo el que hace referencia a lo polar. El teatro de las dos máscaras. Las máscaras del amor y del odio. De lo extremo, la Indiferencia, no habría teatro. Quizás, la Indiferencia podría llegar a traducirse como la Gran Ausente. La Ausencia del Drama.Y…sin embargo…..

En todos los lugares del mundo parecen haber existido siempre máscaras que intentaban dar cuenta de verdades trascendentales. Un ejemplo del valor de las máscaras lo comenta Mannoni (1979), cuando hace referencia a la creencia de las tribu “hopi”, cuyas máscaras se llaman “Katcina” y son utilizadas en una oportunidad al año representando figuras terroríficas que intentan comerse a los ninos. Las madres simulando estar aterrorizadas rescatan a sus hijos ofreciendo a los “Katcina” trozos de carne como intercambio. A su vez estos “Katcina” darán a los ninos unas albondiguillas de maiz y de “piki” que en estas ocasiones están tenidas de rojo. A poco, estos adultos quitándose las máscaras, revelan ser los padres y tios de los niños. Un “hopi” relata: “Cuando los “Katcina” entraron en la villa…los hombres sin sus máscaras (…), yo experimenté una profunda conmoción: no eran espíritu. Los reconocía a todos y me sentía muy desdichado porque toda mi vida, se me había dicho que los “Katcina” eran dioses (…), yo sé que los “Katcina” no son espíritus, son mis padres y mis tíos, pero aún así, los “Katcina” están allí cuando mis padres y mis tíos bailan enmascarados”. (M. Mannoni – 1979)

Acaso nos sucede algo muy distinto, cuando “inmersos” en el mundo del teatro o de una ópera, vivimos aquello, “como si” fuese una verdad? Una verdad existe en ello y es la verdad de lo vivenciado. Una verdad que se acerca a la mítica por su parentesco con los contenidos de la vivencia.

Allí también podemos decir, “ya lo sé, pero aún así”. Aún así, lo vivo real, lo vivo verdadero. De esta suerte profunda de identificación que se hace real ante la presencia de lo imaginario, dará cuenta el teatro. Y da cuenta de modo tan patético porque ha nacido de la fantasía de un hombre que, como nosotros, necesitó decir realidades tascendentales.

Es que en el teatro, en la tragedia, hay algo más que un texto.

Si todo fuese solo texto, la profundidad desaparecería. Obviamente aparecerá una superficie “opaca”, bidimensional, la que debemos retirar temporalmente para tener acceso al deseo del autor (el que garantiza lo escrito). Es que el texto solo, pude ser considerado apariencia, residua, cosa externa. Será o podría aproximarse a ser, esa pequeña “a” que conforma parte de los matemas lacanianos. Tal como ella, las máscaras. Si hay máscara solo, no hay nada detrás, será esa superficie que no esconde nada más que a si misma. Pero si consideramos que hay un más allá, nuestra consideración como superficie-sola, desaparece.

Si esta máscara es solo eso, nos llevará a la ilusión de algún otro, de un otro del más allá. Ocurre que la máscara nos sugestiona como incitándose a ese otro que en el texto sería, lo que el texto dice, lo que yo leo y todo lo demás; su triangulación, ya que el texto leído, incluye la dimensión de un tercero y su transferencia.

Será por esto que entonces, todo lo que aparece como máscara, pide ser descifrado. Un desciframiento similar al de los sueños.

LA MASCARA EN EL TEATRO

Máscara de qué? Máscara = persona. Persona = personaje.

Personaje “obsceno”, como aquel que en las obras de teatro, en principio representadas en honor a dioses y héroes, bajo la protección de Dionisio, “dios de los misterios”, comenzó a ser incluído, con escenas de bufonerías indecentes, las que de hecho ofendían a los dioses. En este sentido “obsceno”, se ganó el significado de indecente o depravado. Este término provendría del latín “obscenus” (nefasto, de mal aguero), formado por la preposición “ob” (contra, fuera) y de la griega “skené” o “skaene” (representación teatral), (escena).

La más utilizada en las representaciones teatrales, hablaría de un otro, escondido detrás de la misma. El personaje, quién sería?, la máscara, el actor o el acto que los funde?

Es claro que aquí todo texto teatral puede leerse y pensarse como parte de un conjunto mayor que lo contiene y que se transforma en un “continuum”. Texto éste, que unirá a sus “contrarios”, creador-creado, actor-actuado, interno-externo. Realidad-Fantasía.

También el texto profundo se fundirá con sus superficies. La máscara desaparecerá como tal y el texto emergerá como alguna forma posible de la verdad.

De estos modos y probablemente de algunos otros, el texto se insertará en las escrituras universales. El que firmará su obra, no será el autor, sino que la obra firmará en nombre de su autor.

El teatro apoyado sobre textos que insinúen la verdad del hombre, será el que perdurará. Tal el texto de los mitos que ”per se” “hablan” del drama del hombre con su propia naturaleza y la de todo lo que lo rodea.

La palabra teatro deriva de una griega ”theaomai” (ver la perfomance), y que también pude ser oído, tal como sugieren los dos términos del teatro: audiencia y espectadores. El teatro impacta a sus espectadores por medio de la actuación, el canto o la danza, a lo que podemos anadir sus “complementarios”: luz, sonido, “reggie”, escenografía, etc. e inclusive el contexto general donde se genera el espectáculo.

Sucesivas concepciones del espacio, han llevado al teatro a la realización de sugestivas y más complejas puestas en escena; pero cualesquiera sean antiguas, clásicas, modernas, contemporáneas, el teatro siempre sugiere y sostiene la Gran Escena.

Ya en “La Poética”, nos podrá asombrar la profundidad con que Aristóteles analiza y establece lo que el teatro debió ser en aquellos tiempos. Según él, en toda tragedia existen héroes que por alguna razón conciente o inconciente cometen graves errores. Posiblemente Aristóteles se refiere a todos los homicidios prototípicos en los que se fundan las tragedias. Parricidio, matricidio, filicidio. Muerte por doquier. Muerte, Amor y Locura, tragedias del hombre.

El teatro para los filósofos de aquella época era esencialmente, imitación de los hechos de la vida en sus bondades y desventuras; pero esa imitación era más que nada, acción. Acción dialéctica especular, como si se hubiese establecido con un otro del cual no habría otra razón, otro remedio que desprenderse. Podríamos leer en esto la “vocación” a ser actor (identificación con el personaje, que a su vez es la identificación del autor con un “otro” determinado por su Otro, que llegado un momento es imposible de seguir guardando). Algo que habría que dejar salir afuera por su insistencia. Un afuera estará aguardando ese producto que va a ser mirado, escuchado, vivenciado. En síntesis un otro que lo reconozca por identificación.

ORIGENES

Del origen del teatro poco puede decirse, pero existe un consenso general entre los estudiosos del tema, en ubicarlo en la Atenas del siglo VI (A.C). En esa época ya se realizaban representaciones durante la primavera, destinadas a Dionisio, deidad que estaba ligada al arte, al sexo desenfrenado y a las libaciones.

La mayoría de las producciones poéticas le eran dedicadas, Será en esa Atenas esplendorosa en donde vamos a escuchar a Esquilo, Sófocles y Eurípides, los poetas de la tragedia.

No obstante, parecería ser el teatro tán antiguo como la misma humanidad, pudiéndose conjeturar que el genuino teatro primitivo habría tenido como escenario al propio cuerpo del actor. Posiblemente algún sacerdote o figura dignataria habrían ocupado ese lugar.

El teatro originario hunde sus raíces en la magia del hombre primitivo, en sus danzas por la fertilidad, por el agradecimiento de las lluvias, en el totemismo, en los ritos, en los cultos a los dioses; en todo aquello que toque al mito mismo.

En Grecia, con Sófocles, alcanza la tragedia griega, un momento de apogeo. Si bien Esquilo había introducido a los actores en la escena, produciéndose según diálogo, Sófocles incluye al tercer personaje aumentando el contexto dramático. En los tiempos de Homero, el autor (quién era un mero recitador), y el actor eran una misma persona, utilizando diferentes máscaras para crear la ficción que lleva de un personaje a otro y organizando la diferencia entre lo masculino y lo femenino.

Diferencia entre sexos, cuya aparición se hace mediante máscaras. Acaso, podemos seguir considerando a la máscara, algo que poco signifique? Al ponernos una máscara, no sentimos de hecho, que a pesar de seguir siendo nosotros, un otro se nos ha impuesto, produciéndonos un grado cierto de incertidumbre? Lo mismo no es lo mismo. Lo mismo (máscara por medio), es lo diferente.

Retomando la línea indicada por Aristóteles, observaremos aún, que la “kátharsis” (purificación), se verá reducida a la liberación homeopática de piedad y de terror. El modo de operar del teatro será su centro de atención y allí discriminará el carácter de mímesis (imitación) de aquel, y su efecto sobre los espectadores” (…) La tragedia es pues, la imitación de una acción, de carácter elevado y completa, dotada de cierta extensión, en un lenguaje (logos) agradable, llena de bellezas de una especie particular, según sus diversas partes, imitación que ha sido hecha o lo es por personajes en acción y no por medio de una narración, lo cual por medio de la piedad y el temor (phobos), realiza la purificación (kátharsis), de estas pasiones (patematon)”. (J. Lacan – 1959/60)

En la antiguedad, en los tiempos intermedios hasta el presente,y ya en nuestra actualidad, ha ocupado el teatro y sigue ocupando, como forma de un arte imperecedero, la atención del hombre, para proyectar en esta existencia, algunos de los temas que han hecho de su vida una gran pregunta, a la que constantemente trata de dar respuesta.

Una pregunta que algunas veces se resuelve en lo conciente, adoptando la forma trágica de Medea, quien mata (en plena conciencia), a sus hijos y otras veces adoptando la obscura forma en que el inconciente se manifiesta. Edipo será el paradigma de una acción marcada de este modo. El también es guiado por su Destino hacia una muerte trágica; la de toda su familia (antes y después de él), y engrampado en una vida donde la Angustia cubría sus huellas y él seguía las huellas de su Angustia.

Retomando los párrafos anteriores notamos que no son pocos los autores que han escrito directa o tangencialmente sobre la notable interrelación de las fantasías, los sueños y el “ars poética”. No debe de extrañarnos que muchas obras de arte, puedan ser consideradas como pertenecientes a la fantasía o al sueño de la humanidad. Muchos somos los que, con devota admiración y respeto observamos un cuadro, escuchamos una sinfonía, tocamos una escultura, leemos un texto, vemos una obra teatral, habiendo quedado impresas en nuestra Psiqué, representaciones tán intensas que al evocarlas emerge la “misma” vivencia que sentimos la primera vez. Es que, algunas obras son siempre “primera vez”. Esa adherencia de la obra, no solo a su autor, (y de éste a su obra), sino al que activamente participa de su discurso, bien puede resultar de ese diálogo de inconciente a inconciente. En pocas oportunidades de real a real, pero siempre de hombre a hombre.

Pero, mientras que el hombre muere, la obra permanece.

EDIPO – UN SUEÑO?

Qué papel pueden jugar los sueños y las fantasías en el tema que nos viene ocupando?

Hay muchos sueños que encierran al soñante en un círculo que podríamos llamar mágico, en el que se “le señala” qué hacer en tal o cual sentido. En muchos casos los sueños han dado orígen las obras de arte. Es como si, el sueño pugnase para crear y como ya sabemos que se puede referir el sueño a una expresión de deseos, aquel sueño creador, es nada menos, (a mi entender), que un profundo revelador de aquellos anhelos que han quedado por diferentes motivos anclados como tales en la obscuridad del ser.

Cuando un hombre crea, cualquiera sea su producción, sobre todo si esta sigue una estética (por qué no una ética?), no habría nada más que permitirse liberar desde su interior aquello que todo hombre posee, la inquietud y necesidad de ser alguien en un mundo de otros, iguales en su esencia, pero diferenciados en su existencia.

Qué extrana combinación de “elementos” hace que el hombre sea lo que es? Pregunta inquietante que solo podría ser respondido a lo largo de nuestra vida y que solo tendrá validez para algo de nuestra historia, para algún momento, pero de ningún modo válida para toda ella.

Pregunta imposible de contestar? Quizás el Inconciente que todo lo recuerda, de cuenta de alguna respuesta final de la vida.

Es el hombre, quién poseyendo esta extraña posibilidad de transformación, que en un todo nos diferencia de los animales, los que siguen inmutables durante milenios y/o millones de años, y que solo por una catástrofe externa impresionante, pueden llegar a mutar algo de su orden físico; quien puede transformar su vida y también la de los otros. La misma naturaleza ambivalente de los sentimientos coayuda a esta abierta disposición productiva. Lo que no podrá cambiar el hombre será esa estructura básica con la que viene al mundo y que sigue leyes inmutables, propias de nuestro género. No obstante el mapa del Genoma Humano modifique lo antes escrito.

Los sueños, ese magnífico producto del hombre, tienden a su realización, invadiendo con su atemporalidad el tiempo cronológico del sonante. Tiempo del Inconciente (El Cajón de las Tragedias).

Cuántas veces habremos soñado (sin recordarlo, sin conocerlo), con ser Edipo? Cuántas veces habremos sido soñados por Edipo?

Podría llegar a decirse que Edipo con toda su trágica existencia, sea un “sueño de Sófocles”. Ya no existe Sófocles (el hombre), pero si la obra que lo inmortalizó y así lo presentifica. Nosotros, los que lo leemos, lo sentimos, lo analizamos, “le creemos”, hasta el punto de haber teorizado y seguirlo haciendo. Teoría sobre una de sus principales obras, el “Edipo” mencionado; punto básico, piedra basal de la teoría psicoanalítica. Nosotros, somos los que lo hacemos “inmortal”, por que lo “vivimos” en nosotros mismos y lo presentimos en nuestros consultorios. Vivimos “algo” que fue una intuición poética (algo extraordinario), de un solo hombre. Pero esta intuición poética, en otras civilizaciones y con ligeras variantes emerge como universal.

LA HISTORIA DE UNA MALDICION

Edipo, un hijo que mata a su padre. Urano, Cronos… Edipo tiene también su pre-historia y tiene también su historia. Esta dice de Labdaco (cojo?), padre de Layo (pie torcido?), a su vez padre de Edipo (pie hinchado?). Nos ocuparemos brevemente del padre de Edipo, Layo, quien en su juventud debe huír abandonando a su reino con el objeto de salvar su vida. Es acogido por el rey Pelops de Elida. Es en “La Tebaida”, donde se hace mención de una relación de Layo con Crísipo (jóven de gran belleza), hijo de Pelops. Llegada esta relación a oídos del rey, Crísipo se suicida por temor a su padre. Cae el rey en una profunda tristeza tanto por la pérdida de un hijo preferido, como la pérdida del heredero para su trono. Pelops en sus imprecaciones, maldice a Layo, quien había huído por temor a su ira. Layo había caído bajo la admonición de Hera, la diosa de la castidad, por haber inventado (segun mitos paralelos) el amor contra-natura, entre los humanos. Hecho que entre los dioses olímpicos se le atribuía a Zeus. He aquí nuevamente uno de esos puntos de intersección entre lo divino y lo humano. Hiancia que el relato mítico tiende a cubrir para dar cuenta de los ausentes causales. Punto de intersección que se muestra como el “ombligo de los sueños”.

Apolo, además, había prohibido a Layo, la capacidad de engendrar. Layo, insistente transgresor, desobedece también esta orden. La transgresión parece ser una de sus costumbres predilectas.

Este hombre ha sido el padre de Edipo.

Sobre él, la “Anánke” se abate trágicamente. Destino del que, ni siquiera los dioses podían apartarse.

La maldición de Pelops continúa sobre los Lábdacos en un “continuum” estructural. Hecho que nos acerca a la novela fantástica familiar o a las Neurosis de Destino.

Es Edipo quien, siguiendo el maldito circuito cometerá parricidio e incesto, soportando sobre si la culpa trágica. Sentirá además la humillación de parte de sus hijos varones, Etéocles y Polínices, quienes lo expulsarán definitivamente de Tebas, después de haber arribado triunfalmente a la misma. Obscuro triunfo para que el Destino triunfe. Edipo, anciano y ciego pasará y terminará su triste vida en Colono, sin mas companía que sus dos hijas Antígona e Ismena. Es en Colono que Edipo maldice a sus dos hijos. La maldición se cumple y ambos mueren uno en manos del otro para enorme tristeza de Antígona en la preferencia amorosa por Polínices, en ese entonces reclamando el reino que los dos hermanos habían acordado compartir, año cada uno. Pero el oráculo de Delfos (el mas famoso de aquella época), verá confirmada una vez mas su predicción.

Edipo desaparecerá misteriosamente de la mano de Teseo, convirtiéndose de este modo en un ser semidivino y sobrenatural. El bosque de las Euménides será el lugar que lo consagrará como tal.

Ambos, Edipo y su padre, transitaron su historia siendo cautivos de los designios.

Como tal, el mito del Destino, parece consagrar una y otra vez a una instancia que elevada a la categoría superior a lo divino, reinstala a la Pulsión de Muerte como ese algo mas allá del Principio del Placer que definitivamente obtiene para sí todos los triunfos sobre la vida.

No en vano Thánatos (hijo del Tártaro y Gea), aparece entre los primeros y mas fuertes dioses de toda la Teogonía. Qué otro trabajo podría esperarse de un hijo de dioses con tales características, que no sea el hacer retornar todo lo animado a su fuente de orígen?

Y con que vocación cumple su cometido!

Respecto de aquella muerte, por crimen, realizado en un pasadizo de Megas, es un crímen de Lesa ignorancia. Ninguno, padre ni hijo, sabían quien era el otro. Si lo hubieran sabido…, pero, los dioses no permitían que los hombres supieran. Prometeo y su mito lo atestigua.

El Saber, esta del lado del Inconciente. El sabe de los dioses, pero los dioses no saben de el; ellos (los dioses) son su creación. El aparece como el creador de los mitos y los sigue creando.

El mito es el lugar de la encarnación de la fantasmática colectiva (…) el mito encierra lo reprimido primordial, obedeciendo a las leyes del proceso primario pero es a su vez un estado de elaboración similar a la elaboración del sueño en cuanto a dar forma y sentido a dicha realidad indómita”. (R. Magnetto – 1986)

Este Edipo del que hemos comenzado a hablar, es el ya considerado por Aristóteles (en su Poética), el hombre trágico por excelencia.

Pero va a ser en Sófocles donde se encuentra el resplandor del drama arquetípico, pasando a ser (desde ese momento de escritura), uno de los relatos mitológicos mas completos y profundos: Edipo hijo abandonado/adoptado/aventurero/sorteador de pruebas(Esfinge derrotada)/siendo heroico/cometiendo parricidio – incesto – castrándose – siendo expulsado por sus propios hijos varones – maldiciendo/muriendo exaltadamente…

Nada falta en un drama semejante. Qué otro drama puede ser semejante a éste?

De este modo, Edipo aparece como el núcleo central de todos los dramas humanos . El punto donde se cristalizan todas las mitologías del hombre y se obscurecen indefinidamente los deseos de saber.

Estrellado el “Wissentrieb” contra la ceguera del que no puede ver.Del que no resistió la mirada del horror.

Pero, de este padre nacerá Antígona quién generará en la fantasía del poeta uno de los mas bellos relatos del Deseo, La Ley y La Muerte.

Todo sucede en Tebas, la ciudad de las tragedias. Edipo desconoce una maldición previa sobre su persona. Comete (sin saberlo) el asesinato de su padre (un anciano que aparece contrariando la voluntad de Edipo en un camino común a ellos, solo que invertido. Un viejo rival). Es en Megas donde existe el estrecho que tramó el destino para el encuentro entre padre e hijo. El asesinado es Layo, rey de Tebas. Pero quién conoce la verdad? Es Tiresias el Ciego. Extraña coincidencia de este ciego inmortalizado y la ceguera voluntaria de Edipo, hijo de Layo y de Yocasta. Esta anuncia: “Mataron a Layo en una encrucijada”. Edipo dice: “Yo matéa un anciano en una encrucijada”.

Edipo sabrá la verdad después de haberse casado con su propia madre y haber tenido de ella sus cuatro hijos. Al saber, se ciega, no en cualquier momento. Lo hace ante la visión de su madre-esposa, muerta con el objeto de no ver mas las escenas que este mundo le impone con la imposibilidad de rechazarlas. Como observamos acá los tiempos no coinciden, no son lógicos, pero para que?. Hemos advertido sobre la atemporalidad mítica y aquí se muestra en sus obscuros esplendores.

En “Edipo” (Sófocles es su palabra), emergen todas las diferentes culpas. Ojalá todo hubiera sido un sueño. Pero la realidad esta ahí. Y los sueños conforman también una realidad.

Esta conciencia, es un despertarse en los infiernos del Ser. Sucede en los tiempos originales de una conciencia. Sucede en los “inferos” (entrañas del tiempo) todo lo que está ahí, gime, grita, desespera.

Salir del Hades estaba prohibido, pero algunos salieron y algunos aún hoy siguen saliendo. Su can Serbero, algunas veces estará adormecido, algunas veces se distraerá. No toda represión es siempre tan efectiva y su fractura dá origen a nuestras estructuras-pequeñas-iluminaciones del-alma.

Ojalá todo hubiera sido un poema trágico, que una vez leído queda atrapado en sus impresas letras. Pero no, ese drama co-existe e insiste en nuestra naturaleza humana, formando nuestro mito principal. El autor solo habría traducido, con esa dosis de genialidad que descubre el poeta hoy, ya consagrado en sus obras, el desenlace de la sexualidad en un momento que incluye a otros, padre, madre y falo.

Este Edipo no puede afrontar la luz (el conocimiento). Ese “conocer” que trajo Prometeo al hombre (su eterno castigo fueron las cadenas de la soledad); pasó a ser un saber acerca de…Edipo dió a ver un drama.

Sabría Sófocles que Edipo era parte de la estructura de su “Psiké” . Obvio es que “algo” sabía. Algo obscuro que tuvo que darse a luz, y siguió los caminos de la sublimación. Pero, nos preguntamos, por qué esa compulsión a escribir?

Es cierto que al ver,algo nos sucede, algo que nunca se olvida. Quizás no exista el olvido o acaso no exista la memoria.

Cuando Edipo ve, es tambien mirado. Que fué lo que no soportó Edipo? Haber visto – ser mirado? Tal aclaración hoy solo la podemos encontrar en el análisis de esta estructura mítica que contienen los historiales clínicos.

Edipo nació justo en su tiempo, en el que debía seguir, una otra marca que le indicaba su derroteo: matar a su padre y casándose con su madre, tener descendientes de ella. Desde sus orígenes este ancestro intentó indagar (otra forma de querer ver). Ya sabemos de ese anhelo de saber y de su inteligencia cuando vence al monstruo “Esfinge” (simbolización de la madre devoradora). La luz del Saber, es lo que lo cegará?

Será el saber, la escencia de la “Némesis”?

Quién no ha deseado alguna vez “la muerte” de su propio padre?

Si en las obras literarias hay quienes se refieren a este deseo impugnado por una antigua ley de no actuar en favor de la muerte, nos encontramos con Sófocles, Shakespeare, Dostoievsky (entre otros), quienes con aguda valentía, son vivos testimonios de la presencia de este deseo en todo el ser humano.

Qué pretendía Edipo? Terminar de nacer? Sabemos de su madre tanática. Pudo él, querer saber de donde venía? No habrá sido acaso el saber acerca de su madre mortalizante lo que lo lleva a la ceguera?

Como Edipo aparece universal, muchas preguntas también nos las podemos hacer a nosotros y a nuestros analizandos ya que todos parece, hemos nacido en diferentes Tebas.

De Edipo podríamos asegurar que más que un sueño fue, una pesadilla de Sófocles. Algo de lo Real emergió con todo su omminoso y siniestro poder. Es el quién debió salir de esa angustiosa atemporalidad del Otro (angustiosa porque el Otro tienea la Angustia como su natural embajadora), el Yo es su sede, para acceder a la especial temporalidad de lo poético-trágico.

Dentro de esos sucesivos intentos (maravillosos logros), de acceso al tiempo cronológico y curvilíneo que luego se hará por obra de Sófocles, “eterno”, vemos emerger una figura, quizás el representante máximo de la tragedia femenina, Antígona es su nombre. La Etica del Psicoanálisis se articulará en su obra.

DE LO INTEGRADO

He aquí entonces, como sueños, fantasías, mitos, creación literaria, el arte en general, forman un conjunto que, como familia, devienen concientes después de un arduo camino donde la condensación y el desplazamiento (engendradoras de lo simbólico), han cumplido sus respectivas partes. Nuestra estructura psíquica será el escenario donde las magníficas obras humanas cobran forma representando el teatro de nuestra vida.

Como hemos mencionado anteriormente, muchos fueron los autores de textos que han interrelacionado magistralmente estos productos del Inconciente. Si del mito se ha dicho alguna vez que es una producción cultural específica es porque no se ha indagado suficientemente sobre sus verdaderos orígenes. Algo habría ocurrido para que al mito se lo haya colocado cómodamente en el lugar de lo social. Durante mucho tiempo, el mito, estudiado por varias doctrinas, no tuvo un lugar propio

Podría decirse que el mito, padeció de un “topos” errante. Como si fuese un producto-mendigo-menor.

El Psicoanálisis lo re-descubre, lo re-encuentra y lo une a sueños, creaciones literarias y fantasías. Discípulos de Freud, tales como Rank y Abraham, hicieron interesantes y fructíferos intentos. Fueron, desde el Psicoanálisis, ellos los que le dieron un lugar. Freud venía contribuyendo con aportes previos, pero sin definir el tema. Sus preocupaciones científicas iban dirigidas hacia otros lugares por ese derecho que tiene el hombre de privilegiar sus intereses.

El deseo nos guia. Ese deseo de Freud que respecto del mito le hizo decir, es un “sueño colectivo de la humanidad”. En “Sueños con temas infantiles”, Freud se preocupará de la formación de sueños a partir de leyendas, folklore y mitologías que hayan sido registradas por el hombre en su temprana infancia.

Como sea, la afirmación de Freud en este artículo puede descomponerse en dos planos: no es lo mismo hablar de un sistema de significación (el mito o el sueño) que opera sobre una realidad (colectiva o individual), que hablar de una “analogía” entre dos sistemas de significación (el mito y el sueño). En cuanto al primer nivel de la afirmación, constituye un viejo problema, del cuál Freud nunca se desdice del todo y adquiere su máxima expresión en “Totem y Tabú”. Allí Freud inventa el célebre mito de la horda primitiva, según el cual en el origen de la humanidad habría existido una especie de superjefe tiránico, un protopadre terrible monopolizador de las mujeres, contra el cual se rebela una suerte de coalición homosexual de los hermanos, sin embargo, una vez asesinado el padre, se habría instalado la obediencia retroactiva motivada por la culpabilidad ante el crimen, y esa obediencia retroactiva, instancia fundacional de la ley misma como tal estaría en el origen de dos instituciones universales: el banquete totémico como ritual de identificación simbólica con el padre muerto y la prohibición del incesto” (E. Gruner – 1986)

Encontramos aquí, una notable analogía entre el mito de la horda primitiva y el mito de Edipo. Fue un mito de Freud, la horda primitiva? Si bien posteriores doctrinas antropológicas señalaron la escasa veracidad del mito de la horda primitiva, tal como la de Levi Strauss; éstas, no dejan de ser doctrinas. En qué se habría apoyado Freud, para decir de la horda primitiva? En las teorías evolucionistas de Darwin y la lucha por la sobrevivencia del más apto?

Es Levi Strauss quién nos va a hablar de los sistemas de intercambio de signos, de mujeres y de mercancías, es decir sistemas linguísticos,sexual y económico, pudiéndose ubicar allí tres fuentes del pensamiento levistrosiano: F. de Saussure, Freud y Marx. Es también Levi-Strauss, quién menciona tres grandes instituciones universales en la cultura: el lenguaje, el culto a los antepasados y a la prohibición del incesto.

He aquí que viene a poner un asunto sobre el tapete. El olvido de la gran adquisición del hombre: la lengua. Será otro ordenador, Lacan, quién eleve al lenguaje al “topos” que le correspondía.

Todos estos autores, en corrido, se van ordenando, articulando y complementando, ampliando los temas sin realizar ninguna suerte de aniquilamiento del período anterior, antes bien entroncándolos y otorgándoles el “status” epistemológico correspondiente.

Ese modo de actuar, según mi criterio, es la forma ética del avance de las ciencias.

La ciencia, no solo avanza “per-sé”, sino en la articulación honesta de sus resultados con los otros campos de su tiempo.

Freud, no solo gran lector, sino intérprete profundo de sus lecturas, descubre en Sófocles, a un Edipo que sistematizó en sus pacientes. Descubre los latentes impulsos de agresividad dirigida hacia los padres, tal como los del ”hombre de la horda primitiva”.

Después de múltiples elaboraciones Freud, comenzó a llamarlo Complejo de Edipo, hallando para la mujer la figura de Electra respecto de Agamenón, pero prefiriendo ubicar el nombre de Edipo para el conflicto en ambos sexos. Este aparece como efecto del nudo familiar.

El niño desea a su madre y su padre aparece como el rival inmediato.

La niña desea a su padre y su madre aparece como el rival inmediato.

Pero el “Edipo” no será simétrico como los párrafos anteriores. Tanto en la mujer como en el hombre la disimetría edípica será una constante.

De este tipo especial de amor, que deberá ser coartado, con los consecuentes efectos de odio, frustración, temor a la castración y sus correspondientes o no resoluciones, surgirán las estructuras hasta hoy llamadas neuróticas, perversas, marginales, etc. que persistirían a lo largo de la vida de una persona.

CASI COMO UN DESTINO

Hereda a la precipitación, al naufragio de este complejo, una moral instancia, el super-yó.

Qué sucedería si el complejo de Edipo se disolviera? Probablemente el individuo quedaría completado de una vez y para siempre. Sabemos que ésto es meramente una ilusión.

Lo que ocurre con el Edipo es un “Untergang” (declinación, hundimiento, ocaso, caída). No un Final. Persiste y de contínuo se re-inscribe en nuestros actos cotidianos. Un mito complejo que se vivencia.

Por aquel motivo es que se habla de una declinación al estilo de una puesta de sol; recordando cuanto de padre simboliza este astro.

Un padre que indicará un otro camino hacia la mujer en su hijo, hacia otro hombre, en su hija. Un padre que dejará en la psicología de su hijo la marca de un significante poderoso, su propio nombre. Una ley que ordena y contiene.

Pero, aquella declinación de la que hablamos, no es solo eso, es algo más que una represión.

En este preciso momento existe en el niño (varón), un alto interes narcisista, el placer por sus genitales es superior y vence a cualquier tipo de atracción de tipo erótico que devenga de sus padres (propiamente en un Edipo positivo de su madre). Es que este interés sumado a la frustración de los impulsos incestuosos, lleva al niño, siguiendo un modelo filogenético que es determinante, al retiro de las catexias objetales.

EDIPO – YO Y SUPERYO

De este modo se producen identificaciones en el yo, (dando lugar a un núcleo alrededor del cuál se sintetiza la identidad de personalidad), y en el Super-yó lo que tendrá que ver fundamentalmente con la introyección de los modelos, normas, prohibiciones y tipos de permisividad de las figuras parentales o subrogados. Como modelos, se integrarán al ideal del yo, mientras que las interdicciones forjarán el aspecto prohibidor de esta instancia.

Todos aquellos vestigios de líbido pre-genital en el mejor de los casos, serán canalizados a través de actividades sublimatorias.

Edipo estaría “fuera” del conflicto que lleva su nombre, porque él desconocía la maldición y por no saber de que padre y de que madre se trataban estos dos “desconocidos”, ya que para él sus verdaderos padres habían sido los que lo criaron, Pólibo y Peribea, reyes de Corinto, hasta el momento en que tratado de expósito. Sospecha de su condición de hijo y obtiene la verdad de Pólibo. Si hubiera algo que del conflicto edípico no se resuelve, podría ser proyectado sobre nuevas figuras, sobre las cuáles operará una represión secundaria, lo que nos permitirá conservar para los objetos incestuosos el concepto de represión primordial.

Se puede suponer que cuando Freud, dice ”algo más”, que represión, se trata de una renuncia que el niño realiza con lo que, identificándose con el padre, accederá a la cultura.

Es en la niña, la aceptación de la castración lo que le permitirá, el acceso simbólico al pene del padre, lo que la impulsará a asumir las diferencias sexuales. Mientras que el niño sale del Edipo por el temor a la castración, la niña entra en él, por la aceptación de su “castración”.

Si aquella declinación (“Untergang”), sigue un camino natural, colocándose el padre en un ser-representante de la cultura, el niño podrá acceder a objetos exogámicos permitidos y aceptados como tales. Para ésto, debe concurrir también la llamada “amnesia infantil”. El niño no solo debe reprimir sino también olvidar lo ocurrido.

Edipo quiere olvidar, entonces se ciega? Es Edipo quién se ciega. Es probable que si Edipo hubiera tenido una segunda vida, tras esa especie de “khatarsis”, purificado, hubiera podido mirar. Quizás hubiera podido desprenderse de su tanática madre; de esa placenta mortal. Edipo un héroe que pudo vencer a un monstruo, pero, no pudo vencer a su madre. Por qué matar a su padre? Vemos que siempre al padre se lo mata en un cruce. En una encrucijada de los deseos.

Es esta tragedia quizás la más humana, porque su descubrimiento y desciframiento desde el Psicoanálisis la ha hecho universal. Contra esta construcción poético-mítica se estrellan todos los hombres.

Fue esta particular, sutil y al mismo tiempo profunda “visión freudiana” que otorga al ver, a la mirada, la categoría de un suceso inevitable en la historia humana. Es como si esta tragedia llevase en su centro un sueño eterno. Sueño que se hace visible. Cuando Freud, habla de su descubrimiento, lo pluraliza y lo “tira” a los hombres,en su mas la temprana infancia, alrededor de los 5 o 6 años. A partir de ese momento el Edipo será llevado a la declinación por causas varias: decepciones en el niño provocado por sus padres, nacimiento de un nuevo hermano, ausencia de la insatisfacción sexual deseada. De un gran deseo insatisfecho.

Si Edipo se universalizó es, por casualmente, haber podido llevar a cabo su deseo. El punto final de un Deseo es su propia tragedia.

En otro capítulo Freud senala que “El complejo de Edipo sucumbiría así a su propio fracaso, resultado de su imposibilidad interna”.(S. Freud – 1948)

Otra causa sería que el Edipo fuese un fenómeno de naturaleza hereditaria y habría de desaparecer según un fin predeterminado.

Freud asigna una importancia fundamental a la presencia de pene en el niño, ya que este período denominado fálico coincidirá con la etapa del conflicto edípico. El niño, en el manipuleo de sus genitales, percibirá la disconformidad de sus mayores, la que se manifestará en diferentes formas, prohibiéndole tal satisfacción. Esta amenaza hace surgir la posibilidad de serle retirado el pene, quitado, cortado, etc. Amenaza que en la mayoría de los casos proviene de las mujeres del medio familiar. Otras veces, se le pega al niño en la mano, con lo cual se ha realizado una atenuación del castigo. El niño cede ante la amenaza de castración, cuando, casualmente observa los genitales (falta de pene) en la niña. Con ésto se robustece la creencia de que la castración ha sido realizada y es posible en un futurol.

El complejo de Edipo ofrece al niño la posibilidad de identificarse con el padre en una actitud activa y querer tratar a la madre como él. El padre sería en ese momento un estorbo, un rival. He aquí padre e hijo enfrentados en Megas. Bien puede también colocarse en el lugar de la madre y dejarse amar en una actitud pasiva por el padre, tal como ella.

En estas situaciones el niño sabe que el pene debe estar jugando algún papel definitivo. Este pene no ha sido solo propiedad de los nenes, sino también lo habrían tenido las niñas que lo habrían perdido por la castración. Este complejo edípico desaparece ya que las dos posibilidades de ser satisfechos sus impulsos, aparecen amenazadas con la pérdida de su pene.

Pérdida de pene: “la masculina como castigo,

la femenina como premisa”.

EMERGENCIA DE LA LEY Y LA CULTURA

Pero qué sucede con las cargas de objeto que han quedado virtualmente abandonadas?

Van a ser rápidamente sustituidas por identificaciones.

El Super-yó emergente, heredero del complejo, nacido de la introyección de la autoridad como ley del padre, garantizará la prohibición de toda relación incestuosa ulterior. Cuál habrá sido entonces el super-yó del mismo Edipo, insuficiente para prohibir su incesto y antes aún su parricidio? Los reyes de Corintio al aclararle no ser sus padres, habrían contribuído a alguna desorganización de estructura moral en él.

Esta estructura habría actuado ya, cuando según otro mito, Edipo abandona a los que considera sus padres, al conocer el oráculo que le aseguraba iba a matar a sus padres?

Como hemos aclarado el nino por preservar sus genitales, emerge del conflicto, lo abandona. En la huída de Edipo desde Corinto, estaría preservando a objetos de amor ya confirmados y sublimados, tales serían estos padres en el afecto en los que habría primado una corriente de ternura antes que una erótico-sexual.

Pero en la niña algo es diferente, ya que la niña no tiene nada para perder. Su clítoris comparado con el del niño la sume en una situación de neta inferioridad.

Si se consuela con su futuro crecimiento, esta esperanza será el punto de partida para un complejo de masculinidad. La niña también había pensado que podía tener un pene ya que por la castración lo perdió. Espera entonces el surgimiento de uno nuevo. Vemos aquí una mitología personal y universal confirmada.

Por otro lado, la protofantasía de que todos los seres humanos tenemos pene actúa constantemente en forma poderosa.

Pero, otra alternativa es esa posibilidad de realizar una ecuación en vez de pene, niño. Niño que vendría de una relación con su padre. Padre que deberá frustrar tal deseo, para “arrojar” a su hija en el mundo de la cultura, tal como al nino por causa de su ley. Ley que en Edipo habría sido seguida al pie de la letra por él, obligando a Antígona a desplazar su amor hacia el padre, en la persona de Polínices. Amor tan profundo que la hace morir, lamentándose de no tener nupcias, himeneo, ser madre, ser mujer. Antígona también es un ser trágico que desde el estilo de su muerte, apela a la misma Etica, lugar de valores constantes. Valores que permanecen siempre entre horizontes. Antígona muere por una orden de Creonte (un tío que desde siempre anhelaba el trono de Tebas)de no sepultar el cadáver de Polínices, ni rendirle las correspondientes honras fúnebres. Antígona transgrede esta ley y sigue la propia y la que le marcan los propios dioses. Ella hizo conciente lo obscuro y hablando pudo decir: “Antígona, tuvo como su padre que saber…” Saber al fin sobre el fin de su propio tiempo. Y al ser responsable sobre su sabiduría quedar inscripta en lo ético. Ella sabía que el Hades requiere leyes de igualdad, que las leyes de los dioses se encuentran inscriptas en la “Psiké” con la mayor profundidad. Pero por amor, morirá. Antes gemirá por no poder ver más el rostro sagrado del sol. Su destino quedará sin llorar, sin un amigo que la gima, esperanzada en ser aceptada por su padre y madre su amado hermano cuando llegue Hades.

No obstante no huye, se somete al Destino. Un destino que la lleva hasta nuestros días permitiéndonos agradecerle (pagando una deuda con toda la profundidad de lo simbólico) por ese ser trágico en el que “vemos (…) ese punto de mira que define el deseo. Ese punto de mira que va sin ninguna duda, hacia una imágen central que conserva no se que misterio, hasta aquí inarticulable, que hacía lagrimear los ojos en el momento en que se la miraba o que, sin embargo esta imágen esta precisamente en el centro de la tragedia, en tanto es la imágen misma de todo su esplendor fascinante de lo cual bien sabemos que mas allá de los diálogos, de la familia y de la patria, más allá de todos los desarrollos moralizantes, es precisamente ella quién nos fascina con ese esplendor insoportable, con eso que ella posee que nos retiene y a la vez nos prohibe, en el sentido en que nos intimida con ese algo desconcertante, en último término que tiene la imágen de esta víctima terriblemente voluntaria. Es de lado de este atractivo donde debemos buscar el verdadero sentido, el verdadero misterio, el verdadero alcance de la tragedia” (J. Lacan – 1959/60)

Acaso Antígona nos permitiría analizar los valores inmutables que quizás todo hombre posea? A este hombre signado por la sexuación y el habla, puntos (formados por una cruz) en donde se puede ubicar la trama del texto mítico?. El texto de la tragedia humana, inscripta en el inconciente.

Sófocles mismo parece haber seguido este camino.

Cerrará el complejo de Edipo alguna vez el suyo? Según la opinión de muchos psicoanalistas este complejo no se cerraría nunca, sobre todo en el caso de las mujeres, probable causa de un super-yó más lábil e inestable. (?)

ALGUN FINAL POSIBLE?

El complejo de Edipo finalizaría siguiendo los derroteros anteriormente mencionados, tal como se observa en la práctica clínica, pero veamos como el mismo Sófocles retira de este mundo a nuestro trágico héroe.

No fue casualmente, (y sabemos que no hay casualidad, ni azar en los procesos psíquicos), un “Untergang”, sino una “Apoteosis” lo que narra Sófocles en “Edipo en Colona”. Allí es un mensajero por quién nos enteramos de la desaparición misteriosa de nuestro “héroe”. Este mensajero dice al Corifeo que Edipo ya no existe y relata lo que de maravilloso tiene esa desaparición. Nadie le servía de guía, era por el contrario él quién guiaba a todos. Llegado hasta el Hades, se sentó y desató sus pobres y raídas vestiduras. Llamó a sus hijas y les pide que busquen agua para purificarse y hacer libaciones. Fueron ellas mismas las que lo bañaron y lo vistieron con ropa nueva.

En un momento Zeus subterráneo tronó y las doncellas heladas de espanto cayeron a sus pies llorando y lamentándose. Edipo las abraza y se despide de ellas. Hay un gran silencio y de repente se escucha una gran voz de un dios que lo llama diciendo:

Eh, eh, Edipo, que esperamos para ponernos en camino?”

Edipo le pide a Teseo, rey del país que se acerque, solicitándole se haga cargo de Antígona e Ismene, sus amadas hijas.

Quiere luego quedarse solo con el rey. Todos se retiran.

Prosigue el mensajero relatando que al cabo de un instante cuando todos se volvieron, solo vieron al rey que se tapaba la cara con las manos como espantado ante la visión de algo insoportable. “A posteriori”, lo vieron rezar una plegaria dirigida a la Tierra y al Olimpo.

Solo Teseo sabía como había muerto Edipo, quizás llevado por algún dios o bien por alguna grieta abierta en el Tártaro Brumoso, la morada de los muertos.

Esta versíon contiene un motivo común entre los griegos (que también encontramos entre los hebreos, egipcios, indios, etc) el del rapto divino (“apoteosis”), el que entre ellos ya había sido atribuído a otros personajes famosos entre ellos, Empédocles. Respecto de éste, un mito relatado por un testigo afirma haber escuchado una voz enorme que llamaba a Empédocles (quién había, según su propio discurso, vivido otras vidas, como muchacho, doncella, matorral, pájaro, etc.). Tras esta voz Empédocles se puso de pié percibiéndose una luz celestial, un resplandor y luego nada más.

Obvio es de suceder que, a los grandes hombres le acontezcan grandes muertes.

Obvio es como anuncia Borges:

(…) Somos Edipo y de un eterno modo

la larga y triple bestia somos, todo

lo que seremos y lo que hemos sido.

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(J. L. Borges –1980)

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